Semana 6: grandes cuentistas peruanos

Pocos temas tan difíciles como hablar del cuento peruano, sobre todo si no eres un crítico, un especialista, un verdadero entendido; estas son las reflexiones de un lector y nada más. La semana pasada hablamos del boom de literatura latinoamericana y no tocamos a los autores del Perú porque tendríamos capítulo aparte para ellos. No sólo porque estamos en el Perú y nos interesa, sino porque, desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas y vigorosas, de las más llenas de sentido de todo el continente. Si esto se refleja en reconocimientos, pues nada más y nada menos que el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de nuestro continente); el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique, y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010.

La maestría peruana en el relato breve se remonta lejos en el tiempo, pero destaca la obra de Ricardo Palma, que no solo dio a nuestro idioma «latinoamericano» la mayoría de edad, sino que a través de una mezcla de historia, ficción y crónica, acuñó un género único: la «tradición». Sobre esos cimientos, en el siglo XX se desarrolló una de las tradiciones (valga la redundancia) cuentísticas más sólidas en castellano.

Elegir a los autores que leemos esta semana ha sido arduo, aun cuando tendremos otra semana más para leer a otros más recientes. Visitaremos pues, a cuaro grandes, a sabiendas de que dejaremos fuera a muchos más. No leeremos, por ejemplo, a Ciro Alegría, a Carlos Eduardo Zavaleta, a Miguel Gutiérrez ni a Edgardo Rivera Martínez, que son grandes contemporáneos de los que sí visitaremos: José María Arguedas (1911-1969), Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), Mario Vargas Llosa (1936), Alfredo Bryce Echenique (1939) y Antonio Gálvez Ronceros (1932).

José María Arguedas

José María Arguedas

Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó en el Perú a un movimiento literario-antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces verdaderas y más profundas de nuestra identidad y nuestro mestizaje, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, criolla, moderna, urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos siempre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Julio Ramón RibeyroJulio Ramón Ribeyro

Ribeyro, en cambio, representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió varias novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

Mario Vargas Llosa

Al igual que con Arguedas (con quien además el Nobel ha mantenido un diálogo en permanente conflicto, llegando a considerársele como un conflicto con «la sombra del padre»), de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes en el mundo de la llamada «novela total», aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Alfredo Bryce Echenique

ALfredo Bryce Echenique

En el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le han brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

Antonio Gálvez RoncerosAntonio Gálvez Ronceros

Los temas locales (andinos, amazónicos), herederos de la tradición indigenista abundan todavía, revivificados ante las nuevas dinámicas sociales, y se desarrollan a la par de los otros nuevos temas. Hay sin embargo, una obra que destaca en cuanto al tradicionalismo, y que si bien pertenece a la generación de los mayores, aún no ha obtenido la difusión que merece: se trata de una de las pocas muestras literarias de una cultura vigorosa en la música y la danza: la afroperuana, que ha encontrado su voz en la obra de Antonio Gálvez Ronceros, de quien esta semana leeremos un brevísimo cuento, «¡Miera!», en el que se muestra la maestría en el manejo de la oralidad y la cultura de la costa peruana afrodescendiente.

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí algunas opcionales:

Semana 5: cuento latinoamericano

Uno de los resultados del largo periodo colonial español en lo que hoy es América Latina fue la imposición del castellano sobre regiones en las que se hablaban (y se hablan aún hoy) cientos de idiomas originarios. En cada uno de los países que se formaron después de las guerras de independencia hace 200 años, nuestro español fue adquiriendo acentos y expresiones locales que recogían las tradiciones autóctonas dándole características especiales. Sin embargo, durante al menos los primeros 70 años de nuestra independencia, fuimos una especie de «hispanohablantes de segunda»; siempre vigilados por la ortodoxia europea que, a través del lenguaje y su Real Academia, continuaba el colonialismo cultural. Fue Ricardo Palma, en el Perú, uno de los primeros escritores que reivindicó nuestra forma de hablar y escribir español como legítima, autónoma y con pleno derecho, es decir, no subordinada a la de la metropoli. A partir de entonces, de la época del modernismo, nuestras literaturas aprenderían a andar solas.

El siglo XX vio nacer a algunos de los más importantes escritores en lengua española, no procedentes de España, que hoy son faros que iluminan la literatura universal.

