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Tercera semana: lo absurdo y el horror

El horror y el absurdo son dos géneros bien diferentes; los reunimos por razones prácticas: para abarcar un poco más en el corto tiempo que tenemos para compartir lecturas, pero hay que leer los cuentos de cada una de estas dos tendencias narrativas con independencia una de la otra (no se trata de compararlos).

Lo kafkiano (el absurdo)

Franz Kafka

Franz Kafka, (Praga, 1883-1924), extraordinario escritor checo de lengua alemana, ha dejado una fuerte marca en el mundo literario y más allá de él. No en vano decimos de algo que «es kafkiano» si se presenta como absurdo, como algo que desafía lo posible. El más conocido de sus cuentos, «La metamorfosis» ha pasado a la posteridad como ejemplo de lo absurdo y al mismo tiempo como símbolo de una modernidad llena de contradicciones. En ese cuento, el personaje principal, Gregorio Samsa, despierta un día convertido en un escarabajo, y este hecho desata una historia que desarrolla hasta sus últimas consecuencias tal situación absurda. Esta semana leeremos un relato brevísimo de Kafka: «Una confusión cotidiana», que habla de desencuentros. Kafka abordó también lo sobrenatural en cuentos como «Un médico rural», que, aunque no puede clasificarse propiamente como terror, tiene elementos que lo recuerdan. Una interesante versión animada (hecha en Japón) de esta historia puede verse aquí: parte 1 y parte 2.

La visión de Albert Camus

Casi todos los escritores de la primera mitad del siglo XX han escrito bajo la influencia de Kafka. El caso de Albert Camus (1913-1960) es especial pues llevó la reflexión sobre lo absurdo de la vida humana hasta la filosofía, especialmente en su ensayo El mito de Sísifo. Este extraordinario autor fue, además de futbolista, actor, activista político (miembro de la Resistencia francesa contra la invasión nazi), dramaturgo, filósofo, cuentista y novelista. Su novela breve El extranjero, quizás la más conocida de sus obras se orienta a expresar esa falta de sentido, ese absurdo de la vida, lo que le valió ser reconocido como existencialista, aunque su obra está más allá de esa corriente filosófica. Poco después de obtener el premio Nobel, murió en un accidente automovilístico dejando trunca una obra que quizás hubiera podido desarrollarse mucho más allá. De él leeremos el cuento «Los mudos», que, aunque no pertenece al género de lo absurdo, aún tiene elementos que recuerdan esa reflexión sobre la inutilidad de la existencia humana (y la lucha que hay que llevar a cabo para darle un sentido).

¡Terror!

La literatura de horror es la fuente de un género desarrollado en el cine incansablemente desde hace casi cien años (con Nosferatu, por ejemplo, cine mudo alemán de 1922). Pero hay una diferencia importante entre la literatura clásica de horror y el cine o la literatura de terror de nuestro tiempo: hoy en día, acudimos más al «efecto», a la provocación del susto, el espanto espontáneo que nos haga temblar en la butaca. La literatura de terror, de una forma más pausada pero mucho más profunda, nos llevará a la vivencia del miedo como pasión básica pero no caerá en ese efectismo del susto que reconocemos como terror. El lector contemporáneo, por tanto, puede llegar a sentir que los cuentos de Poe, Lovecraft y otros autores, parecen «no dar miedo». Hay que poner atención en el suspenso y en la descripción de los sentimientos de miedo de los personajes y recordar que «dar miedo» no era su objetivo original sino plantear misterios y escudriñar el alma humana en sus zonas más oscuras.

Edgar Allan Poe de terror

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe (Boston, 1809-1849) no solo fue un extraordinario poeta romántico y creador de uno de los personajes más interesantes de la literatura policiaca, como es Auguste Dupin. Quizás la razón más significativa de su enorme fama, su interminable influencia y su permanente actualidad, es que se trata de un autor de cuentos de misterio y miedo; podríamos decir que se encuentra entre los fundadores del género terrorífico.

