Los gobiernos municipales de Lima nunca dejan de sorprendernos. Ayer jueves nos enterábamos que hoy viernes iba a discutirse, en el concejo municipal, una norma que —de aprobarse— entraría en vigencia el lunes. Esta norma consiste en alternar el permiso de circulación, de los vehículos particulares, por las (cito) «vías con alta carga vehicular y en las que circulan servicios de transporte público formales como el Metropolitano y los buses de los Corredores Complementarios», de lunes a jueves, según la última cifra de su placa sea par o impar. Sí, así de un día para otro y sin ningún plan de contingencia.
A ver, que estamos todos de acuerdo con que el tráfico de Lima es insufrible y no nos da la vida hasta esperar que terminen de construirse todas las líneas de metro; que por otro lado, tampoco son la solución. Es verdad también que nuestro mayor problema, luego de la ausencia de transporte masivo de calidad, es el exceso de vehículos particulares que circulan entre ciertas horas, por ciertas vías. Pero lo segundo no es un capricho: mucha gente circula en sus vehículos particulares, no porque les da la gana, sino porque no tienen otra alternativa viable. Vamos a esquematizarlo de manera muy sencilla. La mayor necesidad de viajes individuales en la ciudad ha motivado a la gente a recurrir al transporte particular, ya sea mediante su propio vehículo, por medio de taxis, colectivos, entre otros. Esto provoca congestión en las vías principales, lo que desemboca en una mayor presión sobre las vías secundarias, presión que se ha visto exarcebada por el uso de aplicaciones como waze y googlemaps.
La solución que ha previsto la gestión municipal ha sido decirle a un mar de gente, de un día para otro, que no puede trasladarse como lo suele hacer. Sin darle opciones, eso es una vía destinada al fracaso. Los usuarios de vehículos particulares recurrirán a las dos maneras más obvias de evadir el problema: utilizar un segundo vehículo —los que puedan— y congestionar las vías secundarias. Y habrá quienes saquen una segunda placa o los que tienten/hagan su «suerte» esperando que no los sancionen. La figura será más o menos así, donde la flecha roja es justamente lo que no se ha contemplado en la norma.
¿Qué es lo que debería hacerse? Pues, como lo requeriría una visión sistémica del asunto, considerar las alternativas que necesita la gente para no provocar el colapso de las vías secundarias. Implementar ciclovías —seguras— para quienes realizan tramos cortos, implementar más rutas alimentadoras de los medios de transporte masivos cuyas vías se quieren descongestionar, implementar estacionamientos para aquellos que no tienen otro medio más que su propio vehículo para llegar a los extremos de las vías principales, garantizar que las empresas sean flexibles con el horario de los trabajadores, visto que la norma correría de 6.00-10.00 y de 17.00-21.00, incrementar la flota de buses para que puedan movilizar el excedente de pasajeros que habrá. En fin, una serie de medidas que deberían ir de la mano, más allá del reconocimiento de que esto podría generar «molestias».
Y finalmente me pregunto, ¿cómo pretenden gestionar esto, operativamente? ¿Se han calculado la proporción de placas pares e impares que hay asignadas a vehículos particulares, para estar seguros de que la proporción es 50/50? ¿Por qué se han obviado los viernes, que es cuando más congestión vehicular hay? Se han calculado 250 efectivos policiales para esta operación, con 80 cámaras para fotopapeletas ¿En verdad son suficientes y sostenibles estos números? ¿Hasta cuándo se implementaría esta norma y qué se irá haciendo por mientras? Sinceramente espero que esta reforma no se apruebe, no porque no sean necesarias medidas para mejorar el tránsito vehicular en nuestra ciudad, sino porque estas deben ser planteadas con una visión clara, funcional y sobre todo, sistémica.
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