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Semana 2: cuento policiaco

1. Arthur Conan Doyle

Arthur Conan Doyle

Arthur Conan Doyle

“Elemental, mi querido Watson”; una de las más famosas frases de la literatura, con la que el suspicaz detective Sherlock Holmes comenzaba a explicar a su buen amigo y fiel compañero los pormenores de algún crimen o misterio que, aunque se ocultaba para todos los demás, era evidente para él. La figura de Sherlock Holmes, el genial personaje de Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), ha quedado para siempre como el primer ejemplo de detective que, usando la observación sistemática y el método deductivo, tal como lo usa la metodología de la ciencia, era capaz de resolver los rompecabezas más difíciles, surgidos de la imaginación del autor.

Holmes está detrás de todo un género literario: la literatura policiaca, que no solamente se ha convertido en uno de los géneros más leídos de la historia, sino que ha dado al cine una de sus temáticas más productivas, el thriller. El hecho de que protagonizara tantas aventuras es una prefiguración de todas las series de televisión con tema policial, que poco a poco han ido acercándose cada vez más a la aplicación del método científico en la investigación forense. No es demasiado arriesgado pensar que la propia actividad policial se ha visto beneficiada por las ideas de la literatura, especialmente la de este genio fundador del género cuya fama incluso ha opacado a su propio autor.

Seleccionar un relato de Conan Doyle entre las numerosas aventuras de Sherlock Holmes es tarea muy difícil. Además de novelas tan famosas como El sabueso de los Baskerville, Conan Doyle escribió relatos cortos (y no tan cortos), que se publicaban en medios periodísticos, y fueron agrupados después en los volúmenes Las aventuras de Sherlock HolmesLas memorias de Sherlock Holmes yEl regreso de Sherlock Holmes. Del primero de estos libros, leamos “El carbunclo azul”, en el que pueden verse con claridad las dotes deductivas y la personalidad del gran Holmes.

2. Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

A Edgar Allan Poe (1809-1849) lo conocemos como fundador de la literatura de horror o terror, y lo es. Sus relatos de miedo siguen siendo apasionantes y no ha sido fácil para escritores posteriores superar su ingenio y su imaginación. Pero Poe fue también un extraordinario poeta, y además el primero en establecer una teoría sobre cómo debe escribirse un buen relato, destacando sus características, tal como las describimos en el post anterior.

Pero en su obra se ha creado también, y con anterioridad respecto a Sherlock Holmes y otros detectives famosos de la literatura, un detective sensacional, aunque en este caso no realizaba su actividad como oficio o profesión, sino como simple afición: C. Auguste Dupin, dueño de una capacidad analítica y observadora sin igual en la historia de la literatura y el cine. Los cuentos policiacos de Poe, aunque se alejan de su literatura de terror, que está encuadrada en el romanticismo “oscuro”, son pioneros de este género tan popular. Leamos “Los crímenes de la calle Morgue”, y pongamos especial atención en la forma en que Dupin parece capaz de leernos el pensamiento.

La estructura del relato es similar a los ejemplos de Conan Doyle, en el aspecto de que el autor utiliza una figura de comparsa, es decir, la trama está narrada por uno de los personajes, que es testigo del proceder del detective, como Watson cuando narra las aventuras de Holmes. Esto es significativo si lo comparamos con los cuentos naturalistas que hemos leído de Maupassant y Chejov, pues en ellos la historia nos la contaba un narrador omnisciente, que conoce todos sus aspectos, permitiéndonos prevenir los acontecimientos, mientras que en los relatos detectivescos de Poe y Conan Doyle, iremos descubriendo el misterio paso a paso junto con el investigador. La estrategia del autor de este tipo de relato es mucho más planificada: el autor conoce todos los elementos del caso, pero nos los administrará en función de la creación de una “tensión dramática” que ayude a mantenernos en el borde de la silla durante la lectura.

3. Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

Ernest Hemingway

En realidad, este genial autor estadounidense no pertenece a la tradición del género policiaco. Su obra es mucho más amplia en temática y extensión, y es reconocido por extraordinarias novelas como El viejo y el mar, en la que narra con maestría la lucha casi espiritual de un hombre contra su presa, casi tan humana como él mismo, y por la que obtuvo en 1953 el premio Pulitzer (al año siguiente se le otorgaría el Nobel de literatura por el conjunto de su obra. Sin embargo, entre sus magistrales cuentos destaca uno que bien podría ser policial por su argumento: «Los asesinos». En esta historia hay que poner atención en la forma en que el autor resuelve todo el contexto, el clima, el argumento, el suspenso, la trama, a través de diálogos simples. Lo incluimos en esta semana solo para no perdernos las letras de este autor-aventurero fundamental en la literatura del siglo XX, digno sucesor de Edgar Poe.

