Hoy se levantó sobre nuestro malecón el gran “regalo” que Alan García nos deja, como un testimonio a su enorme capacidad de dominar el escenario y generar alboroto entre los demás.
A un lado tenemos a la Alcaldesa de Lima, quien hoy dice no tener problema con la figura de Cristo, pero considera que las donaciones de García y sus amigos serán mejor utilizados para combatir el frío en Puno. Proveniente de una líder de izquierda, este argumento es algo sorprendente, por su énfasis filantrópico (cuando hoy los pobladores de Puno exigen justicia antes que frazadas), y porque el tema aquí no es lo que deben hacer los privados con su plata. El tema es cómo se toma las decisiones en el Estado – porque esta obra es un bien público — y quienes deben ser consultados. En un Estado laico, claro.
Al otro extremo, tenemos a personajes de derecha, como el Director de Correo, alegando que los mismos argumentos fueron utilizados contra los sitios de memoria promovidos por la izquierda, y recordando que Alan Garcia hizo una contrapropuesta similiar al gobierno alemán, para utilizar sus US $2 millones en inversiones sociales en lugar de un Museo de Memoria, aunque eventualmente aceptó la donación. Este Cristo, entonces, aparece como una respuesta de los sectores mas conservadores, no solamento a aquellos monumentos, sino al giro hacia la izquierda en nuestra política nacional.
Aunque el origen y la calidad artística del “Ojo que Llora” no son comparables con ese Cristo copiado de Brasil, vale la pena recordar el debate que se generó sobre ello, capturado en diversos estudios, incluyendo un artículo de Katherine Hite titulado «The Eye that Cries: the Politics of Representing Victims in Contemporary Peru«. Según Hite, el “Ojo” también fue creado con el apoyo de donantes privados, entre ellos Ferreyros, Graña y Montero, Cementos Pacasmayo, Asociación Atocongo (de Cementos Lima), Unicon, Química Suiza, Tekno y Firth, además de la GTZ, la Embajada de Holanda y el Municipio de Jesús María, bajo la administración de Carlos Bringas. El apoyo privado inicial fue un tributo a la pasión y perseverancia de la artista, Lika Mutal, pero comenzó a hacerse agua cuando en un controvertido fallo de 2007, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó inscribir en la obra los nombres de los internos senderistas quienes fueron ejecutados extrajudicialmente en el penal de Castro Castro en 1992. Interesantemente, en esa fecha Mario Vargas Llosa argumentó que ni la Corte ni el Gobierno deberían mandar sobre la obra, porque era de «dominio privado».
La propuesta de Vargas Llosa para superar aquel impasse, fue de darles vuelta a las piedras con nombres polémicos, “hasta que el tiempo cicatrice las heridas”. Lamentablemente, esa fue ignorada por quienes violentaron a la hermosa escultura con martillazos y pintura naranja, acto aplaudido por Martha Chávez y otros fujimoristas. Hoy, escucho algunas voces llamando a actuar de manera similar con ese Cristo. De acuerdo que puede ser indeseable desde varios ángulos, pero…tampoco tampoco.