El cuento “El limpiador” de Rocío Silva Santisteban trata sobre las dos historias de los personajes principales que se entrelazan, primero a través de un vinculo en el pasado y luego de otro en el “presente”. Por un lado, tenemos a Plomo, un ex teniente de la policía que cayó en el alcoholismo, llevando por culpa de este mal una vida infeliz, y que tocó fondo tras el abandono y posterior brutal asesinato de su única hija a manos de Mostrenko. Por otro lado, encontramos al Limpiador, un asesino profesional, que pese a ser respetado por su barrio y hasta tener seguidores, no tiene deseos de seguir viviendo.
Este cuento muestra de forma muy cruda, ruda y fría la realidad con la que se vive en algunos lugares del país, donde la violencia y la “justicia” van de la mano. A lo largo del mismo, el personaje que más me llamó la atención fue el Limpiador, ya que considero que este tiene una especie de “moral distorsionada”, que es el tema que he elegido para elaborar mi comentario sobre este cuento.
Considero que la moral, entendida como la serie de principios que rigen la correcta forma de actuar de los individuos que pertenecen a una sociedad, en “El Limpiador” se presenta de una forma “distorsionada”, en cuanto a que, si bien es un asesino (oficio socialmente considerado inmoral), efectivamente tiene una serie de reglas y valores que rigen su forma de actuar, solo que aplica estas reglas y valores para cometer asesinatos que son actos que van en contra de la moral social.
Un primer ejemplo de lo anterior se muestra en la forma en la que determinaba las tarifas que cobraba por matar: “Se decía a sí mismo que era inmoral aceptar un regateo cuando de una vida humana se está tratando.”
En la frase anterior, se hace notar como esta persona sí reconoce el valor de la vida, aplicada, como se mencionó anteriormente, a su labor de asesino, por lo que se demuestra cómo el Limpiador intenta seguir la moral que él considera que aplica para él.
Además, cuando El Limpiador acepta matar y luego mata a Mostrenko a modo de venganza por la muerte de la hija de Plomo, se presentan varias situaciones en las que el Limpiador demuestra su “moral distorsionada”.
La primera, cuando acepta matar a Mostrenko dejando de lado tanto el interés económico (porque Plomo no tenía el dinero para pagar por el servicio) como el riesgo que este pensaba que estaba asumiendo a causa de su sus supersticiones (el asesinato de Mostrenko sería impar y según él había mayores posibilidades de que lo maten en estos casos) debido a la sensación de obligación o deber que tenía para hacer lo que Plomo le estaba pidiendo por haber tenido una relación con su esposa y después matarla.
En la situación descrita, se demuestra cómo el Limpiador sigue un deber impuesto por su moral y decide asesinar a Mostrenko, que para él era lo correcto, sin embargo, es socialmente reprochable.
La segunda situación se da en la forma en la que el Limpiador realiza el asesinato, puesto que, la ejecución es macabra. Primero decide dispararle en la mano derecha, luego en la pierna izquierda, tercero en la pierna derecha hasta dejarlo inmóvil para después volver a atacarlo con un disparo en la mano izquierda; debido a los gritos e insultos de Montresko, el asesino opta por dispararle en la mandíbula. En pleno acto recuerda lo que una vez le dijo su maestro y era que le tenía que eliminar los ojos para que su victima no lo persiga en sus sueños y de esta forma, el sexto y séptimo tiros van a cada ojo. Para poder culminar con la venganza y que esta sea realmente “justa” decide realizar el último disparo en los testículos, así sentenció a su victima. El fin de todo esto era hacerlo pagar por sus actos.
De acuerdo a lo anterior, es una situación que podría ser catalogada como una tortura (socialmente reprochable), pero para el Limpiador era la condena que le correspondía. Si lleváramos este acto al aspecto social, el asesino también debería ser castigado por todo lo que hizo, pero para él esto no debería ser así dado que él hizo lo “correcto”.
La moral distorsionada es un aspecto que se puede manifestar en muchas formas, situaciones en las que una persona que hace cosas malas se autoimpone reglas para alterar su percepción y considerar que las cosas malas que hace son buenas, son muy comunes, debido a que las personas tienden a justificar su accionar a toda costa. El ejemplo del Limpiador nos demuestra cómo hasta un asesino se autoimpone reglas “morales” a la hora de aceptar, cobrar o realizar un asesinato, con la finalidad de tratar de convencerse a sí mismo de que lo que él hace no está del todo mal, que como en este caso, puede ser lo “justo».
Angelo Andrade, junio de 2015.