Para las lecturas:

 

¡Empezamos!

El club virtual de lectura se concentra en un género literario: el cuento o relato breve, es decir que no dedicaremos tiempo al género “mayor”, el de la novela, ni a otras literaturas como el teatro, la poesía, el ensayo literario o la novela gráfica o ilustrada (aunque a veces nos acercaremos a estos otros tipos de lectura).

La historia del cuento como género literario se puede remontar hasta el inicio de la cultura misma; la estructura del mito, la fábula y la leyenda no es muy distinta a la del cuento, y en una gran proporción, los primeros autores de cuentos modernos debían muchísimo de su expresión a la tradición cultural a la que pertenecían. Así como los cuentos de hadas y cuentos infantiles clásicos de Charles Perrault, los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen le deben mucho a la tradición oral (la mayor parte de sus historias provienen de la misma tradición oral y ellos se encargaron de darle una forma literaria que las ha vuelto “eternas”), así se puede ver en el lenguaje de autores como Chejov o Maupassant una intención narrativa parecida a la de aquella narrativa oral tradicional. Sin embargo, es con estos autores, conocidos como “naturalistas”, con los que el cuento se afianza como género literario, si bien será el norteamericano Edgar Allan Poe, quien le dará su mayoría de edad al género, como reconocen los más destacados autores contemporáneos.

El cuento suele ocupar un lugar secundario en la literatura. Si se llama a la novela género “mayor” es porque se considera al cuento como género “menor”. La extensión de la novela, su largo aliento, la profundidad de sus personajes y la multiplicidad de sus acontecimientos, la hacen aparecer como un enorme edificio, mientras que, a su lado, el cuento es apenas una casita pequeña. El propio mercado de la industria editorial parece preferir la novela que el cuento: en el Perú, un país de grandes cuentistas, se publican más de diez novelas por cada libro de cuentos. Los editores ponen mucha atención a la novela y se olvidan del cuento (también de la poesía).

Sin embargo, los grandes escritores de cuentos saben que lograr un buen cuento es tan complicado como una buena novela. El reto que representa el cuento puede ser aún más duro para el escritor, pues tiene que ser capaz de contar la historia que quiere contar en una extensión breve; suficientemente breve, decía Edgar Allan Poe, para que pueda ser leída de un solo golpe, sin pausas, sin marcapáginas. A diferencia de la novela, en la que los personajes deben ser desarrollados en toda su profundidad, en el cuento nos interesa solo alguna faceta de ellos: el acontecimiento que se cuenta debe estar por encima de las necesidades de los personajes, los cuales solo responden a la historia.

En resumen, el cuento es el reto por excelencia para un escritor. El reto de síntesis, de tensión dramática (esos recursos para que no podamos soltar el texto hasta terminarlo), de impacto argumental (la construcción del argumento a partir de un planteamiento, un nudo y un desenlace), lo convierte en un género total.

Como parte del género, y en homenaje a la brevedad, dentro del cuento encontramos el microcuento o microrelato, que busca cumplir con estas características en el más breve espacio posible. Así, el más famoso de los microcuentos es “El dinosaurio” del guatemalteco Augusto Monterroso:

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”

En esa frase hay un cuento completo: un personaje que duerme y despierta, un nudo representado por la presencia ficcional del dinosaurio y un desenlace: sigue ahí. Es divertido pensar en que se requieren muchas más palabras para explicarlo o describirlo de las que el propio cuento tiene. Este subgénero ha encontrado en una de las modernas herramientas de la comunicación digital en red, un verdadero espacio de desarrollo: Twitter. Si sabes usar esta herramienta, haz una búsqueda por los hashtags #microcuento o #cuentuito; encontrarás una gran cantidad de buenos relatos en menos de 140 caracteres.

Bienvenida: semestre 1, 2012

Esta es la bienvenida a la ¡segunda promoción! del taller En las nubes de la ficción, el club virtual de lectura de la Oficina de Formación Universitaria de la Universidad del Pacífico, para el primer semestre de 2012.

El título del blog surge de la misma dinámica de participación que se desarrollará en el taller: aprovechamos las herramientas digitales y la cada vez mayor cantidad (y mejor calidad) de información disponible para los lectores en las llamadas «nubes» tecnológicas o digitales, es decir, la disposición de información en servidores públicos accesibles por internet. Se dice que pronto, la «nube» hará innecesarios los discos duros; trataremos de aprovechar esa herramienta, junto con otras de que disponemos gracias a los medios digitales (chats grupales, interacción en el blog a través de los comentarios, etc.)

