Julio Ramón Ribeyro, «Los huaqueros», por Akemi Kanashiro

Ribeyro nos presenta un cuento influenciado por sus años de vivencias durante su niñez y juventud en los alrededores de la huaca Pucllana. Además, utiliza los recursos urbanísticos, característica habitual en la mayoría de sus escritos.

De la mayoría de sus cuentos se rescata mucho el tema de la clase media o clase baja ascendente como protagonista, así como los conflictos surgidos a raíz de los rápidos cambios que comenzaba a experimentar la ciudad por aquella época (años 50), como la migración, el surgimiento de la clase media y la modernización e incluso la segmentación entre la sociedad.

Un factor predominante en su narrativa es la incertidumbre frente a los hechos, y la posterior frustración de sus personajes, frente a un desenlace inesperado. “Los huaqueros” no es ajeno a este estilo, de hecho, el cuento nos mantiene a la expectativa sobre si finalmente lograrán o no descubrir lo que buscan. Este ambiente va cobrando más relevancia a medida que más personajes se suman a la tarea de buscar restos. Más aún, esos personajes resultan contradictorios entre sí; así, tenemos a los huaqueros infractores de la ley por un lado, mientras que por el otro tenemos a la ley personificada en los policías, todos ellos buscando el mismo objetivo. La expectativa que se genera en el lector choca contra un muro una vez que el cuento llega al desenlace y sólo nos queda reir frente a la frustración de los personajes y la nuestra propia. Quizá es a través de ellos que vivimos lo que solamente es posible en nuestra imaginación.

Dentro de esta “segmentación” que se comenzaba a implantar en Lima, está también el tema educativo. Así, en una Lima atacada por el saqueo de sus últimos restos pre y postcoloniales, el patrimonio cultural no es valorado por los personajes, a quienes poco o nada importa su destrucción, aunque sí su posesión, al afirmar uno de ellos “la huaca es de todo el mundo, ¿no?”. Ello también lleva a la reflexión, pues el autor desliza el hecho de que los huaqueros provienen de un estrato social limitado en cuanto a la educación, donde no se valora el tema cultural. La carencia de recursos económicos también los impulsa a realizar actividades ilícitas. Esta alegoría fácilmente puede extrapolarse a nuestro Perú, como un país con riquezas minerales, culturales, naturales pero tan carente de otros factores como la educación, salud, justicia de buena calidad, así como la desigual distribución del ingreso.

El cuento refleja también el comportamiento de la sociedad citadina de entonces y nos hace partícipes de situaciones que son recriminables. De hecho, vemos cómo se suman los policías, quienes llevados por la avaricia, olvidan su deber a cambio de una generosa ganancia. Comportamientos como este, sin embargo, ya no sólo pertenecen a la ciudad, actualmente las vivimos en cualquier parte y no nos son ajenas. Son actitudes que por el contrario, nos parecen casi hasta cotidianas. Lo que hace Ribeyro; no obstante, es darles un tono satírico e irónico. Ello le permite exponer temas relevantes que en la actualidad son preocupaciones y comportamientos constantes: la corrupción, la destrucción del patrimonio, así como la falta de interés por protegerlo, el “criollismo” (que siempre recurre a cualquier recurso para lograr el objetivo final), el gusto por el la bebida para cualquier ocasión (mas aún para “secar las penas”, frente al final frustrante y triste), sin llevar el cuento necesariamente a una discusión más política o sin caracterizarlo como una especie de reclamo social que usa el recurso literario.

Fiel a su estilo, la ironía y la sátira tienen una máxima expresión. Regresando a la frase “la huaca es de todo el mundo, ¿no?”, se puede ver claramente este punto. Así es señores huaqueros. Después de volver a leer el cuento, esta era la respuesta para mi pregunta interna: Qué hacía un cadáver de niño enterrado en una huaca? … pues el mismo autor responde a la pregunta: la huaca es de todos, así que cualquiera podría enterrar a sus seres ahí. ¡Tremenda ironía!