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

Durante las primeras décadas del siglo XX, Europa fue centro de la experimentación artística en todos los ámbitos. Esa época de vanguardias o «ismos» (surrealismo, creacionismo, dadaísmo, ultraísmo, etc.) cambió la fisonomía de la literatura, la poesía, la pintura y la música. Ahí estuvo el argentino Jorge Luis Borges, que traería a América ese impulso creador. Poeta vanguardista, más adelante fue escritor de cuentos fantásticos con un componente ensayístico impresionante y su obra constituye un portentoso universo de lo imposible. Uno de sus más famosos relatos, «El Aleph» es hoy referencia de cualquiera que desee abordar el género fantástico. Su autor, que para nosotros debió haber sido ganador del premio Nobel, es una consulta obligada para cualquier persona que se adentre en el mundo de las letras. Cabe recordar que Borges, que nunca escribió una novela, consideraba que «el cuento es un género más antiguo que la novela y quizás pueda outlive, quizás pueda vivir más allá de la novela».

Juan Rulfo

Juan Rulfo

En México, luego de una intensa narrativa que contaba los horrores de la Revolución de 1910, la «novela de la revolución mexicana», surgió un autor que se convirtió en precursor del realismo mágico, género con el que se harían famosos autores posteriores. Se trata de Juan Rulfo (1917-1986), que con solo dos libros publicados en su vida (además de numerosos guiones de cine y una extraordinaria producción fotográfica), es considerado uno de los más importantes autores latinoamericanos y, al igual que Borges, es referencia global. En su breve obra se resume de una forma extraordinaria el desarrollo de una narrativa que recoge la tragedia de la Revolución mexicana.

Sin embargo, no fue sino hasta mediados del siglo XX, con el famoso boom de la literatura latinoamericana, que alcanzaríamos pleno reconocimiento mundial. Hoy día somos el segundo idioma que más personas hablan  en el mundo, después del chino, y una de las literaturas más vigorosas del planeta. Con el de Mario Vargas Llosa, nuestro idioma suma seis premios Nobel de literatura entregados a latinoamericanos.

Julio Cortázar

Julio Cortázar

Los escritores latinoamericanos que leeremos esta semana, además de Rulfo y Borges, pertenecen a este boom y son, en gran medida, sus más importantes representantes: dueños de estilos cuentísticos que han sentado bases para el desarrollo del género en nuestro idioma. En primer lugar, el argentino Julio Cortázar (1914-1984), cuya obra abarcó ńo solo los géneros del cuento, la novela y la poesía, sino que fue más allá, innovando en cada uno de esos géneros. Su novela Rayuela es una obra experimental en la que el autor juega con los puntos de vista y rompe con la lectura lineal, presentándonos una obra que puede ser leída de diversas maneras, en desorden, enriqueciendo la experiencia de la lectura y logrando que el lector tenga un papel activo en ella. Es conocido también por la maestría en el desarrollo de las tramas de sus cuentos y por un manejo de los desenlaces que nos dejan siempre anonadados, por decir lo menos, como podremos comprobar con «La autopista del sur».

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez (1927), premio Nobel en 1982, fue capaz de crear un universo entero en su novela Cien años de soledad, la cual se ha mantenido desde su publicación como la más representativa de las obras literarias de nuestro continente. En su Macondo logró fraguar tanto la realidad como la magia del continente entero, llegando a consolidarse como la más importante obra de «realismo mágico», ese género en el que hasta las cosas más cotidianas se revisten de un halo de misterio y fantasía que expresa la forma de ver el mundo surgida de nuestra fragua mestiza. Extraordinario cuentista, leeremos de él un relato muy breve en el que, en unos cuantos párrafos, es capaz de mostrarnos toda una historia de conflictos sociales y políticos.

Para las lecturas:

Otras lecturas de estos autores en nuestra biblioteca:

Semana 4: Ciencia ficción

Sueños de robot

Mis primeros robots aparecieron en 1939 y he tenido que vivir más de cuarenta años para descubrir que fui profeta.
Isaac Asimov

Lo que conocemos como ciencia ficción o ficción científica representa un subgénero literario tan amplio o más que, por ejemplo, «fantasy» o «terror». Si bien se trata de un tipo de literatura característico del siglo XX y que sigue creciendo en nuestros días, sus orígenes pueden remontarse lejos en el pasado. La monstruosa creación del Dr. Frankenstein en la obra de Mary Shelley, a principios del siglo XIX es ya ciencia ficción, aunque las referencias literarias sobre viajes a la luna o al futuro aparecen aun antes.

