Desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas del continente, lo que se refleja en reconocimientos como el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de Latinoamérica); el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique, y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010. Esta semana visitaremos a cuatro grandes autores que representan tres polos del Perú: la selva, la sierra y la costa afroperuana, tratando de mostrar con ellos la diversidad de las letras peruanas.
Arturo D. Hernández (Requena, 1903-1970)
Nacido en los márgenes del río Ucayali, en Loreto, este autor representa la primera literatura amazónica peruana hecha desde dentro; la primera vez que el resto del país (y del mundo) puede acercarse a la selva por la voz local y no por la voz de algún extranjero. Hijo de caucheros y cauchero él mismo, conoció a fondo su región y logró colocarla en la página escrita con un vigor comparable solamente al de La vorágine del colombiano J. E. Rivera. Su novela Sangama es la novela amazónica y loretana por excelencia. Después de ganar el Premio Nacional Ricardo Palma, dijo: «Hoy, que mi obra literaria ha llegado a tener algún mérito, aspiro solamente a interpretar la voz y el mensaje de la selva, mensaje fraterno de lucha, de dolor, y de inconformidad». De los relatos recogidos en Tangarana y otros cuentos, donde destaca la visión mágica y mítica del Amazonas, leeremos un cuento con un componente de terror: «La Casa del Diablo».
Ciro Alegría (La Libertad, 1909-1967)
Ciro Alegría y José María Arguedas son dos polos de la llamada literatura indigenista. La mirada de Alegría difiere de la de Arguedas porque se trata de un abordaje más literario, menos encajado en la observación y la vivencia puras de la realidad indígena que se retrata. La prosa de Alegría es elegante, a veces rebuscada, siempre poética, metafórica («El drama de roca que son los Andes», dice en una nota periodística sobre la relación entre el hombre y la cordillera). Como a Vargas Llosa y a Arguedas, se le reconoce por novelas magistrales como El mundo es ancho y ajeno o Los perros hambrientos, pero también incursionó con maestría en el relato breve, el ensayo y el periodismo.

José María Arguedas (Andahuaylas, 1911-1969)
Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó a un movimiento artístico, literario y antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces más profundas de la identidad y el mestizaje en el Perú, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, moderna y urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos siempre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Antonio Gálvez Ronceros (Chincha Alta, 1932)
Los temas locales (andinos, amazónicos), herederos de la tradición indigenista abundan todavía, revivificados ante las nuevas dinámicas sociales, y se desarrollan a la par de los otros nuevos temas. Hay sin embargo, una obra que destaca en cuanto al tradicionalismo, y que si bien pertenece a la generación de los mayores, aún no ha obtenido la difusión que merece: se trata de una de las pocas muestras literarias de una cultura vigorosa en la música y la danza: la afroperuana, que ha encontrado su voz en la obra de Antonio Gálvez Ronceros, de quien esta semana leeremos dos brevísimos cuentos, «¡Miera!» y «Jutito», en los que se muestra la maestría en el manejo de la oralidad y la cultura del Perú afrodescendiente.
Estas son las lecturas para esta semana:












Entre los autores más reconocidos del género está el estadounidense Philip K. Dick, de cuya imaginación se han creado algunas de las más sobresalientes películas futuristas de la segunda mitad del siglo XX (y siguen produciéndose nuevas). Escribió 36 novelas y más de 120 cuentos de ciencia ficción. De sus novelas destaca, por ejemplo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que fue llevada al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner, la cual se ha convertido en un filme de culto y que se niega a envejecer. En ella se plantea el viejo tema asimoviano de la creación tecnológica humana que pretende superar o dominar a su creador.
