Me gustaría comentar sobre la genialidad de Arthur Conan Doyle al crear un personaje tan interesante y particular como Sherlock Holmes. Desde pequeño, la primera vez que escuche la frase “Elemental, mi querido Watson” y conocí sobre estas historias de detectives, comencé a darme cuenta de que los detalles, tanto en los objetos como en las personas, sí te pueden decir mucho. Si sumamos a esto mi placer por resolver acertijos, rompecabezas y adivinanzas, se genera en mí una gran identificación con estas historias. En algunas ocasiones de mi vida suelo crear conclusiones al quedarme observando ciertas características que no todos ven. Me encantaría llegar al nivel de Sherlock Holmes o de Auguste Dupin y será por esto que siempre me he visto interesado por este género tanto en películas como en las series de televisión. Digamos que esto lo he podido llevar un poco al ámbito profesional ya que al estar dentro del área de recursos humanos y estar presente en diversas entrevistas de trabajo suelo leer mucho el lenguaje corporal de las personas como cada detalle de su presentación personal. Esto ayuda ya que no todo lo que suelen decir las personas es tan cierto como parece.
Resulta muy interesante observar cómo en la actualidad en muchas series de este género que son basadas en la realidad utilizan mucho la investigación forense y gracias a la ciencia logran descifrar casos que se quedaron congelados por años sin resolver. Las pistas pueden estar en las narices de uno pero no todos las podemos ver y ahí es donde entra la capacidad única de cada ser humano. Es probable que con trabajo se puede llegar al nivel de análisis de de los personajes mencionados en el párrafo anterior.
Lo interesante de los cuentos de Conan Doyle y Poe es que son narrados por un compañero capaz de pensar de una manera más parecida a la nuestra, generando una conexión directa con la historia. En un comienzo les cuesta entender qué es lo que está pasando o no ver una pista donde realmente existe. Ahí es donde entra la mejor parte, siempre tenemos a un Sherlock o un Dupin dispuestos a enseñarte y a darte la información necesaria para que puedas deducir tú mismo el misterio. Es cómo si directamente tuvieras un profesor que espera que su alumno pueda alcanzar cada vez una capacidad más alta a base de práctica. Esto genera, al menos en mí, la idea de que en la vida muchos detalles que uno deja pasar pueden decirte mucho de ciertas personas o cambiar la vida de algunos.