Julio Ramón Ribeyro, por María Ángela Ortecho

Julio Ramón Ribeyro Zúñiga nació el 31 de agosto de 1929 en el distrito de Barranco, Lima, y su niñez se desarrolló en el contexto de una familia de clase media. Estudió letras y derecho en la Universidad Católica. Nunca gustó de los círculos literarios limeños pues no le agradaba tener fama; es más, solía decir: “Me molesta la fama, en parte, porque no me permite pasar desapercibido, me saca del anonimato en el cual me gusta vivir”.

En 1952 viajó a Europa para cursar estudios de periodismo gracias a una beca del Instituto de Cultura Hispánica. Años después, en 1958, regresó al Perú y trabajó en la Universidad Nacional de Huamanga en Ayacucho por un breve tiempo, pues tuvo que regresar a Europa. Vivía en París cuando comenzó a trabajar como periodista en la agencia France Press, para luego ser nombrado agregado cultural en la Embajada Peruana en Francia y delegado permanente ante la UNESCO. En 1960 ganó el premio “Expreso” en la categoría de novela; en 1983, ganó el Premio Nacional de Literatura y en 1993, el Premio Nacional de Cultura.

Durante su estadía en Europa, en 1974, se le detectó cáncer al pulmón, enfermedad adquirida debido a su adicción al tabaco. Tuvo muchas cirugías y recaídas debido a esta enfermedad. Lamentablemente, murió el 4 de diciembre de 1994, días después de haber obtenido el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”.

Producción literaria
Aunque la realidad peruana, especialmente la de Lima, fue el mundo en que su obra narrativa se desarrolló espacialmente, la mayor parte de su producción es europea, lugar a donde llegó años antes de publicar su primer cuento “Los gallinazos sin plumas” (1955).

A pesar de que su obra es la expresión más destacada del realismo urbano que surgió en nuestro país durante la década de 1950, no podemos olvidarnos de que Ribeyro cultivó el cuento fantástico y que algunas de sus historias ocurren en ambientes rurales de provincias, esto se hace evidente en “Silvio y el rosedal” (1976).

Sus obras pueden ser leídas y apreciadas en la recopilación titulada La palabra del mudo (1973-1979) y en Cuentos completos (1994), ambos prologados por Alfredo Bryce Echenique.

Ribeyro no solo se limitó a la narrativa, sino que también escribió piezas teatrales (como “Santiago, el pajarero”, obra de teatro basada en “Santiago el volador”, historia que es parte de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma y “Atusparia”), textos aforísticos (como Prosas apátridas) y un diario titulado La tentación del fracaso.

Existe también una publicación en la que se recopilan distintas entrevistas a este autor, la cual fue titulada Las respuestas del mudo.

Personalmente, creo que Ribeyro fue un extraordinario escritor, pues no le interesaba la fama y escribía porque realmente era su pasión, no con otros fines. A pesar de haber tratado de esquivar la fama y mantenerse en un perfil bajo, la fama lo alcanzó a él. Su obra ha sido traducida a varios idiomas como inglés, francés, alemán italiano, holandés y polaco. Vale destacar también que Ribeyro siempre logra hacernos sentir identificados con sus personajes, de alguna forma u otra tenemos algo de ellos y nos hace sentir más cerca de ellos. Ribeyro describe la realidad tal cual, no inventa situaciones extraordinarias y el entorno en el que suceden los hechos es completamente real y posible para el tiempo en que sucede. Tiene una visión nada pesimista sobre la condición humana, sino una visión completamente realista, pues describe tanto defectos y virtudes de las personas en nuestra sociedad. En conclusión, puedo decir que a partir de todas sus publicaciones y el alcance de las mismas, Julio Ramón Ribeyro debe ser considerado como uno de los más grandes escritores peruanos que han llegado a trascender mundialmente y que no ha perdido vigencia a pesar de los años.