Hace apenas unos meses falleció Carmen Balcells, la agente literaria a la que debemos en gran medida el reconocimiento de la literatura latinoamericana que conocemos como el boom. Esto no significa que los autores de ese grupo, de esa generación, no tuvieran las cualidades necesarias para convertirse en universales, sino que sus obras surgieron en países en los que no era fácil proyectarse hacia el exterior (sigue siendo así), y el papel de la agente catalana facilitó su globalización. Así, a mediados del siglo XX, el boom puso a nuestro continente y a nuestro idioma en un plano de reconocimiento mundial: después de la publicación en España, empezron a realizarse traducciones a incontables idiomas. Hoy día, el español es el segundo idioma que más personas hablan en el mundo, después del chino y, en conjunto, representa una literatura vigorosa y madura, diversa y rica.
Muchos países latinoamericanos dieron autores al boom. Los más conocidos son el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez (premio Nobel 1982), el peruano Mario Vargas Llosa (premio Nobel 2010) y el argentino Julio Cortázar, pero se suele incluir a autores menos identificados con este movimiento como el chileno José Donoso (que escribió una Historia personal del boom), el uruguayo Juan Carlos Onetti, el paraguayo Augusto Roa Bastos y el brasileño Jorge Amado, entre otros. Esta semana leeremos a Cortázar, García Márquez, Fuentes y Onetti dejando a Vargas Llosa para después, cuando lleguemos a la literatura peruana.
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Juan Carlos Onetti (Uruguay, 1909-1994)
Onetti no pertenece propiamente al boom, aunque se puede incorporar en este grupo porque su obra demoró en ser conocida. A Onetti el reconocimiento le llegó durante su exilio en España gracias a Carmen Balcells. El universo onettiano es sórdido, cruel y pesimista; hay en su literatura una visión desencantada de la naturaleza humana en la que siempre está presente el lado perverso de nuestra psicología, como podremos ver en «El cerdito». En la novelística de Onetti (El astillero, Juntacadáveres) encontramos, como en la de García Márquez, Rulfo o Faulkner, la creación de un lugar ficticio donde suceden los acontecimientos de una novela a otra.
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Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)
El argentino Julio Cortázar (1914-1984) abarcó no solo los géneros del cuento, la novela y la poesía, sino que fue más allá, innovando en cada uno de ellos. Su novela Rayuela es un experimento en el que el autor juega con los puntos de vista y rompe con la lectura lineal, presentándonos una obra que puede ser leída de diversas maneras, en aparente desorden, enriqueciendo la experiencia de la lectura y logrando que el lector tenga un papel activo en ella. La página moebio.com ha presentado una versión digital infográfica que permite leer la obra y al mismo tiempo ver su armazón y su no-linealidad.
De hecho esta era una de sus principales preocupaciones: que los lectores construyeran la obra tanto como el autor, como en «Casa tomada». Es conocido también por la maestría en el desarrollo de las tramas de sus cuentos y por un manejo de los desenlaces que nos dejan siempre anonadados.
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Carlos Fuentes (México, 1928-2012)
El mexicano Carlos Fuentes también formó parte del boom gracias a novelas extraordinarias como La muerte de Artemio Cruz, La región más transparente y Aura. Sobre todo en estas dos últimas, su obra se nutre de la fantasía que caracteriza al realismo mágico, tan presente en muchos autores de la época. El cuento «Chac Mool» es un digno ejemplo de esto: el autor se vale de una efigie de origen tolteca y maya, el Chac mool, encontrada en templos de diversos sitios arqueológicos (que se supone era utilizada para recibir el corazón de los guerreros sacrificados en los rituales practicados por esas antiguas civilizaciones), para desatar la narración de una tragedia humana.
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Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-2014)
Este gran autor fue capaz de crear un universo entero en su novela Cien años de soledad, la cual se ha mantenido desde su publicación como la más representativa de las obras literarias de nuestro continente (recientemente su natal Colombia ha sacado una campaña publicitaria para alentar el turismo cuyo slogan es «Colombia es realismo mágico»). En su Macondo logró fraguar tanto la realidad como la magia del continente entero, llegando a consolidarse como la más importante obra de «realismo mágico», ese género en el que hasta las cosas más cotidianas se revisten de un halo de misterio y fantasía que expresa la forma de ver el mundo surgida de nuestra fragua mestiza. Extraordinario cuentista, leeremos de él «Un día de estos» un relato muy breve en el que, en unos cuantos párrafos, es capaz de mostrarnos toda una historia de conflictos sociales y políticos, pero antes veamos su maestría aquí mismo con el microcuento “El drama del desencantado”:
“…el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.”
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Las lecturas:
- Juan Carlos Onetti, “El cerdito”. BLOG – PDF.
- Julio Cortázar, “Casa tomada”. BLOG – PDF.
- Carlos Fuentes, “Chac Mool”. BLOG – PDF.
- Gabriel García Márquez, “Un día de estos”. BLOG – PDF.
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Sugerencias de lectura extra:
Otros dos cuentos de Cortázar en el blog:
Y una extraordinaria novela breve de José Donoso: “Naturaleza muerta con cachimba”. PDF.