Flavia Castagnola, “Los asesinos inocentes: ‘El cerdito’ de Onetti”

Flavia Castagnola, “Los asesinos inocentes: ‘El cerdito’ de Onetti”

“El cerdito” es un cuento escrito por el autor uruguayo Juan Carlos Onetti en el que se muestra el lado perverso de la psicología humana. En esta historia una anciana tiene la costumbre de recibir todas las tardes a un grupo de niños de un barrio muy pobre, invitándoles café y dulces. Durante estas visitas la anciana busca en los niños rasgos que le hagan recordar al nieto, un personaje cuya historia el lector nunca llega a conocer pero que es mencionado constantemente. En el relato se narra el fin de esta costumbre: un día, aprovechando un momento de distracción de la señora, los niños la atacan (probablemente terminando con su vida) para robarle dinero. Al llegar a su casa, uno de los niños deposita la mercancía en una alcancía con forma de cerdito.

Un elemento que destaca en este relato es el choque entre dos realidades. Por un lado está la anciana, “siempre vestida de negro”, quien parece bordear la demencia senil. Ella vive en una pequeña casa que contrasta con las casas en ruinas de donde vienen los niños, que son descritas como chozas, llenas de chatarra y desperdicios, ubicadas en un “barrio miserable”, y se encuentran separadas del hogar de la anciana por un simbólico puente de madera ubicado sobre una zanja seca.

En una primera lectura, el lector podría sentir que existe además una contraposición de víctima-perpetrador, donde los crueles niños se aprovechan de la generosidad de una pobre anciana. Sin embargo, ¿es realmente un acto magnánimo el de la señora? Tras una mirada más atenta al lenguaje utilizado, se puede comprender que a la anciana poco le importan los niños. Ella no tiene interés en conocerlos, solo quiere experimentar una falsa cercanía a su nieto a través de ellos: “Todos, los dos o tres, eran sucios, hambrientos y físicamente muy distintos. Pero la anciana siempre lograba reconocer en ellos algún rasgo del nieto perdido…”. Así, ella sabe muy poco de los niños, ni siquiera sabe con precisión cuántos son, solo sabe que tienen rasgos parecidos a los de su nieto. Por lo tanto, se trata de una perversa relación de conveniencia mutua, en la que una parte provee ciertas comodidades a cambio de revivir la nostalgia a través de la otra.

Sea un acto generoso o egoísta, la traición de los niños resulta impactante al lector. Desde el principio se puede presentir que algo diferente va a ocurrir mediante señales como: “Aquella tarde los chicos no hicieron sonar la campanilla de la verja sino que golpearon con los nudillos el cristal de la puerta de entrada”. Tras el ataque de los niños, la perspectiva del narrador cambia. Mientras que al principio esta era la de la anciana, que tomaba distancia de los niños y solo los describía en relación al nieto, después de este episodio cambia a la de los niños. Esto permite al lector adentrarse en la choza de uno de ellos y observarlo guardar el dinero.

Dos elementos refuerzan la perversidad de los niños. El primero es la naturalidad y frialdad para cometer el crimen. Momentos antes de hacerlo, la anciana escucha el “coro de risas”. Una vez realizado el golpe, los niños proceden a revolver el dormitorio. La única reacción generada es la de uno de los niños, quien propone “Dale otro golpe. Por si las dudas”, con el objetivo de eliminar cualquier testigo. Al regresar, caminaron despacio, lo que denota cierta tranquilidad. La frialdad mostrada por estos personajes tiene que ser la de alguien que ya tiene experiencia en estos crímenes. En ningún momento el lector puede percibir trazos de culpabilidad por parte de los niños.

El segundo elemento es la alcancía con forma de cerdito, elemento vital destacado por el autor a través del título. La alcancía es blanca y manchada, lo que puede estar reflejando la infancia de los niños, “manchada” por la pobreza que los convirtió en criminales. Es por esta miseria que los niños ya no pueden ser niños y han sido empujados a actuar con frialdad, sin escrúpulos, motivados por el dinero. Sin embargo, ¿no hay cierta inocencia en estos niños? La incapacidad de analizar la moralidad del acto, el objetivo de llenar la alcancía de yeso con forma de cerdito, nos demuestran que son niños que viven su infancia en el abandono.