La narrativa oscura, gótica, de Poe, ha trascendido el tiempo y el espacio. Traducido a incontables idiomas y reeditado constantemente, Poe sigue llenando nuestra imaginación de temores. Hay en su obra fantasmas y espantos, toda una vida espectral dispuesta a estremecernos a lo largo de las líneas de sus estupendos cuentos. Un ejemplo muy importante de esta tendencia es el fabuloso cuento largo «La caída de la casa de Usher», que ha inspirado películas, obras de teatro y hasta música (por ejemplo, la suite de rock progresivo de The Alan Parsons Project). Pero hay también otra serie de cuentos en los que lo espectral no tiene lugar sino que se concentra en los miedos y la perversidad del individuo. Es el caso de «El pozo y el péndulo» (que revive la época oscura de la Inquisisción) o «El corazón delator», cuento que leeremos esta semana.

El oscuro y pesadillesco mundo de Lovecraft

H. P. Lovecraft

Por su parte, en Howard Phillips Lovecraft (Providence, EUA, 1890-1937) tenemos a un fundador de todo un subgénero y una literatura de culto. Lovecraft fue un escritor prodigio: escribió su primer relato de terror a los quince años de edad, y, aunque dedicaría su juventud a la poesía, desarrollaría más adelante toda una especie de amenaza latente en los mares, monstruosa, terrible, alrededor de la cual crecería la leyenda de «Los mitos de Ctulhu», de los cuales, probablemente, la historia más representativa es «La sombra sobre Insmouth» (que se puede descargar en PDF de aquí). Desarrollados casi siempre en el frío y húmedo paisaje de la costa noratlántica de los Estados Unidos (Rhode Island, Maine), los sencillos pueblos de pescadores sobreviven a la amenaza de una especie monstruosa que viene de las profundidades y se confunde con nosotros en un oscuro afán de conquista (esta temática sería retomada después por Stephen King, el gran autor estadounidense, en «La niebla», también llevada al cine).

Una serie de cuentos menos conocidas de Lovecraft es la llamada «onírica», que personifica Randolph Carter, un filósofo-investigador enfrentado a extraños poderes como en «La declaración de Randolph Carter», el cuento que leeremos esta semana.

Lecturas:

  • Franz Kafka, «Una confusión cotidiana»:
  • Albert Camus, «Los mudos»
  • Edgar Allan Poe, «El corazón delator»
  • H. P. Lovecraft, «La declaración de Randolph Carter»

En ciclos anteriores del club hemos leído otros cuentos de estos autores, que se enlazan a continuación como sugerencias de lectura:

Y un cuento de terror más reciente del gran Stephen King: «La imagen de la muerte»

Primera semana: naturalismo y modernismo

Émile Zola

El naturalismo en literatura forma parte del realismo, una corriente literaria que buscó describir y recrear lo real, sin invenciones fantásticas y bien apegada a lo verosímil. El naturalismo surge en Francia a mediados del siglo XIX, aunque se expandirá por el mundo occidental rápidamente. Su principal exponente es Émile Zola (Francia, 1840-1902), que incluso desarrolló teóricamente los fundamentos de esta corriente.

Se genera en el espíritu cientificista del positivismo de aquella época, cuando el desarrollo de las ciencias se imponía en todos los ámbitos de la vida, y como tal busca expresar lo que sucede en la sociedad de una manera documentada y apegada lo más posible a lo real, con especial atención en las capas más pobres de la sociedad.

Clorinda Matto de Turner

En América Latina hubo importantes representantes de este estilo literario. Podríamos decir, si las «Tradiciones peruanas» fueran cuentos, que Ricardo Palma (Lima, 1833-1919) fue un gran naturalista (pero las tradiciones son más crónica que ficción). En el Perú es Clorinda Matto de Turner (autora de la novela clásica Aves sin nido), la más importante representante de este estilo, aunque los autores indigenistas de principios del siglo XX heredan los intereses de los naturalistas en cuanto a la representación de la vida de los desfavorecidos en la sociedad.

