“Anorexia y tijerita” es uno de los cuentos de humor de Alfredo Bryce Echenique donde muestra, una vez más, que dentro de la mente de cada uno pueden ocurrir mil y un pensamientos acerca de lo que nos sucede. Y, fiel a su estilo, critica como “de taquito” a la alta sociedad limeña de antaño a la que él mismo pertenece pero de la cual se burla cada vez que puede.
De golpe entramos a una lectura que nos invita a pensar que el protagonista se encuentra en problemas. Rápidamente se cae en cuenta que el nombre de éste es Joaquín Bermejo y que por alguna razón se encuentra muy perturbado. Aquí las razones:
El caso Scamarone
Representa el punto de quiebre de la vida de Joaquín Bermejo. No hay que esforzarse mucho para poder darse cuenta de que esta es la metida de pata más grande del ex ministro. En sus palabras: “…en tres años de ministro tal vez no había sacado una tajada tan grande como la que pudo” y pudo lograrlo con el caso Scamarone, pero la prensa amarilla, la maldita prensa amarilla…
¿Qué es lo que más le dolió de esta cuestión? ¿Será perder su trabajazo de ministro? No. Su suegro, eso es lo que más le dolió. Su suegro, los gritos de su suegro. Su suegro, los gritos de su suegro, el papá de Raquelita. Sí.
El ex ministro ahora común mortal
Es casi cultura general que en el día de su cumpleaños uno se siente el hombre más importante en la Tierra. Sin embargo, a las 00:00 horas del día siguiente, cual Cenicienta que va tarde, la magia desaparece y volvemos a ser el típico patito feo de siempre.
Y pensar que tenía guardaespaldas, patrulleros y choferes. Y pensar que Vicky le decía “mi ministrito”. Y pensar que Raquelita le dice “ya no eres ministro”. Su súper poder de Gran Ministro se había esfumado y ahora debía volver a jugar a ser abogado. Adiós guardaespaldas, patrulleros y choferes. ¿Y ahora qué le diría Vicky? ¿”Mi ex ministrito”? ¡Ay Raquelita con su “ya no eres ministro”!
La mujer de su vida
Si uno leyera rápidamente el cuento podría pensar que Joaquín Bermejo no ama más a Raquelita. A la caída del palto de Raquelita, en quien Joaquín personifica a todo aquel que piensa que la gente que “no es como uno” es “gente de la ínfima”, a todo aquel que piensa que hay que guardar la figura y que con tres frutas en el almuerzo basta y sobra.
Se podría pensar que Vicky es la mujer de su vida. Claro que Vicky no es más que la típica fase avara del ser humano: desear lo que no tiene. Vicky es lo contrario a Raquelita, es desvergonzada y nada formal. Es el escape de Joaquín Bermejo de Raquelita, de la conservadoramente detestable Raquelita.
Pero Joaquín sabe que Raquelita es, con sus melocotones y todo, su compañera de vida. Su “Te quiero por lo que eres” lo ata para siempre. Qué negro hampón ni qué gente de la ínfima. Raquelita, siempre Raquelita. Con el reloj equivocado en su cartera, siempre su Raquelita.
Es así que en los primeros tres párrafos de la lectura se nos revelaron los verdaderos protagonistas de la historia: la avaricia, el poder y la sociedad. Todos personificados en Joaquín Bermejo, cuyo dilema acerca de qué es de lo que más quiere y qué es lo que más aborrece es constante y no lo deja ni bañarse tranquilo. Sobre todo cuando parece que quiere y aborrece lo mismo. Y claro, quién podría entender esto en la primera leída si Bryce nos hace ir y venir con sus alborotadas locuras.