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Semana 6: grandes cuentistas peruanos

Pocos temas tan difíciles como hablar del cuento peruano, sobre todo si no eres un crítico, un especialista, un verdadero entendido; estas son las reflexiones de un lector y nada más. La semana pasada hablamos del boom de literatura latinoamericana y no tocamos a los autores del Perú porque tendríamos capítulo aparte para ellos. No sólo porque estamos en el Perú y nos interesa, sino porque, desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas y vigorosas, de las más llenas de sentido de todo el continente. Si esto se refleja en reconocimientos, pues nada más y nada menos que el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de nuestro continente); el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique, y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010.

La maestría peruana en el relato breve se remonta lejos en el tiempo, pero destaca la obra de Ricardo Palma, que no solo dio a nuestro idioma «latinoamericano» la mayoría de edad, sino que a través de una mezcla de historia, ficción y crónica, acuñó un género único: la «tradición». Sobre esos cimientos, en el siglo XX se desarrolló una de las tradiciones (valga la redundancia) cuentísticas más sólidas en castellano.

Elegir a los autores que leemos esta semana ha sido arduo, aun cuando tendremos otra semana más para leer a otros más recientes. Visitaremos pues, a cuaro grandes, a sabiendas de que dejaremos fuera a muchos más. No leeremos, por ejemplo, a Ciro Alegría, a Carlos Eduardo Zavaleta, a Miguel Gutiérrez ni a Edgardo Rivera Martínez, que son grandes contemporáneos de los que sí visitaremos: José María Arguedas (1911-1969), Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), Mario Vargas Llosa (1936), Alfredo Bryce Echenique (1939) y Antonio Gálvez Ronceros (1932).

José María Arguedas

José María Arguedas

Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó en el Perú a un movimiento literario-antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces verdaderas y más profundas de nuestra identidad y nuestro mestizaje, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, criolla, moderna, urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos siempre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Julio Ramón RibeyroJulio Ramón Ribeyro

Ribeyro, en cambio, representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió varias novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

Mario Vargas Llosa

Al igual que con Arguedas (con quien además el Nobel ha mantenido un diálogo en permanente conflicto, llegando a considerársele como un conflicto con «la sombra del padre»), de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes en el mundo de la llamada «novela total», aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Alfredo Bryce Echenique

ALfredo Bryce Echenique

En el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le han brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

Antonio Gálvez RoncerosAntonio Gálvez Ronceros

Los temas locales (andinos, amazónicos), herederos de la tradición indigenista abundan todavía, revivificados ante las nuevas dinámicas sociales, y se desarrollan a la par de los otros nuevos temas. Hay sin embargo, una obra que destaca en cuanto al tradicionalismo, y que si bien pertenece a la generación de los mayores, aún no ha obtenido la difusión que merece: se trata de una de las pocas muestras literarias de una cultura vigorosa en la música y la danza: la afroperuana, que ha encontrado su voz en la obra de Antonio Gálvez Ronceros, de quien esta semana leeremos un brevísimo cuento, «¡Miera!», en el que se muestra la maestría en el manejo de la oralidad y la cultura de la costa peruana afrodescendiente.

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí algunas opcionales:

Semana 4: Ciencia ficción

Sueños de robot

Mis primeros robots aparecieron en 1939 y he tenido que vivir más de cuarenta años para descubrir que fui profeta.
Isaac Asimov

Lo que conocemos como ciencia ficción o ficción científica representa un subgénero literario tan amplio o más que, por ejemplo, «fantasy» o «terror». Si bien se trata de un tipo de literatura característico del siglo XX y que sigue creciendo en nuestros días, sus orígenes pueden remontarse lejos en el pasado. La monstruosa creación del Dr. Frankenstein en la obra de Mary Shelley, a principios del siglo XIX es ya ciencia ficción, aunque las referencias literarias sobre viajes a la luna o al futuro aparecen aun antes.

Suele reconocerse, además de a Shelley, a Julio Verne (con sus viajes a la luna o la exploración submarina a bordo del fabuloso Nautilus) y a H. G. Wells (La guerra de los mundos) como los grandes fundadores del género. La característica más importante que suele definirlo es el uso de los conocimientos producidos por la ciencia para la creación de obras literarias que pueden ser futuristas, terroríficas, fantásticas, etc., en las que el uso del discurso y la lógica científicas apuntalan la verosimilitud de las historias. Sin embargo, fue en la década de 1920 cuando el término se acuñó definitivamente y comenzó su crecimiento exponencial hasta nuestros días.

Pronto, la ciencia ficción se convirtió también en género favorito de dos de los medios de comunicación más importantes del siglo XX: el cine y el cómic. En todas sus formas, este género busca poner la ciencia al servicio de la imaginación, y en muchos casos, las obras de ficción científica llegan a convertirse en verdaderas profecías de lo que con el tiempo se consigue a través del desarrollo de las ciencias. ¿Quién iba a decirle a Verne que en 1967 el hombre llegaría realmente a la Luna?


Isaac Asimov (1920-1992)

Isaac Asimov

Uno de los más prolíficos y reconocidos autores de ciencia ficción fue el estadounidense Isaac Asimov. Nacido en la Rusia soviética, cuando tenía apenas tres años de edad, su familia se trasladó a Nueva York. Aunque estudió bioquímica y química, llegando incluso al doctorado, no se desarrolló plenamente en el campo de la investigación científica. Optó por la escritura, de la que pronto pudo vivir. Y escribió prolíficamente: más de 500 libros publicados, sin contar artículos, cartas y otros textos, abarcando fundamentalmente la ficción científica, pero destacando también en la divulgación de la ciencia y la historia.

La saga Fundación, formada por tres novelas centrales y aumentada por numerosos libros, es una de sus obras más importantes. En su parte central, la trama se ubica muy lejos en el tiempo y ha sido calificada como una «historia del futuro» por la solidez de sus planteamientos psicosociales, además de la construcción de un universo tecnológico complejo. Los robots juegan, en su obra un papel fundamental. Fue él mismo quien acuñó la palabra «robótica» con la que hoy se describe un amplio conjunto de conocimientos relacionados con el desarrollo de la inteligencia artifical. Y destaca, dentro de esta temática, su postulación de las «tres leyes de la robótica», que es tenida en cuenta por quienes trabajan en torno de esta área de desarrollo científico. El mismo Asimov se mostraba orgulloso de haber predicho en sus obras de ficción escritas a mediados del siglo XX, muchos de los avances científicos que vería concretarse a finales del mismo siglo.

De Asimov, leamos el relato «Sueños de robot», en el que se plantean claramente estas tres leyes y de cuya trama han surgido numerosas películas y novelas posteriores, entre las que destacan «Yo robot» (basada en los relatos del libro de Asimov del mismo título) y «El hombre bicentenario».


Stanislaw Lem (1921-2006)

Stanislaw LemSi bien la ciencia ficción ha sido dominada por escritores de habla inglesa (Asimov, Bradbury, Huxley, Clark, Dick, etc.), el polaco Lem es un representante muy especial del género, principalmente por su uso de la sátira y la reflexión filosófica sobre los temas del futurismo, los viajes espaciales y los viajes en el tiempo, entre otros. Muchas de sus obras han sido también llevadas al cine (como Solaris). Estudió medicina, aunque no pudo terminar, en parte por la segunda guerra mundial (en la que se salvó, casi por suerte, de morir a manos de los nazis), en parte por ser un disidente (aunque socialista) bajo el régimen soviético. Así, optó también por la literatura, y no le fue fácil: uno de sus temas preferidos, la cibernética, le fue duramente censurado por el poder soviético al considerarlo afin a los valores de la «burguesía capitalista».

Lem se divirtió mucho realizando ficción a través de la problematización de paradojas del conocimiento científico. Como ejemplo están los viajes de su genial personaje Ijon Tichy, un viajero espacial, protagonista de una serie de locos relatos, los Diarios de las estrellas. Leamos el primer relato, «Viaje séptimo», donde el viajero se enreda en una especie de bucle temporal producido por una nube gravitacional y tiene experiencias bastante alocadas, permitiéndonos asistir al humor con que este extraordinario autor aborda el género.

Ray Bradbury (1920-2012)

Este escritor estadounidense, autodidacta, recientemente fallecido, ha abordado mucho más que la ciencia ficción a lo largo de su obra. Sin embargo, una de sus novelas causó tanto impacto que llevó a que se le considerara como uno de los más importantes autores del género: Farenheit 451. En esta novela, Bradbury describe un futuro dominado por un poder totalitario en el que han sido prohibidos los libros, y narra el proceso de conversión de un «bombero», cuyo trabajo consiste en descubrir libros clandestinos para incinerarlos (el papel arde a 451°F; de ahí el título del libro), que es conquistado por la literatura.

En cuanto a sus relatos, son muy famosas las Crónicas marcianas. Para conocer un poco su obra, leamos también uno de esos cuentos, «Encuentro nocturno», y veamos una adaptación al cómic: Daniel Torres – Encuentro nocturno (cómic) [ojo, es una descarga de 8 Mb].

 

Philip K. Dick (1928-1982)

Philip K. Dick

Philip K. Dick

Entre los autores más reconocidos del género está el estadounidense Philip K. Dick, de cuya imaginación se han creado algunas de las más sobresalientes películas futuristas de la segunda mitad del siglo XX (y siguen produciéndose nuevas). Escribió 36 novelas y más de 120 cuentos de ciencia ficción. De sus novelas destaca, por ejemplo ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que fue llevada al cine por Ridley Scott bajo el título de Blade Runner, la cual se ha convertido en un filme de culto y que se niega a envejecer, y plantea el viejo tema asimoviano de la creación tecnológica humana que pretende superar a su creador.

Sus cuentos se han convertido en películas de ciencia ficción policial como Minority Report, en la que Tom Cruise interpreta a un agente policial que impide crímenes que no se han cometido pues hay una tecnología que los predice; The Adjustment Bureau (Los ángeles del destino), en la que unos extraños seres intervienen sobre las personas para que el destino siga un curso específico, o Total Recall, basada en el relato «Podemos recordarlo todo por usted», que ya está en su tercera adaptación a la pantalla: la primera (1990) con Arnold Schwarzenegger; la segunda como serie de televisión en Italia (1997), y la tercera con Colin Farrell, estrenada recién en 2012.

De Dick leamos el cuento «Un extraño paraíso», en el que el autor introduce un elemento de erotismo y a la vez explota la idea común de que hay extraterrestres muy avanzados interviniendo en la historia humana desde la antigüedad.

 

Ciencia ficción en el Perú

La ciencia ficción se ha ido extendiendo ampliamente por el mundo y el Perú no es una excepción, aunque aún no se consiga suficiente difusión de las creaciones de autores peruanos, fundamentalmente novelas. Un estupendo cuento de ciencia ficción es el de Daniel Salvo, «El primer peruano en el espacio», que ya ha sido traducido y publicado en inglés en una antología que reúne ciencia ficción de todo el mundo: The Apex Book of World SF. Lo añadimos a nuestro blog como lectura opcional para esta semana.

Para las lecturas (obligatorias):

Lecturas opcionales:

Semana 1: Naturalismo

Émile Zola

El naturalismo en literatura es una corriente o estilo que se encuentra en la base del desarrollo posterior de la literatura breve (el cuento). Es parte del realismo (literatura que pretende describir y recrear lo real, sin invenciones fantásticas y bien apegada a lo verosimil), y surge en Francia a mediados del siglo XIX, aunque se expandirá por el mundo occidental rápidamente. Su principal exponente es Émile Zola (Francia, 1840-1902), que incluso desarrolló teóricamente los fundamentos de esta corriente.

Se genera en el espíritu cientificista del positivismo de aquella época, cuando el desarrollo de las ciencias se imponía en todos los ámbitos de la vida, y como tal busca expresar lo que sucede en la sociedad de una manera documentada y apegada lo más posible a lo real, con especial atención en las capas más pobres de la sociedad.

Clorinda Matto de Turner

Clorinda Matto de Turner

En América Latina hubo importantes representantes de este estilo literario. Podríamos decir, si las «Tradiciones peruanas» fueran cuentos, que Ricardo Palma (Lima, 1833-1919) fue nuestro gran naturalista, pero las tradiciones son más crónica con ficción que ficción pura; un género en sí mismo. Se piensa en general que en el Perú es Clorinda Matto de Turner (autora de la novela clásica Aves sin nido), la más importante representante de este estilo, aunque los autores indigenistas de principios del siglo XX heredan los intereses de los naturalistas en cuanto a la representación de la vida de los desfavorecidos en la sociedad.

Guy de Maupassant

Guy de Maupassant

Los cuentos seleccionados para esta semana pertenecen al naturalismo. En «Una vendetta» de Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893), podemos ver con claridad la descripción de hechos tan verosímiles que a veces resulta impresionante. La mujer que protagoniza el cuento desarrolla una actividad con su mascota, la perra Vigilante, muy similar a los experimentos del fisiólogo ruso Pavlov (1849-1936), que en esa misma época estaba en camino de postular la teoría del reflejo condicional, a partir de la cual surgiría toda una teoría psicológica, el conductismo. Cabe señalar que Maupassant no se basa en los experimentos de Pavlov (que probablemente no conocía) para los personajes de este cuento; se trata más bien de una coincidencia posible gracias al espíritu de la observación científica común a ambos ámbitos: el naturalismo literario y la medicina. En su cuento «El Horla», considerado como uno de los primeros relatos de horror, el personaje principal, aparentemente víctima de una enfermedad mental, dice «[el ojo] ignora los millares de pequeños animalillos que viven en una gota de agua»; algo que no fue posible saber hasta que existió el microscopio.

Anton Chejov

Antón Chéjov

En el caso de «La tristeza» de Antón Chéjov (Rusia, 1860-1904), asistimos a las escenas de la pobreza y la soledad en el duro invierno ruso de la era zarista, en la que las diferencias sociales eran tan agudas, que se produciría pronto la primera revolución socialista de la historia. Hay que poner atención en el personaje principal, el cochero Yona, y su solitaria tristeza por el hijo perdido, mientras es maltratado o simplemente ignorado por los demás.

Ricardo Palma

Ricardo Palma

Añadiremos una tercera lectura para asomarnos al extraordinario mundo de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Se trata de una crónica histórica que nos cuenta una anécdota divertida y de gran relevancia en la conformación de nuestra identidad republicana: «El virrey de la adivinanza». Mediante una descripción de acontecimientos que es pariente cercana del naturalismo, Palma nos deja ver las vicisitudes que enfrentó la corona española en los albores de la Independencia, al mismo tiempo que comparte la picardía que caracteriza nuestro modo de ser. De Palma hay tantas cosas que contar, que merecería un blog para él solo (de hecho los tiene). Por ejemplo, en la época de Palma, se concebía a la literatura latinoamericana como una subsidiaria pequeña, una hija menor de la literatura española. Palma se encargó de argumentar el valor autónomo de las letras latinoamericanas y consiguió extender nuestra independencia también a la literatura. Podemos decir que gracias a él, la literatura de la América hispanohablante alcanza su mayoría de edad y se independiza de la tiranía peninsular. Vale la pena, para adentrarnos en la época y conocerla mejor, visitar la Casa-Museo de Ricardo Palma, en Miraflores, donde se conservan muchos objetos del gran autor en su contexto natural.

Para las lecturas:

Una vez leídos, por favor dejen sus comentarios a las lecturas en el espacio para comentarios de este post. ¡Sean breves!

NOTA: Este post es un «repost» del publicado el 8 de enero de 2013 y que desapareció por errores de actualización de la plataforma de blogs de la universidad.

Semana 6. Cuento en el Perú: autores mayores

Pocos temas tan difíciles como hablar del cuento peruano, sobre todo si no eres un crítico, un especialista, un verdadero entendido; estas son las reflexiones de un lector y nada más. La semana pasada hablamos del boom de literatura latinoamericana y no tocamos a los autores del Perú porque tendríamos capítulo aparte para ellos. No sólo porque estamos en el Perú y nos interesa, sino porque, desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas y vigorosas, de las más llenas de sentido de todo el continente. SI esto se refleja en reconocimientos, pues nada más y nada menos que el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de nuestro continente); el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique, y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010.

La maestría peruana en el relato breve se remonta lejos en el tiempo, pero destaca la obra de Ricardo Palma, que no solo dio a nuestro idioma «latinoamericano» la mayoría de edad, sino que a través de una mezcla de historia, ficción y crónica, acuñó un género único: la «tradición». Sobre esos cimientos, en el siglo XX se desarrolló una de las tradiciones (valga la redundancia) cuentísticas más sólidas en castellano.

Elegir a los autores que leemos esta semana ha sido arduo, aun cuando tendremos otra semana más para leer a otros más recientes. Visitaremos pues, a cuaro grandes, a sabiendas de que dejaremos fuera a muchos más. No leeremos, por ejemplo, a Ciro Alegría, a Carlos Eduardo Zavaleta, a Miguel Gutiérrez ni a Edgardo Rivera Martínez, que son grandes contemporáneos de los que sí visitaremos: José María Arguedas (1911-1969), Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), Mario Vargas Llosa (1936) y Alfredo Bryce Echenique (1939).

José María Arguedas

José María Arguedas

Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó en el Perú a un movimiento literario-antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces verdaderas y más profundas de nuestra identidad y nuestro mestizaje, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, criolla, moderna, urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos simpre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Julio Ramón RibeyroJulio Ramón Ribeyro

Ribeyro, en cambio, representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser (y cuánto le deben otros narradores, incluidos Bryce y Vargas Llosa). Aunque escribió varias novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en susProsas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa

Al igual que con Arguedas (con quien además el Nobel ha mantenido un diálogo en permanente conflicto, llegando a considerársele como un conflicto con «la dombra del padre»), de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes en el mundo de la llamada «novela total», aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Alfredo Bryce Echenique

ALfredo Bryce Echenique

En el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le han brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. SiUn mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

Antonio Gálvez RoncerosAntonio Gálvez Ronceros

Los temas locales (andinos, amazónicos), herederos de la tradición indigenista abundan todavía, revivificados ante las nuevas dinámicas sociales, y se desarrollan a la par de los otros nuevos temas. Hay sin embargo, una obra que destaca en cuanto al tradicionalismo, y que si bien pertenece a la generación de los mayores, aún no ha obtenido la difusión que merece: se trata de una de las pocas muestras literarias de una cultura vigorosa en la música y la danza: la afroperuana, que ha encontrado su voz en la obra de Antonio Gálvez Ronceros, de quien esta semana leeremos un brevísimo cuento, «¡Miera!», en el que se muestra la maestría en el manejo de la oralidad y la cultura de la costa peruana afrodescendiente.

Estas son las lecturas obligatorias para esta semana:

Y estas las opcionales: