Luciano Stucchi

La reforma del transporte: la centralización y los sistemas auto-organizados

Confusión, desorden y suspicacia: las primeras caras de la Reforma del Transporte iniciada en Lima. [Foto obtenida de: La República]
Confusión, desorden y suspicacia: las primeras caras de la Reforma del Transporte iniciada en Lima. [Foto: La República]

[Tenía escrita la tercera parte del tema que estaba desarrollando sobre estrategias de dominancia y sumisión, pero las circunstancias ameritan un importante paréntesis, que se relaciona de todas maneras con ese tema.]

Estamos sobre el tercer día de haberse iniciado la implementación del llamado Corredor Azul / Eje Tacna-Garcilaso-Arequipa. Como era de suponerse, este primer paso en la reforma del transporte público —liberalizado hasta su destrucción en la década del ’90— ha encontrado una serie de obstáculos, desde los más evidentes por el lado de algunos políticos y transportistas, hasta los menos obvios, por el lado de los usuarios: desorientación, suspicacia, críticas, desorden pero sobretodo, confusión.

Para entender esto, partamos primero de dos conceptos: los sistemas centralizados y los sistemas auto-organizados. Estas categorías distinguen dos formas posibles de organización. La primera se basa en un ordenamiento dirigido, donde cada elemento del sistema debe obedecer una directiva que apunta hacia cierto objetivo pre-definido. La segunda, por otro lado, recoge la independencia de los elementos y deja a las interacciones individuales el surgimiento de un patrón global. La primera requiere de un esfuerzo y manejo de información mayores, de un organismo que controle. Pero tiene un objetivo definido de antemano. La segunda, por otro lado, está desprovista de un sistema de control y dependerá de las circunstancias locales el norte hacia donde el sistema se dirija.

Tres paradigmas de organización: centralizada, descentralizada y distribuida. Los patrones de comportamiento de los individuos (nodos en la red) estarán condicionados a cómo fluye la información entre ellos. En los sistemas centralizados, el patrón de comportamiento se determina de antemano. En las organizaciones distribuidas, el patrón emerge a partir de las circunstancias. El caso descentralizado asume una cierta centralización y le otorga autonomía local a pequeños grupos. [Fuente de la imagen: Indianopedia]
Tres paradigmas de organización: centralizada, descentralizada y distribuida. Los patrones de comportamiento de los individuos (nodos en la red) estarán condicionados a cómo fluye la información entre ellos. En los sistemas centralizados, el patrón de comportamiento se determina de antemano. En las organizaciones distribuidas, el patrón emerge a partir de las circunstancias. El caso descentralizado asume una cierta centralización y le otorga autonomía local a pequeños grupos. [Fuente de la imagen: Indianopedia]

Un sistema como nuestro transporte público actual recoge la esencia misma de lo que constituye un proceso auto-organizado. Y lo hace, en mayor o menor medida, según recae más o menos la responsabilidad de decidir qué hacer y cómo hacerlo sobre cada individuo de la sociedad. Me explico: en un sistema liberalizado como el que hemos padecido por décadas, cada quién decide dónde tomar su vehículo. Cada quién decide cómo manejar, qué servicio brindar, por dónde hacerlo, cuánto cobrar, etc. La necesidad hace la demanda y la demanda hace la costumbre. Las costumbres, finalmente, definen los patrones globales de funcionamiento. Así, hemos terminado por generar un sistema donde las circunstancias se imponen sin ninguna regularidad específica. Tenemos un transporte público que se sobrecarga de pasajeros, para maximizar su rentabilidad; pasajeros que determinan cuándo y dónde subir o bajarse, para minimizar sus recorridos; conductores que sobrecargan las vías con vehículos particulares, maximizando su comodidad; e instituciones estatales (gobiernos locales y policía) que intervienen lo menos posible, para minimizar así los recursos invertidos y, por lo mismo, su esfuerzo. El resultado no es el “caos” con el que estamos acostumbrados a calificar a nuestro sistema. El resultado es un conjunto de patrones emergentes con una lógica. Y una lógica que produce resultados concretos y tangibles, que cumplen un objetivo.

El problema es que ese objetivo no corresponde al objetivo que deberíamos tener como sociedad. Esos resultados concretos y tangibles que maximizan y minimizan ciertas variables individuales no están correspondiéndose con las variables globales que deberíamos considerar. Thomas Schelling, en su libro Micromotivos y Macroconductas, desarrolló la idea de cuán diferente puede resultar el comportamiento del agregado social, compuesto por humanos, respecto de los estímulos individuales que empujan a cada uno de esos humanos. Y ese es el núcleo del problema con nuestro obsoleto sistema de transporte —y en realidad, de todo el pensamiento ultraliberal que se esconde detrás—: que está articulado desde el enfoque sesgado y miope del individuo en vez de concebirse a partir de lo que el conjunto necesita. Y es porque hemos tratado al transporte público como correspondía tratar al transporte particular. Hemos dejado que el sistema, que por definición debía ser centralizado, se auto-organice. Y lo ha hecho. Mal.

Es por eso que, ante el inicio de una reforma, mucha gente opta por la rebeldía. Y ahí se ve a tantos tratando de sacarle la vuelta al sistema. Porque no existe forma alguna de poder hacer una transición hacia un transporte civilizado si a nivel individual no cambiamos nuestras costumbres. Si a nivel individual no nos integramos y adaptamos a aquello que siempre debió ser un sistema centralizado. Como mencionaba en el primer post de este blog, la maximización del beneficio común no necesariamente se logra a partir de la maximización de los beneficios individuales. Resulta contraintuitivo, pero no funcionamos como un sistema lineal: la sociedad es necesariamente más que la suma de sus partes.

[Foto obtenida de: El Otorongo N°440]
[Foto obtenida de: El Otorongo N°440]

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Comentarios

Kikin Rispa says:

Buen articulo Luciano. Coincido contigo que mas allá de las dificultades de una implementación tan grande y complicada que es la reforma del transporte, esta la falta de cultura, civismo y respeto de los ciudadanos mal acostumbrados a la informalidad, el caos y al poner por encima sus intereses personales (como tomar el carro donde les de la gana) sobre los colectivos. Esperemos que puedan mantener el curso de acción a pesar de la contracorriente de la resistencia al cambio… a pesar que es por el bien común.

NOEMI FERNANDEZ says:

SU ARTICULO DEBERÍA DIFUNDIRSE MUCHO MAS, ES BUENO Y EXPLICA MUY BIEN
LO QUE UNO SIENTE PERO NO SABE EXPLICAR. OJALA LLEGUE A MUCHAS PERSONAS
GRACIAS

Luciano Stucchi says:

Gracias más bien a ustedes, Noemi, Kikin, por leerlo, comentarlo y ayudar a difundirlo.

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