Elegí escribir acerca del cuento “Anorexia y tijerita” porque el estilo de la narración de Bryce me capturó hace ya muchos años. Recuerdo cuando por primera vez leí No me esperen en abril: aún estaba en secundaria y desde ahí creo que empecé a leer mucho más del autor. En los relatos de Bryce se hace uso del humor para contar los dramas personales de los personajes, esto hace menos dolorosa y chocante la realidad que están pasando pero, finalmente se termina reafirmando su problemática inicial. Entonces, no es difícil suponer que en “Anorexia y tijerita” pase lo mismo: el uso del humor para criticar a la corrupción que existe en las altas esferas del poder.
A través de las obras de Bryce, se puede registrar el análisis que hace de la sociedad de las últimas décadas del siglo pasado, de modo tal que en estos tiempos podemos verificar qué poco ha cambiado esa realidad: todavía hay mucha corrupción, discriminación, prejuicios, abuso de poder, prensa amarillista, etc.
En este cuento se narran los problemas que tiene Joaquín Bernales, un ex ministro de Trabajo, a partir de una denuncia de corrupción que hace un periódico limeño a su gestión durante el gobierno. Entonces, Joaquín empieza a rememorar su pasado: aquellos años cuando aún amaba a su esposa Raquel y, la suerte que tuvo de ascender socialmente por ella. Sin embargo, cuando se refiere a su esposa reitera muchas veces su problema de anorexia y los fuertes prejuicios sociales que la hacen aferrarse de manera increíble a una tijera de oro que heredó de su familia. A pesar de la carga que suponen a Joaquín Bernales dichos problemas, también tiene otros asuntos por resolver: el tema de la doble vida que lleva con Vicky, su amante.
Con respecto a Raquel, podemos ver cómo los prejuicios y la discriminación a la clase “ínfima”, como ella misma llama a la clase media-baja, la alejan de la realidad social y económica del país. Ella misma es la que evade esta situación así como también lo hace en su propio hogar. Raquel sabe que la conducta de su esposo es por lo menos sospechosa, pero, aun así sigue creyendo en la “intachable” conducta de este. Es decir, hasta el momento el autor nos muestra los problemas de sus personajes, tanto en su errática posición frente a la realidad como en el amor.
En cuanto al humor, la mayor parte se encuentra en los prejuicios sociales de Raquel, los pensamientos cargados de molestia de Joaquín y la huachafería con la cual su amante, Vicky, lo trata.
El final del cuento es una confirmación de todo lo que se venía diciendo de los personajes. En un primer momento, Raquel cuenta su experiencia en un bus que pasaba por Villa El Salvador, donde hiere con su tijera a un hombre negro que al parecer le había robado un reloj de oro. Ella se emociona pensando que su herencia familiar la salva de “esa gente de la ínfima” y son tan fuertes las ganas de que su esposo reconozca a la tijera que heredó como su auténtica salvación que lo primero que hace es llegar a casa a contarle el incidente. Joaquín desde un principio se da cuenta que el hombre del bus no es el verdadero culpable, que todo eso ha sido producto de las ideas de siempre de su esposa y que ella lo atacó solamente por ser negro. Al llegar a la habitación que comparten, ambos ven el reloj de oro que supuestamente ha sido robado pero, Raquel, como siempre, evade este hecho y se da por satisfecha con la explicación que le dio a Joaquín. Él por su parte, se da cuenta de que su esposa jamás llegará a entender que la verdadera “gente de la ínfima” no son las personas que ella desprecia tanto, sino él mismo, que le ha mentido innumerables veces y ha robado otras tantas.