Suele reconocerse, además de a Shelley, a Julio Verne (con sus viajes a la luna o la exploración submarina a bordo del fabuloso Nautilus) y a H. G. Wells (La guerra de los mundos) como los grandes fundadores del género. La característica más importante que suele definirlo es el uso de los conocimientos producidos por la ciencia para la creación de obras literarias que pueden ser futuristas, terroríficas, fantásticas, etc., en las que el uso del discurso y la lógica científicas apuntalan la verosimilitud de las historias. Sin embargo, fue en la década de 1920 cuando el término se acuñó definitivamente y comenzó su crecimiento exponencial hasta nuestros días.

Pronto, la ciencia ficción se convirtió también en género favorito de dos de los medios de comunicación más importantes del siglo XX: el cine y el cómic. En todas sus formas, este género busca poner la ciencia al servicio de la imaginación, y en muchos casos, las obras de ficción científica llegan a convertirse en verdaderas profecías de lo que con el tiempo se consigue a través del desarrollo de las ciencias. ¿Quién iba a decirle a Verne que en 1967 el hombre llegaría realmente a la Luna?


Isaac Asimov (1920-1992)

Isaac Asimov

Uno de los más prolíficos y reconocidos autores de ciencia ficción fue el estadounidense Isaac Asimov. Nacido en la Rusia soviética, cuando tenía apenas tres años de edad, su familia se trasladó a Nueva York. Aunque estudió bioquímica y química, llegando incluso al doctorado, no se desarrolló plenamente en el campo de la investigación científica. Optó por la escritura, de la que pronto pudo vivir. Y escribió prolíficamente: más de 500 libros publicados, sin contar artículos, cartas y otros textos, abarcando fundamentalmente la ficción científica, pero destacando también en la divulgación de la ciencia y la historia.

La saga Fundación, formada por tres novelas centrales y aumentada por numerosos libros, es una de sus obras más importantes. En su parte central, la trama se ubica muy lejos en el tiempo y ha sido calificada como una «historia del futuro» por la solidez de sus planteamientos psicosociales, además de la construcción de un universo tecnológico complejo. Los robots juegan, en su obra un papel fundamental. Fue él mismo quien acuñó la palabra «robótica» con la que hoy se describe un amplio conjunto de conocimientos relacionados con el desarrollo de la inteligencia artifical. Y destaca, dentro de esta temática, su postulación de las «tres leyes de la robótica», que es tenida en cuenta por quienes trabajan en torno de esta área de desarrollo científico. El mismo Asimov se mostraba orgulloso de haber predicho en sus obras de ficción escritas a mediados del siglo XX, muchos de los avances científicos que vería concretarse a finales del mismo siglo.

De Asimov, leamos el relato «Sueños de robot», en el que se plantean claramente estas tres leyes y de cuya trama han surgido numerosas películas y novelas posteriores, entre las que destacan «Yo robot» (basada en los relatos del libro de Asimov del mismo título) y «El hombre bicentenario».


Stanislaw Lem (1921-2006)

Stanislaw LemSi bien la ciencia ficción ha sido dominada por escritores de habla inglesa (Asimov, Bradbury, Huxley, Clark, Dick, etc.), el polaco Lem es un representante muy especial del género, principalmente por su uso de la sátira y la reflexión filosófica sobre los temas del futurismo, los viajes espaciales y los viajes en el tiempo, entre otros. Muchas de sus obras han sido también llevadas al cine (como Solaris). Estudió medicina, aunque no pudo terminar, en parte por la segunda guerra mundial (en la que se salvó, casi por suerte, de morir a manos de los nazis), en parte por ser un disidente (aunque socialista) bajo el régimen soviético. Así, optó también por la literatura, y no le fue fácil: uno de sus temas preferidos, la cibernética, le fue duramente censurado por el poder soviético al considerarlo afin a los valores de la «burguesía capitalista».

Lem se divirtió mucho realizando ficción a través de la problematización de paradojas del conocimiento científico. Como ejemplo están los viajes de su genial personaje Ijon Tichy, un viajero espacial, protagonista de una serie de locos relatos, los Diarios de las estrellas. Leamos el primer relato, «Viaje séptimo», donde el viajero se enreda en una especie de bucle temporal producido por una nube gravitacional y tiene experiencias bastante alocadas, permitiéndonos asistir al humor con que este extraordinario autor aborda el género.

