
Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, José Donoso y Ricardo Muñoz Suay con Carmen Balcells
Hace apenas unos meses falleció Carmen Balcells, la agente literaria a la que debemos en gran medida el reconocimiento de la literatura latinoamericana que conocemos como el boom. Esto no significa que los autores de ese grupo, de esa generación, no tuvieran las cualidades necesarias para convertirse en universales, sino que sus obras surgieron en países en los que no era fácil proyectarse hacia el exterior (sigue siendo así), y el papel de la agente catalana facilitó su globalización. Así, a mediados del siglo XX, el boom puso a nuestro continente y a nuestro idioma en un plano de reconocimiento mundial: después de la publicación en España, empezron a realizarse traducciones a incontables idiomas. Hoy día, el español es el segundo idioma que más personas hablan en el mundo, después del chino y, en conjunto, representa una literatura vigorosa y madura, diversa y rica.
Muchos países latinoamericanos dieron autores al boom. Los más conocidos son el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez (premio Nobel 1982), el peruano Mario Vargas Llosa (premio Nobel 2010) y el argentino Julio Cortázar, pero se suele incluir a autores menos identificados con este movimiento como el chileno José Donoso (que escribió una Historia personal del boom), el uruguayo Juan Carlos Onetti, el paraguayo Augusto Roa Bastos y el brasileño Jorge Amado, entre otros. Esta semana leeremos a Cortázar, García Márquez, Fuentes y Onetti dejando a Vargas Llosa para después, cuando lleguemos a la literatura peruana.
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Juan Carlos Onetti (Uruguay, 1909-1994)

Juan Carlos Onetti
Onetti no pertenece propiamente al boom, aunque se puede incorporar en este grupo porque su obra demoró en ser conocida. A Onetti el reconocimiento le llegó durante su exilio en España gracias a Carmen Balcells. El universo onettiano es sórdido, cruel y pesimista; hay en su literatura una visión desencantada de la naturaleza humana en la que siempre está presente el lado perverso de nuestra psicología, como podremos ver en «El cerdito». En la novelística de Onetti (El astillero, Juntacadáveres) encontramos, como en la de García Márquez, Rulfo o Faulkner, la creación de un lugar ficticio donde suceden los acontecimientos de una novela a otra.
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Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)
Julio Cortázar
El argentino Julio Cortázar (1914-1984) abarcó no solo los géneros del cuento, la novela y la poesía, sino que fue más allá, innovando en cada uno de ellos. Su novela Rayuela es un experimento en el que el autor juega con los puntos de vista y rompe con la lectura lineal, presentándonos una obra que puede ser leída de diversas maneras, en aparente desorden, enriqueciendo la experiencia de la lectura y logrando que el lector tenga un papel activo en ella. La página moebio.com ha presentado una versión digital infográfica que permite leer la obra y al mismo tiempo ver su armazón y su no-linealidad.

De hecho esta era una de sus principales preocupaciones: que los lectores construyeran la obra tanto como el autor, como en «Casa tomada». Es conocido también por la maestría en el desarrollo de las tramas de sus cuentos y por un manejo de los desenlaces que nos dejan siempre anonadados.
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Carlos Fuentes (México, 1928-2012)

Carlos Fuentes
El mexicano Carlos Fuentes también formó parte del boom gracias a novelas extraordinarias como La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente y Aura. Sobre todo en estas dos últimas, su obra se nutre de la fantasía que caracteriza al realismo mágico, tan presente en muchos autores de la época. El cuento «Chac Mool» es un digno ejemplo de esto: el autor se vale de una efigie de origen tolteca y maya, el Chac mool, encontrada en templos de diversos sitios arqueológicos (que se supone era utilizada para recibir el corazón de los guerreros sacrificados en los rituales practicados por esas antiguas civilizaciones), para desatar la narración de una tragedia humana.
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Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-2014)

Gabriel García Márquez
Este gran autor fue capaz de crear un universo entero en su novela Cien años de soledad, la cual se ha mantenido desde su publicación como la más representativa de las obras literarias de nuestro continente (recientemente su natal Colombia ha sacado una campaña publicitaria para alentar el turismo cuyo slogan es «Colombia es realismo mágico»). En su Macondo logró fraguar tanto la realidad como la magia del continente entero, llegando a consolidarse como la más importante obra de «realismo mágico», ese género en el que hasta las cosas más cotidianas se revisten de un halo de misterio y fantasía que expresa la forma de ver el mundo surgida de nuestra fragua mestiza. Extraordinario cuentista, leeremos de él «Un día de estos» un relato muy breve en el que, en unos cuantos párrafos, es capaz de mostrarnos toda una historia de conflictos sociales y políticos, pero antes veamos su maestría aquí mismo con el microcuento “El drama del desencantado”:
“…el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.”
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Las lecturas:
- Juan Carlos Onetti, “El cerdito”. BLOG – PDF.
- Julio Cortázar, “Casa tomada”. BLOG – PDF.
- Carlos Fuentes, “Chac Mool”. BLOG – PDF.
- Gabriel García Márquez, “Un día de estos”. BLOG – PDF.
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Sugerencias de lectura extra:
Otros dos cuentos de Cortázar en el blog:
Y una extraordinaria novela breve de José Donoso: “Naturaleza muerta con cachimba”. PDF.







