Esto no es un post electoral. Aunque quizás debería serlo. Hace poco un vocero del Ministerio de Energía y Minas anunció el incremento significativo de las inversiones mineras en lo que va del año, a pesar del alboroto electoral. Y un fenómeno especialmente interesante, es la expansión de inversiones chinas, respaldadas en su mayoría por el Estado chino y su banca de desarrollo.
China ahora es el primer socio comercial del Perú, desplazando a EEUU, y el principal comprador de nuestro cobre y diversos otros productos. El Perú es el principal destino de las inversiones mineras chinas en América Latina, y el cuarto en el mundo. Aproximadamente 34% de las inversiones proyectadas por MINEM para 2011-2016 involucran capitales chinos, incluyendo Toromocho en Junín (Chinalco), Pampa de Pongo en Arequipa (Nanjinzhao Group), Galeno, Hilorico y Pashpap en Cajamarca (China Minmetals y Jiangxi Copper), y Rio Blanco en Piura (Zijin Consortium), además de la expansión de operaciones de Shougang en Marcona. Empresas chinas también realizan importantes inversiones en hidrocarburos, en la Amazónía y la Costa Norte.
¿Qué implicancias tienen las expandidas relaciones económicas entre Perú y China, y la mayor presencia de empresas chinas en nuestro territorio? Muchos celebran esta apertura de relaciones Sur-Sur como una enorme bendición, que trae no solamente más minas y pozos, sino inversión en infraestructura, transporte y servicios diversos. Otros temen la exacerbación de nuestra dependencia en exportaciones primarias, y posibles retrocesos en materia ambiental, laboral y derechos humanos, citando los graves problemas de la industria minera en la China misma, y la conducta de sus empresas bandera en África y partes de Asia. Sin embargo, la mayor parte de la FDI minera china hoy, esta en economías modernas con democracia y estado de derecho, como Australia, Canadá… ¿y Perú? Aquí tales inversiones son bastante recientes, y pocos investigadores peruanos han analizado este fenómeno.
Por ello, queremos compartir algunos aportes del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico. La UP creó un Programa Economía y Gestión en el Asia Pacífico (PEGAP) en 1995, precursor del actual Centro de Estudios de APEC (CEAUP), especializado en temas de economía, negocios y TLC. En 2009, publicamos La economía china y las industrias extractivas: desafíos para el Perú, con Víctor Torres, una visión matizada de esta relaciones, y con estudios de caso concretos. En 2010, expusimos en un evento del Wilson Center for Scholars, titulado China, Latin America and the United States: The New Triangle, donde se hicieron evidentes los temores de ciertos académicos y políticos norteamericanos de perder hegemonía en esta región, y los legítimos deseos de América Latina de diversificar sus relaciones soberanas. (Resumen:LAP_120810_Triangle_rpt_21.pdf). En abril 2011, presentamos una version actualizada y en castellaño de esa ponencia: Diplomado Version 2 PPT.ppt.
Este año, además tenemos dos Investigadores Asociados expertos en estos estos temas. Rubén González Vicente, candidato doctoral en Cambridge University, analiza las inversiones mineras chinas en América Latina, luego de haber realizado estudios de caso en Perú (Shougang) y Ecuador. Comparto un trabajo suyo presentado este mes, “Mapping Chinese Mining Investment, with a Focus on Latin America: Politics or Market?”, DRAFT – Mapping Chinese Mining Investment with a Focus on Latin America – Ruben Gonzalez-Vicente.pdf, con data y argumentos bastante interesantes.
En mayo regresa al CIUP Carol Wise, Profesora de Relaciones Internacionales en la University of Southern California, y gran conocedora de la economía política peruana. Su nuevo proyecto, “China, Latin America and the End of Neoliberalism”, analiza de manera amplia las implicancias económicas y políticas de estas nuevas relaciones, e incluye seguimiento de la implementación del TLC entre Peru y China.
Evidentemente, depende del Estado receptor establecer estándares para las inversiones de cualquier orígen, y regular la conducta de todas las empresas que operan aquí. Cuando la voluntad de hacerlo es débil, o la capacidad de hacerlo en zonas remotas es limitada, mucho depende de la acción voluntaria de empresas que, en estos casos, tienen poca experiencia en relaciones comunitarias, poca comprensión del entorno local, y practicas institucionales poco transparentes, lo cual puede exacerbar los conflictos sociales. En cambio, cuando el Estado con que negocian es firme en lo suyo, las empresas chinas se han adaptado rápidamente, aceptando con pragmatismo varios cambios en las reglas de juego, con tal de lograr objetivos del largo plazo.