Ray Bradbury (1920-2012)

Este escritor estadounidense, autodidacta, recientemente fallecido, ha abordado mucho más que la ciencia ficción a lo largo de su obra. Sin embargo, una de sus novelas causó tanto impacto que llevó a que se le considerara como uno de los más importantes autores del género: Farenheit 451. En esta novela, Bradbury describe un futuro dominado por un poder totalitario en el que han sido prohibidos los libros, y narra el proceso de conversión de un «bombero», cuyo trabajo consiste en descubrir libros clandestinos para incinerarlos (el papel arde a 451°F; de ahí el título del libro), que es conquistado por la literatura.

En cuanto a sus relatos, son muy famosas las Crónicas marcianas. Para conocer un poco su obra, leamos también uno de esos cuentos, «Encuentro nocturno», y veamos una adaptación al cómic: Daniel Torres – Encuentro nocturno (cómic) [ojo, es una descarga de 8 Mb].

 

Philip K. Dick (1928-1982)

Philip K. Dick

Philip K. Dick

Entre los autores más reconocidos del género está el estadounidense Philip K. Dick, de cuya imaginación se han creado algunas de las más sobresalientes películas futuristas de la segunda mitad del siglo XX (y siguen produciéndose nuevas). Escribió 36 novelas y más de 120 cuentos de ciencia ficción. De sus novelas destaca, por ejemplo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que fue llevada al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner, la cual se ha convertido en un filme de culto y que se niega a envejecer, y plantea el viejo tema asimoviano de la creación tecnológica humana que pretende superar a su creador.

Sus cuentos se han convertido en películas de ciencia ficción policial como Minority Report, en la que Tom Cruise interpreta a un agente policial que impide crímenes que no se han cometido pues hay una tecnología que los predice; The Adjustment Bureau (Los ángeles del destino), en la que unos extraños seres intervienen sobre las personas para que el destino siga un curso específico, o Total Recall, basada en el relato «Podemos recordarlo todo por usted», que ya está en su tercera adaptación a la pantalla: la primera (1990) con Arnold Schwarzenegger; la segunda como serie de televisión en Italia (1997), y la tercera con Colin Farrell, estrenada recién en 2012.

De Dick leamos el cuento «Un extraño paraíso», en el que el autor introduce un elemento de erotismo y a la vez explota la idea común de que hay extraterrestres muy avanzados interviniendo en la historia humana desde la antigüedad.

 

Ciencia ficción en el Perú

La ciencia ficción se ha ido extendiendo ampliamente por el mundo y el Perú no es una excepción, aunque aún no se consiga suficiente difusión de las creaciones de autores peruanos, fundamentalmente novelas. Un estupendo cuento de ciencia ficción es el de Daniel Salvo, «El primer peruano en el espacio», que ya ha sido traducido y publicado en inglés en una antología que reúne ciencia ficción de todo el mundo: The Apex Book of World SF. Lo añadimos a nuestro blog como lectura opcional para esta semana.

Para las lecturas (obligatorias):

Lecturas opcionales:

Semana 3: misterio, horror, fantasía

La literatura de horror, misterio y fantasía es la fuente de lo que se ha desarrollado en el cine incansablemente durante las últimas décadas. Pero hay una diferencia importante entre la literatura clásica de horror y el cine y la literatura de terror de nuestro tiempo: hoy en día, acudimos más al «efecto», a la provocación del susto, el espanto espontáneo que nos haga temblar en la butaca. La vieja literatura de terror, de una forma más pausada pero mucho más profunda, nos llevará a la vivencia del miedo como pasión básica pero no caerá en ese efectismo del susto que reconocemos como terror. El lector contemporáneo, por tanto, puede llegar a sentir que los cuentos de Poe, Lovecraft y otros autores, parecen «no dar miedo». Hay que poner atención en el suspenso y en la descripción de los sentimientos de miedo de los personajes.

Edgar Allan Poe de terror

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe (Boston, 1809-1849) no solo fue un extraordinario poeta romántico y creador de uno de los personajes más interesantes de la literatura policiaca, como es Auguste Dupin. Quizás la razón más significativa de su enorme  fama, su interminable influencia y su permanente actualidad, es que se trata de un autor de cuentos de misterio y miedo; podríamos decir que se encuentra entre los fundadores del género terrorífico, cuyo desarrollo se ha hecho cada vez más intenso durante los últimos años.

