De niña los libros ingleses y estadounidenses avivaron la imaginación de Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana perteneciente a la etnia igbo, quien a los siete años de edad comenzó precozmente su aventura literaria influenciada por las lejanas historias que leía. Luego, inspirada por los escritores africanos Chinua Achebe y Camara Laye, Chimamanda comenzó a escribir sobre lo que realmente la identificaba, su historia y la de su país.
“Una experiencia privada” es un ejemplo de esas historias. El cuento nos narra el encuentro de dos mujeres, aparentemente diferentes, cuyos caminos se cruzan en medio de un disturbio entre musulmanes y cristianos en el mercado de la ciudad antigua de Kano, al norte de Nigeria. Chika, una joven estudiante de medicina, de clase alta, igbo y cristiana, es socorrida por una mujer comerciante, humilde, hausa y musulmana.
Chika no sabía nada de los disturbios. Había viajado a Kano desde la ciudad de Lagos, acompañada por su hermana Nnedi, para visitar a una tía que ocupaba un alto cargo en el sector público. Los conflictos internos entre musulmanes y cristianos dan lugar a un escenario en el que ambas mujeres, desprotegidas, dejan de lado sus diferencias. Así, a través del cuento, Chimamanda nos acerca sutilmente al contexto social y económico de Nigeria, una sociedad llena de desigualdades, dónde la mujer tiene una mayor condición de vulnerabilidad.
La autora utiliza un narrador de prosa sencilla y maneja hábilmente el tiempo, dejando de lado el tradicional orden cronológico para realizar saltos al pasado y al futuro, ya sea para rememorar un acontecimiento anterior o para efectuar una anticipación de la historia. Dichos recursos agregan drama e intensidad al relato, además de transmitirnos una sensación de cotidianidad sin dejar de lado un trasfondo de denuncia.
Desde este hemisferio solemos percibir las historias del continente africano como lejanas. Desde un punto de vista geográfico lo son. No obstante, al analizarlas con mayor profundidad, podemos ver lo cercanas que son a nuestra realidad. Pese a que la de algunos países de África es más complicada, observamos que hay elementos similares, considerando que el Perú es un país multiétnico, pluricultural y multilingüe donde la exclusión social está cargada de prejuicios, discriminación e intolerancia, estimulados por una visión parcial de la realidad.
Con ese enfoque podemos observar puntos análogos entre el cuento y la realidad peruana. La época del terrorismo en el Perú es un claro ejemplo de ello. En dicho periodo los peruanos estaban tan acostumbrados a los atentados subversivos, que la explosión de un “coche bomba” o un apagón eran, lamentablemente, parte de lo cotidiano, tal como son los disturbios entre musulmanes y cristianos para la mujer hausa del cuento.
Asimismo, Chika representa a una gran parte de la sociedad capitalina —en nuestro caso la limeña— ajena a lo que ocurre en el interior del país. En el Perú el terrorismo recién tomó importancia cuando afectó a la capital. Lamentablemente hoy esta visión parcial y desinformada de los conflictos se sigue manteniendo y, mientras más olvidemos, más vulnerables somos ante la posibilidad de que vuelva a suceder.
Respecto a esta visión parcial y desinformada de la historia, Chimamanda sostiene que es imposible compenetrarse con un lugar o una persona sin entender todas sus historias y señala que la consecuencia de tener una historia única es que roba la dignidad de los pueblos, dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana y enfatiza nuestras diferencias en vez de nuestras similitudes.
De esta manera, con el cuento “Una experiencia privada”, Chimamanda busca ampliar nuestra perspectiva y hacernos reaccionar ante las coberturas mediáticas que nos cuentan historias —mal contadas— de forma reiterada y que nos conducen a asumirlas como única verdad, reduciendo a sus protagonistas a esa visión parcial cargada de estereotipos y prejuicios. Mientras tanto, el conflicto entre musulmanes y cristianos sigue cobrando miles de víctimas en Nigeria, y como dice la autora en el cuento, son tan responsables unos como los otros.
Erika Schabauer, junio de 2015.