Me fue difícil elegir un solo cuento de tantos que hemos leído a lo largo del ciclo. El género que más me gustó fue el de los cuentistas peruanos en tiempos del boom. Gran capacidad para redactar y entretener a lectores peruanos que pueden identificar elementos retratados en los cuentos. Dentro de este género he elegido realizar un breve análisis sobre el cuento “Alienación” de Julio Ramón Ribeyro. Además de relatar una historia interesante que atrapa al lector desde el inicio, esconde una triste realidad que todavía se vive en nuestro país: la discriminación. Por ello, el cuento parece ser un microcosmos del Perú, relatando la interacción entre las distintas razas y clases sociales.
El cuento empieza relatando el problema de Roberto, quien creía que para triunfar en la vida debía dejar de ser “zambo” y transformarse en “gringo”, para lo cual “Tuvo que empezar por matar al peruano que había en él y por coger algo de cada gringo que conoció”. A partir de allí podemos observar cómo el personaje empieza a construir una nueva identidad, despojándose por completo de su naturaleza y cambiándose de nombre a “Boby” como primer paso.
¿Por qué Boby querría abandonar su identidad y crearse una nueva? Todo empezó cuando Queca, la niña más codiciada, bonita y admirada del barrio, dijo que ella “no jugaba con zambos”. Lo curioso es que el cuento nos describe a Queca como una niña que vivía en el barrio pero que no era de nivel socioeconómico alto, sino que vivía en una casa pequeña y su papá era un empleado de un ómnibus. Boby era de un nivel socioeconómico también bajo, lo que nos demuestra que la discriminación en este cuento se da a nivel de cultura y pertenencia étnica, más que a nivel de economía familiar. Queca, una niña quizás inmadura, conforme crecía solo se juntaba con chicos más “blancos”, como Chalo Sander y luego Billy Mulligan. Boby logró captar esto y empezó su transformación en gringo con un objetivo como “o Mulligan o nada”, marcado por las crudas palabras que le dirigió Queca cuando eran niños.
Empezó por cambiar su apariencia física para “deszambarse”, tiñéndose y planchándose el cabello y blanqueándose la piel. Observaba a los gringos y los espiaba en lugares que ellos frecuentaban para interiorizar cómo vestían y como actuaban. En su barrio le quitaron el saludo por “pretencioso” y perdió su trabajo. Las acciones de Roberto demostrarían a cualquiera que en el fondo se avergüenza de sus orígenes y de su ambiente, que no le parece suficiente para triunfar en la vida. Por ello debía cambiar y ser quien no era.
Boby siguió construyendo su identidad de extranjero viendo películas en inglés para aprender el idioma. Paralelamente consiguió un trabajo en el club de Bowling, frecuentado por “gringos”. Allí pudo aprender frases adicionales en inglés y finalmente se matriculó en un instituto para aprender el idioma. Era el más aplicado y responsable. Conoció a José María Cabanillas, con quien compartía la misma admiración —obsesión— por los gringos. Llegaron a un límite en que ni sus conocidos ni sus parientes los querían. Esto se debe a que, evidentemente, habían ofendido a sus familiares al querer romper todo lazo visible (apariencia física) e invisible (idioma, actitud) que pudiese unirlos a sus familiares afroperuanos.
A base de trabajo duro y ahorros lograron comprar dos pasajes y viajar a Estados Unidos. Sin embargo, al llegar en busca del sueño americano se toparon con la decepción de que en Nueva York personas de todo el mundo querían vivir como gringos al igual que ellos. Pasaron un mal rato siendo maltratados y sin conseguir trabajo. Como se les iba a vencer la visa de turistas, su única opción fue unirse el ejército norteamericano para poder convertirse en ciudadanos.
El desenlace del cuento es triste porque Boby murió en la guerra y Jose María perdió un brazo. Boby nunca pudo cumplir su sueño de vivir como americano y murió en el intento. Nunca pudo ser parte de Estados Unidos y murió peleando por ellos.
Por otro lado, Queca termina siendo maltratada por su marido, quien la insultaba llamándola “chola de mierda”.
El final definitivamente deja un vacío nostálgico y una tristeza en el lector, por el desenlace de los personajes. Por abusos de quienes creen tener mayor autoridad y ser superiores, todos terminan siendo afectados.
El cuento demuestra que a partir del rechazo de la sociedad, muchos se avergüenzan de su contexto y de su vida, e intentan cambiar para encajar en una sociedad exigente y discriminadora.
Si bien el cambio muchas veces es positivo, como estudiar mucho y ser aplicados al llevar cursos, y trabajar y ahorrar por un sueño, nunca debe llegar al extremo de cambiar la identidad y la esencia de las personas, avergonzadas de sí mismas y de sus familias solo para encajar y ser aceptadas por la sociedad.
Esto es algo en lo que, como país, se debe trabajar. Ni las minorías deberían cambiar su esencia ni su identidad, ni quienes son considerados de la “sociedad” deben imponer reglas para decidir quién pasa a ser parte de ella y quién no es lo suficientemente bueno. Nadie tiene el derecho a decidir eso.
Por útimo, quisiera hablar sobre el estilo de Ribeyro en este relato. El narrador es un personaje externo que nos cuenta la vida de Boby, qué pasó con él y “qué fue de su vida”. Lo curioso es que lo relata a manera de chisme, una forma de comunicación propia de la cultura peruana, donde muchas historias y anécdotas se cuentan a través del “boca a boca”.
El cuento me gustó muchísimo, pues además de ser interesante y atraparme desde el principio, relata de una manera exagerada pero real lo que sucede en nuestro país. El estilo de Ribeyro también aporta muchísimo al cuento, demostrando una vez más la gran cultura literaria que tiene el Perú y de la cual deberíamos leer todavía más.
María Alejandra Gutiérrez, junio de 2015.