La narrativa oscura, gótica, de Poe, ha trascendido el tiempo y el espacio. Traducido a todos los idiomas imaginables y reeditado constantemente, Poe sigue llenando nuestra imaginación de temores. Hay en su obra fantasmas y espantos, toda una vida espectral dispuesta a estremecernos a los largo de las líneas de sus estupendos cuentos. Un ejemplo muy importante de esta tendencia es el fabuloso cuento largo «La caída de la casa de Usher», que ha inspirado películas, obras de teatro y hasta música. Pero hay también otra serie de cuentos en los que lo espectral no tiene lugar sino que se concentra en los miedos del individuo, en las jugarretas que puede hacernos nuestra propia imaginación si no se encuentra en la mejor de las posiciones.

Es el caso de «El pozo y el péndulo», el cuento que leeremos esta semana, en el que Poe revive uno de los pasajes más oscuros de la historia del cristianismo: la Inquisición, mediante la puesta en escena de espantosos tormentos, y la experiencia que de ellos tiene el personaje condenado por crímenes de fe. Cabe resaltar que, aunque circulan numerosas traducciones al castellano de este y otros cuentos de Poe, la traducción que leeremos es la de Julio Cortázar, inmejorable, que suma a la maestría del autor, la de un traductor que representa la mejor cuentística en nuestro idioma.

El oscuro mundo de Lovecraft

H. P. Lovecraft

Por su parte, en Howard Phillips Lovecraft (Providence, EUA, 1890-1937) tenemos a un fundador de todo un subgénero y una literatura de culto. Lovecraft fue un escritor prodigio: escribió su primer relato de terror a los quince años de edad, y, aunque dedicaría su juventud a la poesía, desarrollaría más adelante toda una especie de amenaza latente en los mares, monstruosa, terrible, alrededor de la cual crecería la leyenda de «Los mitos de Ctulhu», de los cuales, probablemente, la historia más representativa es «La sombra sobre Insmouth».

Desarrollados casi siempre en el frío y húmedo paisaje de la costa noratlántica de los Estados Unidos (Rhode Island, Maine), los sencillos pueblos de pescadores sobreviven a la amenaza de una especie monstruosa que viene de las profundidades y se confunde con nosotros en un oscuro afán de conquista.

De esta tendencia en la obra de Lovecraft leamos «Dagón», una de las historias fundacionales de la estirpe de Ctulhu.

Lo kafkiano

Franz Kafka

Franz Kafka

Franz Kafka, (Praga, 1883-1924), extraordinario escritor checo de lengua alemana, ha dejado una fuerte marca en el mundo literario y más allá de él. No en vano decimos de algo que «es kafkiano» si se presenta como absurdo, como real pero imposible. Uno de sus cuentos, «La metamorfosis» ha pasado a la posteridad como ejemplo de lo absurdo y al mismo tiempo como símbolo de una modernidad llena de contradicciones. En ese cuento, el personaje principal, Gregorio Samsa, despierta un día convertido en un escarabajo, y este hecho desata una historia que desarrolla hasta sus últimas consecuencias tal situación absurda.

Kafka también abordó lo sobrenatural, como podremos ver en el cuento «Un médico rural», que, aunque no puede clasificarse propiamente como terror, tiene elementos que lo recuerdan, como los extraños caballos que llevan al personaje a su angustiante aventura. Una interesante versión animada de esta historia puede verse aquí: parte 1 y parte 2.

Para las lecturas:

Semana 2: cuento policiaco

1. Arthur Conan Doyle

Arthur Conan Doyle

Arthur Conan Doyle

“Elemental, mi querido Watson”; una de las más famosas frases de la literatura, con la que el suspicaz detective Sherlock Holmes comenzaba a explicar a su buen amigo y fiel compañero los pormenores de algún crimen o misterio que, aunque se ocultaba para todos los demás, era evidente para él. La figura de Sherlock Holmes, el genial personaje de Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, Escocia, 1859-1930), ha quedado para siempre como el primer ejemplo de detective que, usando la observación sistemática y el método deductivo, tal como lo usa la metodología de la ciencia, era capaz de resolver los rompecabezas más difíciles, surgidos de la imaginación del autor.

Holmes está detrás de todo un género literario: la literatura policiaca, que no solamente se ha convertido en uno de los géneros más leídos de la historia, sino que ha dado al cine una de sus temáticas más productivas, el thriller. El hecho de que protagonizara tantas aventuras es una prefiguración de todas las series de televisión con tema policial, que han ido acercándose cada vez más a la aplicación del método científico en la investigación forense. No es demasiado arriesgado pensar que la propia actividad policial se ha visto beneficiada por las ideas de la literatura, especialmente la de este genio fundador del género cuya fama incluso ha opacado a su propio autor.

Seleccionar un relato de Conan Doyle entre las numerosas aventuras de Sherlock Holmes es tarea muy difícil. Además de novelas tan famosas como El sabueso de los Baskerville, Conan Doyle escribió relatos cortos (y no tan cortos), que se publicaban en medios periodísticos, y fueron agrupados después en los volúmenes Las aventuras de Sherlock HolmesLas memorias de Sherlock Holmes yEl regreso de Sherlock Holmes. Del primero de estos libros, leamos “El carbunclo azul”, en el que pueden verse con claridad las dotes deductivas y la personalidad del gran Holmes.

2. Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

A Edgar Allan Poe (Boston, EUA, 1809-1849) lo conocemos como fundador de la literatura de horror o terror, y lo es. Sus relatos de miedo siguen siendo apasionantes y no ha sido fácil para escritores posteriores superar su ingenio y su tórrida imaginación. Pero Poe fue también un extraordinario poeta y, además, el primero en establecer una teoría sobre cómo debe escribirse un buen relato, destacando sus características, tal como las describimos en el post anterior.

Pero en su obra se ha creado también, y con anterioridad respecto a Sherlock Holmes y otros detectives famosos de la literatura, un detective sensacional, aunque en este caso no realizaba su actividad como oficio o profesión, sino como simple afición: C. Auguste Dupin, dueño de una capacidad analítica y observadora sin igual en la historia de la literatura y el cine. Esto ha servido de pretexto al director James McTeigue, que en 2012 estrenó su película El cuervo, en la que John Cusack interpreta a un atormentado Poe que ayuda a la policía a resolver crímenes que parecen estar basados en sus cuentos. Los cuentos policiacos de Poe, aunque se alejan de su literatura de terror, que está encuadrada en el romanticismo “oscuro”, son pioneros de este género tan popular. Leamos “Los crímenes de la calle Morgue”, y pongamos especial atención en la forma en que Dupin parece capaz de leernos el pensamiento.

La estructura del relato es similar a los ejemplos de Conan Doyle, en el aspecto de que el autor utiliza una figura de comparsa, es decir, la trama está narrada por uno de los personajes, que es testigo del proceder del detective, como Watson cuando narra las aventuras de Holmes. Esto es significativo si lo comparamos con los cuentos naturalistas que hemos leído de Maupassant y Chejov, pues en ellos la historia nos la contaba un narrador omnisciente, que conoce todos sus aspectos, permitiéndonos prevenir los acontecimientos. En los relatos detectivescos de Poe y Conan Doyle, iremos descubriendo el misterio paso a paso junto con el investigador. La estrategia del autor de este tipo de relato es mucho más planificada: el autor conoce todos los elementos del caso, pero nos los administrará en función de la creación de una “tensión dramática” que ayude a mantenernos en el borde de la silla durante la lectura.

3. Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

(Illinois, EUA, 1899-1961) En realidad, este genial autor estadounidense no pertenece a la tradición del género policiaco. Su obra es mucho más amplia en temática y extensión, y es reconocido por extraordinarias novelas como El viejo y el mar, en la que narra con maestría la lucha casi espiritual de un hombre contra su presa, casi tan humana como él mismo, y por la que obtuvo en 1953 el premio Pulitzer (al año siguiente se le otorgaría el Nobel de literatura por el conjunto de su obra). Sin embargo, entre sus magistrales cuentos destaca uno que prefigura el relato policial contemporáneo por su argumento: «Los asesinos». En esta historia hay que poner atención en la forma en que el autor resuelve todo el contexto, el clima, el argumento, el suspenso, la trama, a través de diálogos simples. Lo incluimos en esta semana solo para no perdernos las letras de este autor-aventurero fundamental en la literatura del siglo XX, digno sucesor de Edgar Poe.

Para las lecturas: