Comparto una columna de opinión en El Comercio, sobre brechas de género en el mundo académico:
¿Por qué no hay mujeres en este evento?
Hoy en el Perú las mujeres representan casi la mitad de los estudiantes universitarios, la tercera parte de los profesionales titulados y la tercera parte de los investigadores registrados en el Directorio Nacional de Investigadores e Innovadores (DINA). La presencia femenina en estas áreas ha venido en aumento y esos son pasos importantes en el camino hacia la igualdad de oportunidades para alcanzar el desarrollo que tanto necesitamos como país. Sin embargo, aún estamos lejos de ese ideal.
Según el INEI, Concytec y otras fuentes, la mayoría de profesores universitarios son hombres (68% a nivel nacional y 74% en universidades públicas). La mayoría de decanos, rectores y otras autoridades también son hombres. Y las brechas en investigación son especialmente grandes: el 75% de nuestras publicaciones científicas tienen autores masculinos, los grupos de investigación son mayormente liderados por hombres, los eventos académicos suelen tener más expositores que expositoras y la mayoría de expertos citados por los medios también son hombres.
Pese a su inicio prometedor en la vida universitaria, ¿por qué la mujer está casi ausente en los niveles más altos de presencia y poder? Algunos dirán que es solo cuestión de tiempo, que poco a poco las mujeres irán ganando terreno, en la universidad y en otros espacios. Pero la realidad es más compleja. Los estudios hacen referencia a un par de metáforas. Primero, pareciera que las mujeres transitáramos por unas “tuberías con gotera”, retrasando o abandonando las carreras académicas en momentos claves de nuestras vidas. Por otro lado, pareciera que tuviéramos unos “techos de cristal”, pues persisten barreras invisibles para llegar a los puestos más altos (profesor principal, decano, rector).
Los puntos de ‘goteo’ incluyen la elección de la carrera, pues las chicas siguen optando por disciplinas tradicionalmente femeninas y de menor proyección ocupacional. Las mujeres son 7 de cada 10 estudiantes en educación, pero solo 2 de cada 10 en ciencias. Las profesoras jóvenes reciben más carga administrativa y menos tiempo para investigar, lo cual es clave para ascender. Tienden a dedicar más tiempo al cuidado de hijos menores y padres mayores, sacrificando horas de laboratorio o trabajo de campo, para luego estar en desventaja para plazas y becas con límites de edad. Las actitudes sexistas y el acoso sexual también son barreras en instituciones jerárquicas y poco transparentes.
¿Qué hacemos? Las tuberías no se reparan solas, requieren acciones más afirmativas. Para las profesoras jóvenes, hacen falta más mentoras y modelos a seguir. Desde el Estado, la reforma universitaria apunta a la renovación para que mujeres y hombres avancen por méritos y reglas claras. Concytec promueve interés en ciencias desde la escuela y visibiliza a las mujeres científicas. Pero estos esfuerzos son insuficientes si desde las universidades no implementamos políticas más firmes para la igualdad.
Debemos atraer más candidatas mujeres para plazas docentes en aquellas facultades donde son escasas. Apoyar a las profesoras jóvenes, con horarios flexibles, tiempo e infraestructura para desarrollar su pasión por la investigación. A las mayores, que postergaron sus doctorados o publicaciones por apoyar a sus familias, ayudarlas a retomar ese camino. Crear climas de confianza, donde señalemos las prácticas machistas y visibilicemos a las mujeres expertas. Para ello, por ejemplo, fundamos Grupo Sofía: mujeres profesionales en las ciencias sociales, con colegas de otras universidades y centros de investigación.
Pero la tarea es de todos. Y podemos comenzar con un acto significativo. La próxima vez que vayamos a una conferencia y veamos al panel de expertos disertando, preguntemos: “¿Por qué no hay mujeres en este evento?”.