A primera vista, los géneros de fantasía y ciencia ficción parecerían ser dos géneros absolutamente diferentes, opuestos radicales en todo sentido. Después de todo, la fantasía se centra en lo mágico, lo imposible, lo medieval; la ciencia ficción, en lo científico, lo posible, lo futurístico. Sin embargo, estas son simples diferencias en la temática —el escenario donde transcurren las historias—. Ambos géneros tratan de crear una realidad radicalmente distinta a la nuestra. En este breve ensayo, se argumentará la idea de que al mirar más allá del contexto de ambos géneros, donde yace la esencia de cada uno —las características intrínsecas que hacen que la fantasía y la ciencia ficción sean fantasía y ciencia ficción— yacen objetivos muy similares.
Empecemos por revisar las diferencias entre ambos géneros. Una de éstas es la idea de que la fantasía trata sobre lo imposible, mientras que la ciencia ficción sobre lo improbable; no es una diferencia suficiente, en mi opinión, para requerir dos géneros distintos. La principal diferencia es, sin lugar a dudas, la temática. Una historia de magos y caballeros es, a primera vista, una historia fantástica; una historia de naves espaciales es, igualmente, una historia de ciencia ficción. Sin embargo, ¿es el contexto en el cual transcurre la historia aquello que define a una historia como perteneciente a un género?
Uno podría imaginarse una historia detectivesca ubicada en un entorno futurista, como ocurre con varias novelas de Isaac Asimov. A pesar de contar con todas las características del género detectivesco, ¿es el hecho de que la historia transcurra en una nave espacial suficiente para catalogarla como ciencia ficción? No, es simplemente una historia detectivesca que, por designios del autor, ocurre en una ubicación geotemporal distinta de la usual. Entonces, es insuficiente definir un género basándonos solamente en dónde y cuándo ocurre la historia o en qué tecnología existe en el mundo de la historia. La definición del género debe venir, de manera principal, en mi opinión, del objetivo del autor: ¿qué quería transmitir, lograr o contar el autor con esta historia?
La pregunta planteada nos abre las puertas al núcleo del asunto: tanto las historias de ciencia ficción como las de fantasía tienen el mismo objetivo general, el cual es la creación de una mitología. La obra maestra de Tolkien, por ejemplo, no fue El señor de los anillos, fue El Silmarilion. Mediante un conjunto de cuentos entrelazados, los cuales culminan con la famosa trilogía, Tolkien logra crear un mundo completamente explicado, incluyendo la creación del mundo y de las fuerzas que lo rigen. El señor de los anillos es el más conocido de estos cuentos y cierra el ciclo de la Tierra Media, pero importa más por su aporte a la mitología que lo envuelve que como historia individual. Tolkien pone muchísimo empeño en todas sus historias, en explicar detalladamente desde los orígenes de los idiomas de sus criaturas hasta la razón por la cual existe la magia. Brandon Sanderson, autor de Mistborn, hace algo similar: si bien las muchas historias que entrelaza son interesantes por cuenta propia, el mayor mérito de sus escritos es la muy específica descripción de la magia de su mundo: cómo funciona, cómo afecta a su mundo, cómo fue creada; incluso menciona cómo cambiaron los sistemas políticos y económicos de su mundo al introducirse la magia. El primer “autor” de fantasía, el gran Homero, dedica bastante tiempo a explicar las características de los dioses y semidioses. Como conjunto, todos los cuentos griegos de fantasía mitológicano apuntan a sí mismos como objetivo, sino como contribuyentes a la gran mitología que orbitan. Hasta J. K. Rowling, que se niega a ser catalogada como fantasía, se esmera en que los lectores entiendan la interrelación entre el mundo mágico y normal; explica las diferentes denominaciones de las monedas mágicas y muestra cómo funciona el sistema político mágico (todo esto a un nivel diseñado para su audiencia, por supuesto). Por estos ejemplos e innumerables más, no dudaría en afirmar que el género de fantasía es un género definido por el amplio y profundo desarrollo de mitologías que realiza, situado en un entorno medieval y mágico.
La ciencia ficción hace algo similar. Isaac Asimov enlaza todos sus cuentos en un solo universo, una sola línea de tiempo. Sus personajes aparecen en múltiples historias; se explora profundamente la tecnología y su evolución a lo largo del tiempo, así como su efecto sobre los distintos aspectos de la sociedad; se dedica mucho tiempo a analizar la política, tanto del Imperio Galáctico como de cada mundo individual; se ve desde el nacimiento hasta el final del universo, y la misma psicohistoria (una ciencia inventada por el autor que es parte econometría y parte psicología) es explicada y vista en acción múltiples veces. Cada una de las historias que cuenta es interesante en sí misma, pero la obra maestra de Asimov no tiene título: es el colectivo interrelacionado de todas sus historias. Orson Scott Card hace algo parecido, pero a menor escala. La historia original de Andrew se convierte en dos cuartetos: uno se desdobla y analiza la tecnología de un universo gigantesco a miles de años en el futuro; el otro se concentra en el planeta Tierra y estudia los cambios políticos en el momento presente. Dune y La guerra de las galaxias hacen lo propio: los cuentos e historias individuales sirven como contribuyentes, como vértebras, para la gran mitología que las precede. Desde este punto de vista, el género de ciencia ficción sería un género definido por el amplio y profundo desarrollo de mitologías que realiza, situado en un entorno futurista y científico.
De esta forma, podemos concluir que aquello que define a la fantasía como tal y aquello que define a la ciencia ficción como tal es lo mismo: el afán por construir un mundo radicalmente diferente al nuestro a partir de historias entrelazadas. Estas, en conjunto, intentan crear una mitología, una historia tanto amplia como profunda que transciende las historias individuales que la componen. Así, fantasía y ciencia ficción vienen a ser distintas aplicaciones de la misma idea —comparten aquella característica idea intrínseca que inspira a sus autores— y bien podrían ser el mismo género.
Irónicamente, resulta que no es que ambos géneros son diferentes porque tengan distintos contextos: son similares porque ambos posicionan al contexto como el objetivo final y a la historia como herramienta para conseguirlo.
Daniel Defago, junio de 2015.