Guy de Maupassant

Dos de los cuentos seleccionados para esta semana pertenecen al naturalismo. En «Una vendetta» de Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893), podemos ver con claridad la descripción de hechos tan verosímiles que a veces resulta impresionante. La mujer que protagoniza el cuento desarrolla una actividad con su mascota, la perra Vigilante, que se parece los experimentos del fisiólogo ruso Pavlov (1849-1936), quien, en esa misma época, estaba en camino de postular la teoría del reflejo condicional, a partir de la cual surgiría toda una teoría psicológica, el conductismo. Cabe señalar que Maupassant no se basa en los experimentos de Pavlov (a quien probablemente no conocía) para los personajes de este cuento; se trata más bien de una coincidencia posible gracias al espíritu de la observación científica común a ambos ámbitos: el naturalismo literario y la medicina. En su cuento «El Horla», considerado como uno de los primeros relatos de horror, el personaje principal, aparentemente víctima de una enfermedad mental, dice «[el ojo] ignora los millares de pequeños animalillos que viven en una gota de agua»; algo que no fue posible saber hasta que existió el microscopio.

Antón Chéjov

En el caso de «La tristeza» de Antón Chéjov (Rusia, 1860-1904), asistimos a las escenas de la pobreza y la soledad en el duro invierno ruso, durante la era zarista, en la que las diferencias sociales eran tan agudas, que se produciría pronto la primera revolución socialista de la historia. Hay que poner atención en el personaje principal, el cochero Yona, y su solitaria tristeza por el hijo perdido, mientras es maltratado o simplemente ignorado por los demás.

James Joyce (1982-1941)

James Joyce (1982-1941)

La tercera lectura de esta semana pertenece a una corriente posterior al naturalismo, aunque influenciada por él en cuanto al realismo de las narraciones. James Joyce, escritor irlandés modernista, es reconocido por haber revolucionado la narrativa de ficción con su novela Ulises, en la que se narra lo sucedido a un personaje a lo largo de un solo día, de manera no lineal, con una narrativa llena de laberintos, vueltas, cambios de punto de vista y otras avezadas estrategias que le valieron ser rechazada para publicación en diversas ocasiones. Hoy, sin embargo, es importante para la literatura porque mostró que era posible decir las cosas de otro modo. Es también muy famoso su libro de cuentos Dublineses, del que tomamos el relato «Eveline», en el que destaca la introspección del autor hacia los sentimientos de sus personajes.

Para las lecturas:

  • Maupassant, «Una vendetta»: clic aquí para la versión dentro del blog o en el siguiente enlace para el PDF: Maupassant – Una vendetta.
  • Chéjov, «La tristeza»: clic aquí para la versión dentro del blog o en el siguiente enlace para el PDF: Chejov – La tristeza
  • Joyce, «Eveline»: click aquí para la versión en el blog o aquí para el PDF

Una vez leídos, por favor dejen sus comentarios a las lecturas en el espacio para comentarios de este post. ¡Sean breves!

Semana 10. Cuentos peruanos II

Contemporáneos de Mario Vargas Llosa, pero no incluidos en el boom porque no alcanzaron tan tempranamente la difusión internacional, están dos autores reconocidos por su maestría en el relato: Julio Ramón Ribeyro  y Alfredo Bryce Echenique. Como ambos pertenecen a lo que se ha dado en llamar el canon criollo o limeño, esta semana nos acercaremos también a un autor de la generación siguiente a la del boom, Óscar Colchado Lucio, que ha desarrollado una importante  literatura andina con el éxito de haber logrado colocarla en el espectro literario nacional a través de su publicación en editoriales de amplia difusión.

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Julio Ramón Ribeyro (1929-1994)

Julio Ramón Ribeyro

Julio Ramón Ribeyro

Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

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Alfredo Bryce Echenique (1939)

Alfredo Bryce EcheniqueEn el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le ha brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

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Óscar Colchado Lucio (1947)

Óscar Colchado Lucio

Óscar Colchado Lucio

Colchado es, probablemente, uno de los más relevantes escritores de nuestros días. No solo ha poblado la imaginación de varias generaciones de niños con su personaje infantil Cholito, protagonista de mil aventuras, sino que ha revivido la historia a través de novelas históricas de corte aventurero como ¡Viva Luis Pardo!, de ficción madura sobre la violencia como Rosa Cuchillo, o de cuentos complejos entre la mitología andina y el horror como los recogidos en el volumen Cordillera Negra. Con Colchado estamos ante un autor que ha recreado la vida y la imaginación andina tal como sucede a lo largo de la cuenca del río Santa, desde sus glaciales alturas hasta su desembocadura en las costas chimbotanas. Si en Gálvez Ronceros hemos visto el uso de la oralidad para adentrarnos en la mentalidad afroperuana, y en Bryce, de igual manera, para entrar al universo de la elite limeña, en Colchado podremos observar el uso de este recurso literario para ingresar a la cosmovisión de los Andes centrales.

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí una lectura opcional, también de Ribeyro:

Semana 9. Cuentos peruanos I

Desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas del continente, lo que se refleja en reconocimientos como el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de Latinoamérica); el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique, y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010. Esta semana visitaremos a cuatro grandes autores que representan cuatro polos del Perú: la selva, la sierra, la costa afroperuana y la gran ciudad, Lima, tratando de mostrar con ellos la diversidad de las letras peruanas.

Arturo D. HernándezArturo D. Hernández (Requena, 1903-1970)

Nacido en los márgenes del río Ucayali, en Loreto, este autor representa la primera literatura amazónica peruana hecha desde dentro; la primera vez que el resto del país (y del mundo) puede acercarse a la selva por la voz local y no por la voz de algún extranjero. Hijo de caucheros y cauchero él mismo, conoció a fondo su región y logró colocarla en la página escrita con un vigor comparable solamente al de La vorágine del colombiano J. E. Rivera. Su novela Sangama es la novela amazónica y loretana por excelencia. Después de ganar el Premio Nacional Ricardo Palma, dijo: «Hoy, que mi obra literaria ha llegado a tener algún mérito, aspiro solamente a interpretar la voz y el mensaje de la selva, mensaje fraterno de lucha, de dolor, y de inconformidad»De los relatos recogidos en Tangarana y otros cuentos, donde destaca la visión mágica y mítica del Amazonas, leeremos un cuento con un componente de terror: «La Casa del Diablo».

José María Arguedas

José María Arguedas (Andahuaylas, 1911-1969)

Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó a un movimiento artístico, literario y antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces más profundas de la identidad y el mestizaje en el Perú, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, moderna y urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos siempre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Antonio Gálvez Ronceros

Antonio Gálvez Ronceros (Chincha Alta, 1932)

Los temas locales (andinos, amazónicos), herederos de la tradición indigenista abundan todavía, revivificados ante las nuevas dinámicas sociales, y se desarrollan a la par de los otros nuevos temas. Hay sin embargo, una obra que destaca en cuanto al tradicionalismo, y que si bien pertenece a la generación de los mayores, aún no ha obtenido la difusión que merece: se trata de una de las pocas muestras literarias de una cultura vigorosa en la música y la danza: la afroperuana, que ha encontrado su voz en la obra de Antonio Gálvez Ronceros, de quien esta semana leeremos un brevísimo cuento, «¡Miera!», en el que se muestra la maestría en el manejo de la oralidad y la cultura de la costa peruana afrodescendiente.

Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936)

Al igual que con Arguedas (con quien además el Nobel ha mantenido un diálogo en permanente conflicto, llegando a considerársele como un conflicto con «la sombra del padre»), de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes de la llamada «novela total», aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Estas son las lecturas para esta semana:

 

Semana 7. Cuento en Latinoamérica

«He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.” Joaquín Torres García. Universalismo Constructivo, 1941.

El largo periodo colonial en lo que hoy es América Latina impuso el castellano sobre regiones en las que se hablaban (y se hablan aún hoy) cientos de idiomas originarios, con sus propias literaturas y tradiciones orales. En cada uno de los países que se formaron después de las guerras de independencia hace 200 años, el español americano fue adquiriendo acentos y expresiones locales que recogían las tradiciones autóctonas dándole características especiales. Sin embargo, durante el primer siglo de vida independiente, fuimos una especie de «hispanohablantes de segunda»; siempre vigilados por la ortodoxia europea (española) que, a través del lenguaje y su Real Academia, continuaba el colonialismo en el ámbito cultural. Ricardo Palma, en el Perú, fue uno de los primeros escritores que reivindicó nuestras múltiples formas de hablar y escribir español como legítimas, autónomas y con pleno derecho, es decir, no subordinadas a la de la metrópoli. A partir de entonces, de la época del modernismo, nuestras literaturas aprenderían a andar solas.

