Robots no tan robots, por José Andree Camarena

En la literatura de ciencia ficción, caracterizada por mundos futuristas donde los robots humanoides son herramientas prácticas del ciudadano común, el miedo de que la inteligencia artificial supere a la inteligencia humana, conllevando a una revolución parece ser una constante. De esta manera, Isaac Asimov nos presenta no solo obras en las que el hombre previene posibles actos de rebeldía por parte de las máquinas (como en el caso de “Sueños de robot”), sino que también se inmortaliza por ser el creador, en su obra “Runaround” de 1942, del sistema lógico con el que se busca poner al robot al servicio del hombre: “Las Tres Leyes de la Robótica”. Dicho esquema, que será posteriormente citado por varios autores en obras del mismo género, se resume en los siguientes tres enunciados:

  1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.

  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.

  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

De esta manera, en posteriores obras como “Yo, robot”, también de Asimov, la inteligencia artificial avanzada encuentra fallas en la lógica de las tres leyes, motivo por el cual, para proteger al hombre, este debe dominarlo y privarlo de ciertas libertades, desencadenando la revolución contra su creador. No obstante, vale la pena preguntarse: ¿este es un miedo reservado solo por los hombres hacia los robots? Después de todo, estos cuentos versan sobre la rebelión de un conjunto de seres inteligentes contra sus opresores, quienes les imponen un conjunto de reglas a seguir. Cabe notar que dentro de estas reglas, la condición de inferioridad respecto a los opresores es explícita y moralmente defendible para la mayoría.

Se trata, pues, de una condición análoga a la lucha contra la esclavitud: un conflicto que se ha reproducido reiteradamente a lo largo de la historia de la humanidad. En ese sentido, los robots serían los distintos grupos étnicos o religiosos conquistados y oprimidos que, con el transcurso del tiempo, comenzaron a cuestionar los lineamientos de sus gobernantes y la condición de superioridad de los grupos dominantes, desencadenando una lucha por su libertad. Puede que sea por mera coincidencia, pero en ese sentido, las historias de rebelión contadas en este género no son tan “de ficción” como podrían aparentarlo a simple vista. Después de todo, la lucha por la libertad parece ser una constante en la vida de todo grupo de seres inteligentes. Los distintos grupos humanos libres de hoy en día constituyen el análogo a un grupo de robots libres post-revolución.

Quizás cambien la tecnología y los estilos de vida con el tiempo, pero el concepto de libertad, y la importancia tan fundamental detrás de esta idea, de este “derecho” propio de todo ser racional, por el cual hemos sido capaces de luchar guerras y derramar tanta sangre, es el principio detrás de este tipo de historias, el cual es extrapolado a la experiencia futura de nuestras creaciones: los robots. Nuestra inteligencia es el resultado de un proceso evolutivo y milenios de aprendizaje en el que el conocimiento humano se ha ido acumulando. La inteligencia de los robots es también resultado de dicho proceso, la cual es programada en sus cerebros positrónicos directamente por nuestros científicos. Sin importar el origen de la vida inteligente, si al final los robots nos equipararan o superaran en capacidad de razonamiento: ¿bajo qué criterio podríamos definir su condición de esclavos cuando nosotros no pudimos seguir la misma lógica en nuestra historia? Que no nos sorprenda si en los cuentos de robots nos encontramos con que muchos de los protagonistas defienden los ideales de los grandes personajes de nuestra libertad. Es simplemente increíble lo retrospectiva que puede ser la literatura futurista.