El taller, coordinado por Carlos Maza, se concentrará en el género literario cuento o relato breve y en este blog serán puestas a disposición de los participantes las lecturas propuestas, y se darán las discusiones y comentarios en los espacios dispuestos para ello. Es decir, aquí abajo. Tomen en cuenta que los comentarios que escriban aquí no aparecerán publicados hasta que el administrador los haya autorizado. De ese modo evitamos el spam, que ya ha empezado a invadir nuestro blog.

Por último, hoy comenzamos, como decíamos al principio, la segunda edición del taller. Esto quiere decir que ya tenemos conocimiento acumulado. Exploren el blog, lean los comentarios de los compañeros y compañeras que han pasado antes por aquí, y tómenlos en cuenta como modelo de lo que haremos a partir de ahora.

El blog tiene pendiente aún una tarea del ciclo de verano: publicar los trabajos finales de los alumnos. Lo estaremos haciendo muy pronto; tendremos así acceso al conocimiento generado por la primera promoción.

Así, ¡bienvenidos a las nubes de la ficción!

Semana 4: Ciencia Ficción

Mis primeros robots aparecieron en 1939 y he tenido que vivir más de cuarenta años para descubrir que fui profeta.
Isaac Asimov 

Lo que conocemos como ciencia ficción o ficción científica representa un subgénero literario mucho más amplio que, por ejemplo, «fantasy», «terror» o «literatura policiaca», y si bien se trata de un tipo de literatura característico del siglo XX, sus orígenes pueden remontarse lejos en el pasado. La monstruosa creación del Dr. Frankenstein en la obra de Mary Shelley, a principios del siglo XIX es ya ciencia ficción, aunque las referencias literarias sobre viajes a la luna o al futuro aparecen aun antes.

Suele reconocerse, además de a Shelley, a Julio Verne (con sus viajes a la luna o la exploración submarina a bordo del fabuloso Nautilus) y a H. G. Wells (La guerra de los mundos) como precursores del género. La característica más importante que suele definirlo es el uso de los conocimientos producidos por la ciencia para la creación de obras literarias que pueden ser futuristas, terroríficas, fantásticas, etc., en las que el uso del discurso y la lógica científicas apuntalan la verosimilitud de las historias. Sin embargo, fue en la década de 1920 cuando el término se acuñó definitivamente y comenzó su crecimiento exponencial hasta nuestros días, y todo indica que seguirá creciendo.

Pronto, la ciencia ficción se convirtió también en género favorito de dos de los medios de comunicación más importantes del siglo XX: el cine y el cómic. En todas sus formas, este género busca poner la ciencia al servicio de la imaginación, y en muchos casos, las obras de ficción científica llegan a convertirse en verdaderas profecías de lo que con el tiempo se consigue a través del desarrollo de las ciencias.


Isaac Asimov (1920-1992)

Isaac Asimov

Uno de los más prolíficos y reconocidos autores de ciencia ficción fue el estadounidense Isaac Asimov. Nacido en la Rusia soviética, a los tres años de edad su familia se traslada a Nueva York, donde creció. Aunque estudió bioquímica y química, llegando incluso al doctorado, no se desarrolló plenamente en el campo científico. Optó por la escritura, de la que pronto pudo vivir. Y escribió prolíficamente: más de 500 libros publicados, sin contar artículos, cartas y otros textos, abarcando fundamentalmente la ficción científica, pero destacando también en la divulgación de la ciencia y la historia.

La saga Fundación, que comprende numerosos libros, es una de sus obras más importantes. En su parte central, la trama se ubica muy lejos en el futuro y ha sido calificada como una «historia del futuro» por la solidez de sus planteamientos psicosociales, además de la construcción de un universo tecnológico complejo. Los robots juegan, en su obra un papel fundamental. Fue él mismo quien inventó la palabra «robótica» con la que hoy se describe un amplio conjunto de conocimientos relacionados con la inteligencia artifical. Y destaca, dentro de esta temática, su postulación de las «tres leyes de la robótica», que es tenida en cuenta por quienes trabajn en torno de esta área de desarrollo científico. El mismo Asimov se mostraba orgulloso de haber predicho en sus obras de ficción escritas a mediados del siglo XX, muchos de los avances científicos que vería concretarse a finales del mismo siglo.

De Asimov, leamos el relato «Sueños de robot», en el que se plantean claramente estas tres leyes y de cuya trama han surgido numerosas películas y novelas posteriores, entre las que destacan «Yo robot» (basada en los relatos del libro de Asimov del mismo título) y «El hombre bicentenario».