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Horacio Quiroga (Uruguay, 1878-1937)

Horacio Quiroga

Horacio Quiroga

Aún dentro de la corriente vigente a fines del siglo XIX y principios del XX, el modernismo, Horacio Quiroga desarrolló una obra que podemos considerar fundadora para el género cuentístico latinoamericano. Fuertemente influenciado por Edgar Alan Poe, y tomando como fuente su propia vida llena de aventuras y asediada por la tragedia, escribió cuentos que pueden ser incluidos entre los clásicos de suspenso. Ha pasado a la historia no solo como constructor de nuestra visión de la selva y de las penurias de los expedicionarios y trabajadores de las inhóspitas forestas que cubren las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay, sino también por la visión del horror en sus Cuentos de amor, de locura y de muerte, como es el caso de «El almohadón de plumas».

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Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

Durante las primeras décadas del siglo XX, Europa fue centro de la experimentación artística en todos los ámbitos. Esa época de vanguardias o «ismos» (futurismo, surrealismo, creacionismo, dadaísmo, ultraísmo, etc.) cambió la fisonomía de la literatura, la poesía, la pintura y la música. Ahí estuvo el argentino Jorge Luis Borges, que traería a América ese impulso creador. Poeta vanguardista, más adelante fue escritor de cuentos fantásticos con un componente ensayístico impresionante y su obra constituye un portentoso universo de lo imposible. Uno de sus más famosos relatos, «El Aleph» es hoy referencia para cualquiera que desee abordar el género fantástico. Cabe recordar que Borges, que no escribió novelas, consideraba que «el cuento es un género más antiguo que la novela y quizás pueda outlive, quizás pueda vivir más allá de la novela».

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Edmundo Valadés (México, 1915-1994)

Edmundo Valadés

Edmundo Valadés

La Revolución Mexicana, primera revolución social del siglo XX, generó una nueva narrativa que contaba la tragedia de ese periodo violento de la historia, pero fueron los autores posteriores (como Juan Rulfo y Edmundo Valadés) los que alcanzaron madurez mediante una literatura que profundizaba en los contrastes sociales de un país refundado «a medias». Valadés ha sido uno de los más destacados representantes del género corto, a cuya difusión dedicó su vida desde la famosa revista El cuento, publicando a autores poco conocidos, traduciendo los de otras lenguas e innovando con géneros como la minificción. Su cuento «La muerte tiene permiso», publicado en 1955, es ya un clásico del género donde destaca la economía de recursos de intriga y de personajes, y el final sorpresivo.

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Clarice Lispector (Brasil, 1920-1977)

Clarice Lispector

Clarice Lispector

Si bien la literatura brasileña tiene un proceso autónomo con respecto al resto de América Latina, hay factores comunes por la experiencia colonial y hay un fuerte acercamiento con los países hispanohablantes durante la época de las vanguardias, pues varias de las más destacadas proceden de Brasil y están detrás de la obra de Clarice Lispector, que resalta entre los escritores de su generación por el énfasis que pone en la descripción de sensaciones (de lo que el cuento «El primer beso» es un gran ejemplo). La familia de esta autora, de origen judío, emigró de Ucrania a Brasil cuando ella tenía apenas meses de edad. A pesar de haber fallecido a los 56 años, víctima de cáncer, alcanzó un gran reconocimiento en vida.

Para las lecturas:

  • Horacio Quiroga, «El almohadón de plumas». En el blog: click aquí. En PDF, aquí.
  • Jorge Luis Borges, «El Aleph». En el blog: click aquí. En PDF aquí.
  • Edmundo Valadés, «La muerte tiene permiso». BlogPDF.
  • Clarice Lispector, «El primer beso». BlogPDF.

Otras lecturas (opcionales) de estos autores en nuestra biblioteca: