¿La democracia no se come?

En estos días los candidatos ofrecen de todo para ganar votos — aumentar sueldos, reducir precios, regalar pistas y pañales, todo…con la notable excepción de fortalecer a las instituciones democráticas, y dar mayor protección a nuestros derechos humanos.  Como ha señalado Gustavo Gorriti esta semana, es lamentable que los candidatos con un demostrado compromiso con la Democracia, como valor y sistema de gobierno, no hayan enfatizado más estos temas, para diferenciarse de los que son más cuestionados en este campo: Keiko Fujimori y Ollanta Humala.¿Por qué los candidatos no consideran prudente poner la democracia, y los derechos y libertades que la sostienen, en el centro del debate?  Muchos dicen que el problema está en el pueblo, a que le interesa poco o nada la democracia en su forma liberal.  Otros dicen que esto refleja el precario compromiso democrático de las élites, argumento de Eduardo Dargent con el cual estoy parcialmente de acuerdo (guardo esperanza con los más jóvenes).

En este sentido, uno de los factores indispensables para mantener una democracia, es tener una ciudadanía que la valora y la defienda, en las buenas y las malas, e incluso frente a la abdicación de las élites.  La buena noticia, según Latinobarómetro, es que en los últimos cinco años Perú experimentó no solamente crecimiento económico, sino crecimiento en los niveles de aprobación a la democracia, de 40% en 2005 a 61% en 2010.

Y si otros peruanos no demuestran esta aprobación, ¿a qué se debe?  La respuesta común, es que no sienten que la democracia les ha generado beneficios concretos, en la forma de provisión de servicios, infraestructura y bienestar social.  «La democracia no se come», como va el refrán atribuido a Odría.  Sin embargo, en Perú hay poca investigación empírica que sustenta esta hipótesis.

Hace unos años, en un intento de contribuir a este debate, Luis Camacho y yo realizamos un estudio titulado Desempeño del Estado y sostenibilidad democrática en el Peru. Inspirados por Luis (economista converso a la Ciencia Politica), analizamos datos del ENAHO y tratamos de identificar qué relaciones había entre la valorización de la Democracia como forma de gobierno, la confianza en nuestras instituciones políticas, y el acceso de las personas a los servicios básicos (agua, desagüe, electricidad, infraestructura) y a los diversos programas de asistencia social. Los resultados, algunos mas conclusos que otros, están resumidos en un artículo breve y un Documento de Trabajo sostenibilidad-economica-sanborn-camacho.pdf.

¿Qué encontramos?  En primer lugar, sí existen relaciones entre la situación material de las personas, su valorización de la Democracia en general, y su confianza en las instituciones realmente existentes.  Sin embargo, no encontramos esa relación inmediata y simplona que muchos imaginan — «me gusta la democracia cuando me da pistas y colegios».  Más bien, el apoyo a la democracia va aumentando con la capacidad adquisitiva del hogar y el nivel educativo de sus integrantes… pero ojo, solo hasta un punto medio.  Las clases medias democráticas existen en el Perú, con mucha honra.  En cambio, tanto los pobres rurales y pobremente educados, como los ricos urbanos y privilegiados, encuentran razones (eso sí, diferentes) para desconfiar de la Democracia, y sobre todo de las instituciones que tenemos.

En segundo lugar, encontramos un grupo significativo de «ciudadanos críticos», aquellos que residen en distritos mejor atendidos en cuanto a servicios e infraestructura, y que poseen actitudes y valores democráticos, pero que desconfían de las autoridades e instituciones políticas existentes.  Si el Perú Avanza, sus ciudadanos también avanzan, en establecer estándares más altos para evaluar el desempeño de un Estado bastante ineficiente e injusto.

En conclusión, son los peruanos menos educados, residentes en distritos rurales y escasamente desarrollados, donde la mayor desaprobación de la situación existente, va de la mano con un escaso compromiso con la Democracia en sí.  Pero esto no se resuelve con pan y circo, sino con la defensa de sus derechos fundamentales, y la promoción activa del desarrollo económico y humano en las zonas mas excluídas del país.  De los casi 20 millones de electores que votan este domingo, el 67% pertenece a los sectores D y E, y 25% vive en zonas rurales.  Esperemos que todos los candidatos tienen estos ciudadanos en sus agendas, y no solo aquellos que admiran y defiendan a las alternativas autoritarias.