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Semana 5. Cuentos peruanos clásicos

Desde muchos puntos de vista, la literatura peruana es una de las más ricas del continente, lo que se refleja en reconocimientos como el Premio Juan Rulfo otorgado a Julio Ramón Ribeyro en 1994 (uno de los premios más importantes de Latinoamérica), el premio Planeta 2002 a Bryce Echenique y el Nobel a Mario Vargas Llosa en 2010.

Esta semana visitaremos a cuatro grandes autores, a sabiendas de que dejaremos fuera a muchos más. No abordaremos, por ejemplo, a Carlos Eduardo Zavaleta, a Miguel Gutiérrez ni a Edgardo Rivera Martínez, que son grandes contemporáneos de los que sí leeremos: José María Arguedas (1911-1969), Ciro Alegría (1909-1967), Mario Vargas Llosa (1936) y Julio Ramón Ribeyro (1929-1994).

José María Arguedas

José María Arguedas

Además de novelista y narrador, Arguedas fue un importantísimo antropólogo, representó a un movimiento artístico, literario y antropológico de gran relevancia: el indigenismo, a través del cual se hizo posible el reconocimiento de las raíces más profundas de la identidad y el mestizaje en el Perú, aunque aún falta mucho para lograr que la democracia y el ejercicio de la ciudadanía y los derechos humanos alcance a los americanos originarios. Como en el caso de Vargas Llosa, son sus novelas lo más destacado de su obra, pero sus cuentos nos dejan ver ese mundo tan ajeno a las grandes ciudades, describiéndolo desde el interior. En cierto modo, Arguedas es, para la mirada mestiza, moderna y urbana del Perú, la conciencia del Apu, de lo ancestral; el recuerdo de que somos siempre invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más antigua, hermana e hija de la geografía escarpada y difícil de los Andes.

Ciro Alegría

Ciro Alegría es el otro polo del indigenismo, aunque su mirada difiere de la de Arguedas porque se trata de un abordaje más literario, menos encajado en la observación y la vivencia puras de la realidad indígena que se retrata. La prosa de Alegría es elegante, a veces rebuscada, siempre poética, metafórica («El drama de roca que son los Andes», dice en una nota periodística sobre la relación entre el hombre y la cordillera). Como a Vargas Llosa y a Arguedas, se le reconoce por novelas magistrales como El mundo es ancho y ajenoLos perros hambrientos, pero también incursionó con maestría en el relato breve, el ensayo y el periodismo.

Mario Vargas Llosa

Al igual que con Alegría y Arguedas, de la obra de Vargas Llosa es la novelística lo más relevante, siendo uno de los más importantes exponentes en el mundo de la llamada «novela total», aquella que es capaz de construir un universo entero y autosuficiente. Sin embargo, hay entre sus cuentos verdaderas joyas en las que se puede observar la maestría de un autor ejemplar en cuanto al método de escritura, la construcción de la trama, la descripción de situaciones psicológicas, los conflictos humanos…

Julio Ramón Ribeyro

Julio Ramón Ribeyro

Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí dos lecturas opcionale de Ribeyro y una de Arguedas:

Semana 10: El cuento en la literatura peruana II

Contemporáneos de Mario Vargas Llosa, pero no incluidos en el boom porque no alcanzaron tan tempranamente la difusión internacional, están dos autores reconocidos por su maestría en el relato: Julio Ramón Ribeyro  y Alfredo Bryce Echenique. Como ambos pertenecen a lo que se ha dado en llamar el canon criollo o limeño, esta semana nos acercaremos también a un autor de la generación siguiente a la del boom, Óscar Colchado Lucio, que ha desarrollado una importante  literatura andina con el éxito de haber logrado colocarla en el espectro literario nacional a través de su publicación en editoriales de amplia difusión.

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Julio Ramón Ribeyro (1929-1994)

Julio Ramón Ribeyro

Julio Ramón Ribeyro

Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

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Alfredo Bryce Echenique (1939)

Alfredo Bryce EcheniqueEn el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le ha brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

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Óscar Colchado Lucio (1947)

Óscar Colchado Lucio

Óscar Colchado Lucio

Colchado es, probablemente, uno de los más relevantes escritores de nuestros días. No solo ha poblado la imaginación de varias generaciones de niños con su personaje infantil Cholito, protagonista de mil aventuras, sino que ha revivido la historia a través de novelas históricas de corte aventurero como ¡Viva Luis Pardo!, de ficción madura sobre la violencia como Rosa Cuchillo, o de cuentos complejos entre la mitología andina y el horror como los recogidos en el volumen Cordillera Negra. Con Colchado estamos ante un autor que ha recreado la vida y la imaginación andina tal como sucede a lo largo de la cuenca del río Santa, desde sus glaciales alturas hasta su desembocadura en las costas chimbotanas. Si en Gálvez Ronceros hemos visto el uso de la oralidad para adentrarnos en la mentalidad afroperuana, y en Bryce, de igual manera, para entrar al universo de la elite limeña, en Colchado podremos observar el uso de este recurso literario para ingresar a la cosmovisión de los Andes centrales.

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí una lectura opcional, también de Ribeyro:

Semana 9: El cuento en el Perú (II)

Contemporáneos de Mario Vargas Llosa, pero no incluidos en el boom porque no alcanzaron tan tempranamente la difusión internacional, están dos autores reconocidos por su maestría en el relato: Julio Ramón Ribeyro  y Alfredo Bryce Echenique. Como ambos pertenecen a lo que se ha dado en llamar el canon criollo o limeño, esta semana nos acercaremos también a un autor de la generación siguiente a la del boom, Óscar Colchado Lucio, que ha desarrollado una importante  literatura andina con el éxito de haber logrado colocarla en el espectro literario nacional a través de su publicación en editoriales de amplia difusión.

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Julio Ramón Ribeyro (1929-1994)

Julio Ramón Ribeyro

Julio Ramón Ribeyro

Ribeyro representa la mirada mordaz sobre el ser urbano, en especial el limeño, y quién sabe en realidad cuánto le debemos hoy por dejarnos entender nuestra propia forma de ser. Aunque escribió también novelas, es el gran maestro peruano del relato breve, a través del cual logró hacer hablar a los más oscuros personajes de nuestra sociedad, como bien dice el título «La palabra del mudo», de uno de sus libros de cuentos. También fue un maestro de la reflexión filosófica llena de ironía que hoy podemos leer en sus Prosas apátridas, conjunto de textos que llamó así no porque fueran testimonios de un sin patria sino porque no tienen un género definido, no pertenecen a ninguna «patria» literaria. Entre esos textos dejó un extraordinario «Decálogo» para quienes escriben cuentos, que reproducimos a continuación:

  1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.
  2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.
  3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
  4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.
  5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
  6. El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
  7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
  8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
  9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
  10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

Cerraba este decálogo con la ironía que caracterizó a su obra: “La observación de este decálogo, como es de suponer, no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo”

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Alfredo Bryce Echenique (1939)

Alfredo Bryce EcheniqueEn el caso de Bryce estamos ante un autor que, a través de la ironía y el humor, nos lleva a las profundidades más insospechadas de la naturaleza humana. Han sido también sus novelas lo que más reconocimiento le ha brindado, pero sus cuentos son verdaderas obras maestras del arte del relato breve. Si Un mundo para Julius, su más famosa novela, puede llevarnos a las lágrimas desde la mirada de ese niño sensible que observa los contrastes de la riqueza y la pobreza, del amor y la injusticia, los relatos reunidos en La felicidad ja ja nos llevan de paseo por el conflicto humano de una forma hilarante gracias a lo que se ha llamado su «oralidad»: una capacidad extraordinaria de narrar como si hablara; de escribir como si pudiera hacernos escuchar más que leer a sus personajes.

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Óscar Colchado Lucio (1947)

Óscar Colchado Lucio

Óscar Colchado Lucio

Colchado es, probablemente, uno de los más relevantes escritores de nuestros días. No solo ha poblado la imaginación de varias generaciones de niños con su personaje infantil Cholito, protagonista de mil aventuras, sino que ha revivido la historia a través de novelas históricas de corte aventurero como ¡Viva Luis Pardo!, de ficción madura sobre la violencia como Rosa Cuchillo, o de cuentos complejos entre la mitología andina y el horror como los recogidos en el volumen Cordillera Negra. Con Colchado estamos ante un autor que ha recreado la vida y la imaginación andina tal como sucede a lo largo de la cuenca del río Santa, desde sus glaciales alturas hasta su desembocadura en las costas chimbotanas. Si en Gálvez Ronceros hemos visto el uso de la oralidad para adentrarnos en la mentalidad afroperuana, y en Bryce, de igual manera, para entrar al universo de la elite limeña, en Colchado podremos observar el uso de este recurso literario para ingresar a la cosmovisión de los Andes centrales.

Estas son las lecturas para esta semana:

Y aquí una lectura opcional: