En el imaginario popular abundan los refranes y aforismos. Uno que siempre me viene a la mente cuando la gente propone reuniones de trabajo es este que sentencia fría y tajantemente hay sumas que restan. Y claro, uno puede asociarlo al hecho de que toda resta puede verse siempre como la suma de un número negativo. Pero, simplismos aparte, la frase en realidad hace referencia a algo más fundamental: las interacciones humanas no son lineales.
Existe un divertido ejercicio pedagógico para mostrar la utilidad del trabajo en equipo, conocido como dinámica Nasa. En este se pide a los participantes pretender que su equipo de astronautas se ha perdido en la Luna y clasificar —primero individual y luego grupalmente— una lista de objetos en orden de prioridad. Solo una buena elección garantiza la supervivencia. Consistentemente se observa que los resultados grupales superan a los individuales, generalmente llevándolos no solo de debajo a por encima del punto de supervivencia, sino sobretodo por encima de su promedio. Esta dinámica, aunque dista mucho de ser una prueba científica, permite al menos entender cómo en ciertas actividades el trabajo conjunto de las personas resulta mejor que el trabajo individual promedio.
La no-linealidad funciona más a o menos así: ante la coincidencia de actividades individuales el resultado de estas no se convierte en su suma o resta. Por el contrario, el resultado depende de la forma cómo se han establecido las interacciones y muchas veces puede estar potenciado o disminuido muy lejos del promedio individual.
Aunque resulte contraintuitiva, la no-linealidad está presente en infinidad de fenómenos a lo largo de las más diversas disciplinas. Fenómenos complejos, como el clima, la organización de los insectos sociales y la dinámica de los fluidos funcionan por medio de dinámicas no-lineales. Un caso de particular interés es la reacción de Belousov–Zhabotinsky (B-Z) (aquí un video), la cual se produce entre dos compuestos químicos que reaccionan de forma no-lineal, bajo una dinámica de retroalimentación positiva y negativa, dando pie a patrones espacio-temporales muy estructurados, dependientes de las condiciones iniciales y muy sensibles a cualquier tipo de perturbación. Lejos de promediarse, las concentraciones de estos químicos se envolverán por sí solas en un frenesí continuo de crecimiento y descomposición, mientras exista un suministro permanente de energía.
Es imposible, bajo cualquier tipo de análisis, explicar los patrones que se observan en la reacción B-Z desde una perspectiva reduccionista, lineal, intuitiva. Así como resulta imposible prever de la misma manera cuán positiva o negativa resultará la convergencia de ciertas personas en un equipo. O por qué la mejor circulación de vehículos en una ciudad no tiene por qué resultar de las mejores circulaciones individuales. Y es que, el óptimo global no necesariamente se obtiene a partir de los óptimos locales. Cabría pensar qué implicancias tendrá esto si se plantea en términos socio-políticos. O económicos.
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belousov-zhabotinsky, nolinealidad, reacciones químicas, trabajo en equipo