Stanislaw Lem (1921-2006)

Stanislaw LemSi bien la ciencia ficción ha sido dominada por escritores de habla inglesa (Asimov, Bradbury, Huxley, Clark, etc.), el polaco Lem es un representante muy especial del género, principalmente por su uso de la sátira y la reflexión filosófica sobre los temas del futurismo, los viajes espaciales y los viajes en el tiempo, entre otros. Muchas de sus obras han sido también llevadas al cine (como «Solaris»). Estudió medicina, aunque no pudo terminar, en parte por la segunda guerra mundial (en la que se salvó casi por suerte de morir a manos de los nazis), en parte por ser un disidente (aunque socialista) bajo el régimen soviético. Así, optó también por la literatura, y no le fue fácil: uno de sus temas preferidos, la cibernética, le fue duramente censurado por el poder soviético al considerarlo afin a los valores del capitalismo.

Lem se divirtió mucho realizando ficción a través de la problematización de paradojas del conocimiento científico. Como ejemplo están los viajes de su genial personaje Ijon Tichy, un viajero espacial, protagonista de una serie de locos relatos, los Diarios de las estrellas. En el primer relato, «Viaje séptimo», el viajero se enreda en una especie de bucle temporal producido por una tormenta cósmica y tiene que tener conversaciones alocadísimas consigo mismo, con varios «sí mismos», cada uno perteneciente a distintos momentos del tiempo, pero que las condiciones del viaje reúne en el mismo momento y lugar.

De estos relatos, leamos el «Viaje vigésimo tercero», uno de los más breves, que nos permitirá asistir al humor con que este extraordinario autor aborda el género.

Por último, y para conocer un poco lo obra de otro gran autor, Ray Bradbury, leamos también un cómic basado en sus extraordinarias Crónicas marcianasDaniel Torres – Encuentro nocturno (cómic) [ojo, es una descarga de 8 Mb].

Para las lecturas:

Semana 3: ¡Terror! (Poe y Lovecraft)

Edgar Allan Poe de terror

Edgar Allan PoeEdgar Allan Poe no solo fue un extraordinario poeta romántico y creador de uno de los personajes más interesantes de la literatura policiaca, como es Auguste Dupin. Fundamentalmente (y esta es quizás la razón más significativa de su fama y su permanente actualidad) fue un autor de cuentos de miedo; podríamos decir que se encuentra entre los fundadores del género terrorífico, cuyo desarrollo se ha hecho cada vez más intenso durante los últimos años.

La narrativa oscura, gótica, de Poe, ha trascendido el tiempo y el espacio. Traducido a todos los idiomas imaginables y reeditado constantemente, Poe sigue llenando nuestra imaginación de temores. Hay en su obra fantasmas y espantos, toda una vida espectral dispuesta a estremecernos a los largo de las líneas de sus estupendos cuentos. Un ejemplo muy importante de esta tendencia es el fabuloso cuento largo «La caída de la casa de Usher», que ha inspirado películas, obras de teatro y hasta música. Pero hay también otra serie de cuentos en los que lo espectral no tiene lugar sino que se concentra en los miedos del individuo, en las jugarretas que puede hacernos nuestra propia imaginación si no se encuentra en la mejor de las posiciones.

Es el caso de «El pozo y el péndulo», el cuento que leeremos esta semana, en el que Poe revive uno de los pasajes más oscuros de la historia del cristianismo: la Inquisición, mediante la puesta en escena de espantosos tormentos, y la experiencia que de ellos tiene el personaje condenado por crímenes de fe. Cabe resaltar que, aunque circulan numerosas traducciones al castellano de este y otros cuentos de Poe, la traducción que leeremos es la de Julio Cortázar, inmejorable, que suma a la maestría del autor, la de un traductor que representa la mejor cuentística en nuestro idioma.

El oscuro mundo de Lovecraft

H. P. LovecraftPor su parte, en Howard Phillips Lovecraft tenemos a un fundador de todo un subgénero y una literatura de culto. Lovecraft fue un escritor prodigio: escribió su primer relato de terror a los quince años de edad, y, aunque dedicaría su juventud a la poesía, desarrollaría más adelante toda una especie de amenaza latente en los mares, monstruosa, terrible, alrededor de la cual crecería la leyenda de «Los mitos de Ctulhu», de los cuales, probablemente, la mejor historia es «La sombra sobre Insmouth».

Desarrollados casi siempre en el frío y húmedo paisaje de la costa noratlántica de los Estados Unidos (Rhode Island, Maine), los sencillos pueblos de pescadores sobreviven a la amenaza de una especie monstruosa que viene de las profundidades y se confunde con nosotros en un oscuro afán de conquista.

De esta tendencia en la obra de Lovecraft leamos «Dagón», una de las historias fundacionales de la estirpe de Ctulhu.

¡Feliz terrorífica lectura!

Para las lecturas: