“Anorexia y tijerita” de Alfredo Bryce Echenique, por Andrea Ostolaza

Bryce Echenique nos relata la historia de Joaquín Bermejo, un hombre que pierde un puesto de trabajo muy importante que lo obliga a regresar a laborar en el campo de las leyes y a ser objeto de burla por haber participado en un acto de corrupción. Joaquín desea permanecer en la clase oligarca y llega a sentirse sometido a su esposa Raquelita, auténtica oligarca que muestra un especial interés por mostrar que la clase alta de Lima siempre tendrá el poder. Es así que Joaquín se sumerje en una vida llena de apariencias y una lucha constante por no perder la posición que tanto le había costado alcanzar, aunque esto signifique sacrificar su masculinidad.

A lo largo de la trama el protaginista parece enfrentar una lucha interna, ya que su hombría es cuestionada, minada y prácticamente destruida principalmente por su esposa quien representa el poderío socio económico del Perú. El dolor que siente Joaquín y el placer fruto de la aventura en la que termina refugiándose con su amante Vicky, terminan por colocarlo en un estado psicológico destructivo y violento al intentar perpetuar una sociedad patriarcal en la que el simplemente no encaja. No obstante, también pudo ser que el hecho de buscar a otra mujer fuera del matrimonio y el uso de la violencia no sean nada más que acciones que refuercen su hombría, con lo que quedaría enclaustrado en un círculo vicioso de nunca acabar.

Dentro del caos en el que se encuentra, Joaquín busca espacios y oportunidades para encontrarse a sí mismo en la intimidad. El baño viene a significar para él un espacio en el que se puede alejar de la mirada pública que juzgua su masculinidad y donde puede ahondar en sus pensamientos. Entre tal inestabilidad y su ya declarada lucha fallida contra las estructuras socioeconómicas dominantes a las que pertenece, Joaquín Bermejo encuentra a través de la imaginación una forma de combatirlas. Esto lo lleva a fantasear con situaciones macabras hasta el punto de justificar el asesinato premeditado de su esposa, quien representa para él la opresión de las clases bajas populares, o “la ínfima” como Raquel menciona.

Raquelita, mujer de alcurnia y ajena a todo aquello que se relaciona con “la ínfima” parece haber opacado inconscientemente la identidad masculina de su esposo quien, a cambio de ascender en la escala social, renuncia su propia hombría que para el protagonista se asocia con el abuso del poder político, el ascenso económico y social y la virilidad sexual.

El título del cuento, “Anorexia y tijerita”, hace alusión en tono de burla a la oligarquía limeña. La anorexia de su esposa no es más que su manera de explicar que las personas “de su condición” nunca se conforman consigo mismas y muestran una imagen que todos quieren ver aunque su vida privada sea un caos. La tijerita viene a ser una herramienta empleada como arma para protegerse de la gente de “la ínfima”, pero a la vez se puede ver más allá como una prueba más de que su condición social es inamovible y que la larga tradición de ese amuleto en manos de las mujeres de su familia lo respaldan.

Una vez más Bryce Echenique encierra una profunda crítica social e invita a reflexionar sobre los abismos sociales que han dividido a la sociedad peruana. Si bien se aprencian similitudes al describir a sus personajes con Un mundo para Julius, a través de este personaje y principalmente de su esposa, se plasma también la marcada discriminación con frases como “el sudor en la frente” o “cráneo” que atribuyen desprecio hacia la clase obrera del país. Algo que me pareció distinto a lo que habíamos venido leyendo es el planteamiento de la masculinidad que hace Bryce, su fragilidad y significado para un hombre que no termina de encajar en ningún estrato social.

Andrea Ostolaza, junio de 2015.