Marguerite Cleenewerck de Crayencour (1903-1987) nació en Bélgica y creció entre Bruselas y el norte de Francia en el seno de una familia aristocrática. Desde sus primeras obras firmó como Marguerite Yourcenar, siendo este apellido un anagrama de su apellido real. Emigró a los Estados Unidos justo antes de que estallara la segunda guerra mundial, donde más tarde se nacionalizó convirtiendo su pseudónimo en nombre real. Sus novelas (Memorias de Adriano, Opus Nigrum) están entre los mejores ejemplos de novela histórica y le valieron un reconocimiento global. En Opus Nigrum crea un personaje, Zenón, que representa el nacimiento del pensamiento científico racional en una Europa (los Países Bajos y Bélgica) aún medieval, supersticiosa y prejuiciosa, y a través de él explica ese momento histórico crucial en el nacimiento de la modernidad. Sus cuentos (Cuentos orientales, Cuento azul, entre otros) exploran, sin salir de lo histórico, las representaciones que Occidente se hace de Oriente, llenas de magia y saberes diferentes. Sin duda una de las grandes escritoras del siglo XX.
Casi todos los escritores de la primera mitad del siglo XX han escrito bajo la influencia de Kafka. El caso de Albert Camus (1913-1960) es especial pues llevó la reflexión sobre lo absurdo de la vida humana hasta la filosofía, especialmente en su ensayo El mito de Sísifo. Este impresionante autor fue, además de futbolista, actor, activista político (miembro de la Resistencia francesa contra la invasión nazi), dramaturgo, filósofo, cuentista y novelista. Su novela breve El extranjero, quizás la más conocida de sus obras, se orienta a expresar esa falta de sentido, ese absurdo de la vida, lo que le valió ser reconocido como existencialista, aunque su obra está más allá de esa corriente filosófica (mejor representada por Jean-Paul Sartre). Poco después de obtener el premio Nobel murió en un accidente automovilístico dejando trunca una obra cambiante, diversa, que hubiera podido desarrollarse mucho más allá. De él leeremos el cuento «Los mudos», que tiene elementos que recuerdan la reflexión sobre la inutilidad de la existencia humana (y la lucha incansable que hay que llevar a cabo para darle un sentido).
Junto con el recientemente fallecido Günther Grass, Heinrich Böll (Colonia, 1917-1985) representa no solo la literatura sino la sociedad, la cultura, la desesperación política de la Alemania de postguerra, la Alemania dividida, el núcleo de la Guerra Fría. Formó parte del Grupo 47 que buscó motivar una literatura «del aquí y el ahora», por crudo que este fuera, en lugar de la narrativa en tiempos remotos, cargada de cierto romanticismo. Y narrar lo real en el contexto de postguerra significaba denunciar el radicalismo de derecha de la Alemania Occidental de su tiempo, realizar un crudo trabajo de conciencia sobre el reciente pasado nazi en lugar de tratar de olvidarlo, como quiso hacer la mayoría de la clase media alemana de entonces, significaba en fin, ganarse la desconfianza de propios y extraños y provocar controversias con cada libro publicado, como sucedió con su más célebre novela, Opiniones de un payaso. El reconocimiento de su obra lo llevó a merecer el Premio Nobel de Literatura en 1972.

Este escritor estadounidense autodidacta abordó mucho más que la ciencia ficción a lo largo de su obra. Sin embargo, una de sus novelas causó tanto impacto que llevó a que se le considerara como uno de los más importantes autores del género: Farenheit 451. En esta novela, Bradbury describe un futuro dominado por un poder totalitario en el que han sido prohibidos los libros, y narra el proceso de conversión de un «bombero», cuyo trabajo consiste en descubrir libros clandestinos para incinerarlos (el papel arde a 451°F; de ahí el título del libro), que es conquistado por la literatura.
Entre los autores más reconocidos del género está el estadounidense Philip K. Dick, de cuya imaginación se han creado algunas de las más sobresalientes películas futuristas de la segunda mitad del siglo XX (y siguen produciéndose nuevas). Escribió 36 novelas y más de 120 cuentos de ciencia ficción. De sus novelas destaca, por ejemplo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que fue llevada al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner, la cual se ha convertido en un filme de culto y que se niega a envejecer. En ella se plantea el viejo tema asimoviano de la creación tecnológica inteligente que pretende superar o dominar a su creador.





