Cada cuento es una obra de arte, una combinación de ingenio y magia, pero hay algunos que calan en nuestro ser más profundamente que otros. En mi caso, se trata de “Una experiencia privada” de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Una historia que resume un problema sociocultural tan grande que se refleja y vive en todas partes del mundo, aunque la escritora aparentemente solo se centre en la realidad nigeriana.
“Una experiencia privada” trata de dos mujeres que se encontraban en el mercado de la ciudad de Kano cuando se inicia un conflicto callejero entre cristianos y musulmanes y ambas se ven obligadas a esconderse juntas en una tienda abandonada. Durante este periodo de encierro viven y comparten experiencias muy especiales.
La historia abarca tantos temas que es difícil mencionarlos todos, sin embargo principalmente podemos notar una profunda reflexión acerca del sentido de los conflictos religiosos y la preocupación del individuo por la sociedad.
Chika es la protagonista de “Una experiencia privada”. Es una joven estudiante de medicina aparentemente sin vocación que vino junto con su hermana Nnedi de vacaciones a Kano. Al principio parece que viene del extranjero por las descripciones y observaciones que hace de esta ciudad, pero más tarde descubrimos que ella también es nigeriana solo que proviene de una ciudad más próspera y estable políticamente llamada Lagos.
A pesar de pertenecer al mismo país, Chika tiene poca o nula información acerca de los conflictos religiosos entre cristianos y musulmanes en Nigeria. Hasta el segundo en que empezó aquella revuelta en el mercado, la joven era una mera observadora de los problemas que atravesaba su propio país y se encontraba tan alejada de esta realidad como un televidente de CNN en Japón que solo observa titulares de masacres y huelgas.
La escritora nos plantea esta situación con Chika. Ella es un vivo ejemplo de lo que es vivir ensimismado en uno mismo y el cambio radical que suele haber cuando te encuentras con una realidad dura y triste, en este caso cuando Nnedi desaparece durante la revuelta. ¿Era nuestra protagonista consciente de los conflictos religiosos de la ciudad? Muy poco. ¿Qué tanto le interesaba saber más sobre ellos al principio? Nada.
Hoy en día, muchas partes del mundo atraviesan problemas similares o iguales a los que se viven en Nigeria. En el Perú estamos viviendo uno de ellos en la provincia de Islay, donde los pobladores de Cocachacra viven protestando para evitar perder la preciada agua con la que manejan su agricultura. Son terribles los titulares que muestran a hombres y mujeres campesinos en pleno conflicto con las fuerzas armadas, pero mientras no afecten directamente a Lima, solo son periódicos viejos que botamos en nuestro contenedor de residuos para reciclar. En cambio, si el conflicto se desarrollara en la capital —y por lo tanto nos involucrara— se armaría tal alboroto en los medios que no solo tendríamos la atención de las autoridades pertinentes sino también la de todos los líderes mundiales. El egoísmo nos impulsa a enfrentar los problemas exclusivamente cuando nos afectan, dejando la generosidad y el interés por el prójimo de lado.
El otro mensaje que nos deja Chimamanda Ngozi Adichie es acerca de la religión y su significado. Chika no veía a la mujer del mercado como alguien fuera de lo común. Para ella es solo una humilde señora preocupada por su familia que solidariamente la ayudó a ocultarse. Sin embargo, Chika solo es consciente de su religión cuando pasan las horas dentro de aquella tienda y comparten anécdotas familiares y pensamientos más profundos.
Curiosamente, eso no cambia ni un ápice la visión que tiene Chika de su salvadora. Es cierto que se sorprendió al principio, pero justamente la razón de esta sorpresa son los prejuicios generalizados que existen contra la comunidad musulmana y su contraste con esta mujer tan sencilla y buena. No concuerdan en lo absoluto con la imagen mundial del islamismo, una religión tan mal vista.
En la historia Ngozi Adichie se esfuerza en poner énfasis en que los conflictos entre cristianos y musulmanes son culpa de ambos bandos y las consecuencias no discriminan edad, sexo o religión. El hecho que creamos o no en el mismo ser superior no nos hace mejores o peores, solo crea diferencias que pueden crear aún más barreras para la comunicación de las que ya de por sí existen.
“Una experiencia privada” es un cuento que nos invita a la reflexión acerca de nuestro estilo de vida y nuestro entorno. Nos lleva a un país lejano del que se dice poco y se escribe aún menos, pero que pasa por lo mismo que muchos países en el mundo. Si queremos que el mundo sea un lugar más feliz es importante dejar de lado en qué dios creemos y empezar a trabajar como sociedad.
María Lucía Berrospi, junio de 2015.