10:30 a.m., Interbank en Av. 2 de Mayo, San Isidro. Estoy apurada y hay una larguísima cola de personas esperando atención, mirando a sus Blackberry y relojes con ansiedad. Detrás de mí se acerca un señor, bastante mayor y cansado, con tez oscura y curtida, ropa muy sucia, necesita cambiar 200 soles; sigue trabajando duro a pesar de la edad. Se acerca un vigilante, y lo saca de la cola. Mis instintos dicen que lo van a tratar como indeseable, pedir que se retire…pero para mi grata sorpresa, le indican que vaya a la cabeza de la cola. El viejo me mira algo dudoso, ¿qué dirá ella? Vaya Ud. adelante, señor, Atención Preferencial.
Round 2. Se acerca una señora, también mayor aunque bastante mejor preservada, viste ropa elegante y tinte de buena peluquería. Ella sí se dirige directamente a la cabeza de la cola, y se coloca por delante de ese señor. El viejo, caballero, no le dice nada. Nuevamente se acerca el vigilante (mi héroe), y le pide a la señora que espere su turno, detrás del señor. Ella esta un poco irritada, pero acepta. Quiero aplaudir.
Mi pequeña satisfacción no es con Interbank, ni con la empresa de vigilancia que le presta servicios. Sin duda, mi amigo Wilfredo Ardito diría que estas empresas tienen mucho por hacer en cuanto a las prácticas discriminatorias. Mi pequeña satisfacción para hoy, es que en medio de un país remecido por odios y prejuicios, hay personas – quizás muchas — que simplemente hacen lo correcto.