Emilia Palacio, “Alienación” por Julio Ramón Ribeyro

Escogí este cuento porque siempre ha sido uno de mis favoritos. La primera vez que lo conocí no sabía leer, escuché cuando mi hermana lo leía en voz alta. Para mí, la manera como aborda temas incómodos, es una de las tantas cosas que lo hacen especial.

Uno de los elementos que presenta esta historia es la lucha constante por complacer el ideal que se tiene del otro y que el otro tiene de uno. La lucha por ser alguien o los intentos por dejar de serlo. La historia cuenta los intentos por dejar de ser zambo de Roberto López. La manera cómo está narrado hace parecer que la historia no es triste y que es un tanto cómica, sobre todo por la forma en que comienza. El constante uso de palabras y frases peruanas, como «pachamanqueó», y lo coloquial de la narración, afianzan el efecto antes mencionado. También hay que destacar la falta de caracterización del narrador, del cual no sabemos nada, solo que era miembro del barrio. Esto refuerza el concepto de falta de identidad que vemos en todo el relato.

Roberto López era un zambo que vivía en el último callejón del barrio, y como todos ahí, vivía enamorado de Queca. Ella era una chica hermosa, y parece ser que su estatus económico estaba a la mitad del camino entre los chicos de la pandilla y Roberto López. En una fatídica tarde, la pelota con la que estaba jugando Queca fue a parar cerca del zambo que siempre se sentaba a observar sus juegos. La frase que pronuncia entonces mientras él le entrega la pelota es la que impulsa su determinación: “Yo no juego con zambos”. Este evento, junto con una dedicada observación de todo lo relevante a ella, es lo que lleva a Roberto López a concluir que debe ser Bobby López. Los chicos de la pandilla también sufren por esta chica. Primero hacen todo lo posible para conseguir su atención, luego, al ver que ella era selectiva y tiene ciertos requisitos necesarios, tratan de olvidarse de ella. El más general de los requisitos era ser lo menos parecido a zambo, y lo más parecido a un gringo. Por esto, es el chico que iba a un colegio de curas gringos y tenía el pelo más claro, Chalo Sander, el que Queca elije para ser su pareja. Sin embargo, a medida que transcurre la historia, el personaje de Chalo Sander queda en el olvido cuando aparece Mulligan, un gringo de verdad. Es curioso cómo la historia de Queca también es una lucha, por salir de la situación económica en la que se encontraba, un poco menos ventajosa que las de la pandilla. Por esto, iba seleccionando a los chicos, para encontrar a aquel gringo de verdad.

En este punto, debo resaltar el hecho de que Estados Unidos era el símbolo del poder, así que conseguir un marido gringo era sinónimo de seguridad económica y social. En el colofón se termina por desenlazar la historia de Queca, un tanto triste. Ella y su esposo terminan viviendo en EEUU, sin embargo, Mulligan termina engañándola y pegándole. Es interesante ver cómo lo ojos de su esposa terminan teniendo una tristeza limeña, pues ella intentó a todo trance eliminar esa parte de sí. Y consiguió lo que quería: ser gringa, o gringa por añadidura, sin ninguna otra identidad. El requisito más importante para su pareja era que fuera gringo, más que alguien que la quiera por quien ella era.

A pesar de lo entretenido del relato, la historia de Bobby López es aún más triste. En sus esfuerzos por eliminar todo rastro de zambo en él, pierde su identidad pero nunca logra ser gringo. Tiene distintas maneras de acercarse a los gringos, pero en el camino no conoce a gringos, sino a otro como él, un chico que intenta extirpar al peruano en su interior. José María Cabanillas era su nombre. En una ciudad que los vomitaba, terminaron viviendo juntos y creando un paraíso gringo en Lima. Después de mucho ahorrar, lograron comprar pasajes a la tierra soñada, pasar por turistas para volverse inmigrantes. Ahí, se encontraron con la cruda verdad de lo que tanto añoraban. No eran bienvenidos, no había tal cosa como con lo que habían soñado. Al menos no para dos inmigrantes zambos. Así, terminan enlistándose, viajando por el mundo. Hasta que en una emboscada en Vietnam, Bob López muere.

Toda la lucha de Bob por suprimir al Roberto López que había en él termina con la única respuesta posible ante tal situación, la muerte tanto de Roberto como de Bob. En la medida que se va muriendo el zambo peruano, en la transformación para convertirse en gringo, nunca lo logra, sino que muere. El resultado de este proceso es un extraterrestre, alguien que no era ni de EEUU ni de Perú. Dada la determinación por aniquilar a la persona que se quiere dejar de ser, pero al no poder desligarla de lo que quiere ser, el proceso de alienación termina matando a la persona. La negación de la identidad con la que nació Roberto López es lo que termina por arruinar su existencia. Y todo esto por cinco palabras que escuchó en su niñez: “Yo no juego con zambos”.