Miraflores retratado en su máxima expresión, una historia de amor que lleva a dos amigos a competir por una chica, un grupo de amigos –los Pajarracos–, la playa, son imágenes que ofrece el cuento de Mario Vargas Llosa: “Día domingo”.
El cuento inicia con la disputa interna de Miguel acerca de declarar su amor a Flora, la chica de la que se ha enamorado perdidamente. Miguel acompañaba a Flora a su casa después del colegio, por lo que una tarde de regreso, por la Av. Pardo, decirle declararle su amor. Flora, que estaba interesada en otro amigo de Miguel, le responde que no sabe qué decirle y que su mamá no quiere que tenga enamorado.
Luego de esta pequeña escena queda claro el problema que sustenta todo el cuento de Vargas Llosa: Miguel está enamorado de Flora, pero Flora prefiere a uno de sus mejores amigos Rubén. Más aún, Rubén forma parte de la pandilla de Miguel, los Pajarracos. Nuestro personaje principal siente celos por su mejor amigo, Rubén, uno de los mejores nadadores de la escuela y el distrito, así como el foco de atención de las chicas del colegio.
Miguel, después de declarar su amor a Flora, se entera de que ella irá a la casa de su mejor amiga y luego a una reunión en la cual estaría Rubén. En esa reunión, Rubén declararía su amor a Flora, y al parecer, ella aceptaría. En un intento desesperado por evitar este evento, Miguel decide ir a buscar a Rubén y evitar a toda costa que esté con Flora. Una de las mejores frases del cuento resume la decisión de Miguel respecto a lo que iba a hacer su mejor amigo: “No la verá; decidió [Miguel]. No me hará esto, no permitiré que me haga esta perrada”.
Miguel va en busca de Rubén y lo encuentra en un bar junto con toda la pandilla, conformada por Francisco, el Melanés, Tobías y el Escolar. Luego de una breve conversación entre todos, Rubén decide que debe irse. Miguel, sabiendo de antemano que su mejor amigo iría a ver a Flora, decide lanzar un desafío: reta a Rubén a una competencia de resistencia en comida y bebida. Aquel que durase más tomando cerveza Cristal y bistecks a la chorrillana ganaría el desafío. Después de tomar y comer, ambos competidores señalan el verdadero motivo del desafío: el amor de Flora. Rubén reprocha a Miguel y le señala que está picón porque Flora lo prefiere a él. Los Pajarracos deciden acabar con el enfrentamiento verbal señalando que el resultado del desafío fue un empate.
Sin embargo, ni Miguel ni Rubén querían que la “batalla” entre ambos quedara empatada, por lo que deciden enfrentarse en una competencia de natación en las playas de Miraflores: quien llegue primero a la reventazón, gana. Si Miguel ganase el nuevo desafío, Rubén no le caería a Flora, y estaría en una mejor posición respecto a las chicas del distrito, pues le habría ganado al campeón en natación. Si Miguel no ganaba, Rubén se quedaría con la chica.
El grupo de amigos decide bajar a las playas de la Costa Verde, a través de la “bajada de los baños”. Esta es una de mis partes favoritas, pues describe paisajes de Miraflores intactos como la bajada Balta y sus calles empedradas. Una vez en la playa, ambos ingresan al mar y se disponen a nadar hasta la reventazón. El resto de Los Pajarracos espera en la orilla, mientras los contendores se sumergen en el frío mar en pleno invierno y de noche. En el transcurso a la reventazón, Rubén sufre un calambre. Miguel, que iba ganando la carrera, decide detenerse y salvar a su amigo quien se estaba ahogando. Así, Miguel lleva a la orilla a Rubén, quien en reconocimiento por haberle salvado la vida, reconoce que Miguel ganó el desafío, aunque solo por una “puesta de mano”.
El trayecto a la reventazón es una parte interesante del cuento, los dos amigos “torcidos” por haber comido y bebido tanto reflexionan acerca de su vida, conversan y se vuelven a retar cuando se preguntan si están aburridos. Además, en cuanto a Rubén le da un calambre recurre a su “hermano” para que lo salve. Lo que demuestra claramente la importancia de ambos en la vida del otro, más allá del amor por una chica.
Me gustó mucho este cuento por la imagen tan clara de Vargas Llosa sobre las relaciones entre amigos en pos de una chica. Es interesante cómo se resalta el machismo y la lucha de dos chicos por demostrar quién tiene más coraje y fuerza. Aquel que manifieste dicha fuerza de mejor manera quedará mejor frente a sus amigos y en última instancia frente a la chica que ama. Esto se ve retratado en la frase de Rubén a Miguel en medio del mar: “No les digas nada”, en referencia a los Pajarracos; y el pacto tácito entre mejores amigos con Miguel diciendo: “¿Crees que soy un desgraciado?”. Queda claro que la historia resume una experiencia vivida por Vargas Llosa en su juventud, que no es ajena a todos los jóvenes limeños.
Finalmente, hay un machismo impregnado en el cuento: Flora no tiene capacidad de decisión. Su amor, hacia cualquiera de ellos, es una decisión completamente exógena. Queda decidida por los desafíos (absurdos) de sus dos contendientes: ¿qué hubiese pasado si a los dos le daba un calambre en medio del mar? ¿Nadie tendría el amor de Flora? Esta es una pregunta pendiente que el autor deja abierta, a veces, los jóvenes toman decisiones equivocadas para demostrar su fuerza.