La vez pasada escribí este post sobre cómo la delincuencia puede verse desde la perspectiva de la “tragedia de los (bienes) comunes”, tema originado a partir de las recurrentes propuestas de nuestros políticos de que se instaure la pena de muerte en nuestro país. En ese sentido, resultaba algo lejana la conexión entre el modelo y la realidad, así que decidí reformular la idea, desde otro enfoque. La tragedia de los (bienes) comunes, aplicada al tema de la delincuencia, la podemos ver como un arquetipo sistémico, la conjunción de cuatro ciclos de retroalimentación que se entrelazan de la siguiente manera:
Los arquetipos son estructuras de procesos que entrelazan retroalimentaciones negativas, positivas y demoras, y que se repiten frecuentemente en organizaciones y grupos humanos. En el curso Dinámica de sistemas, que desarrollamos con los alumnos de Ingeniería, usamos este tipo de construcciones para detectar problemas y plantear soluciones. La forma de hacerlo depende del tipo de estructura que se tenga, ya que su punto débil dependerá de las interrelaciones establecidas. En este arquetipo específico se tienen dos elementos distintos dentro del sistema, ciudadanos y delincuentes, tratando de sacar provecho de los recursos disponibles —pero limitados— de la sociedad.
Los ciudadanos honestos funcionan a través de este sencillo bucle retroalimentativo: su trabajo genera un beneficio propio, que les aporta recursos para su propio trabajo y para poder generar más beneficios propios. Eso constituye una retroalimentación positiva, porque más trabajo reporta en más beneficios, que a su vez reportan en una mayor facilidad para poder realizar un mejor trabajo. Pero así como el trabajo de estos ciudadanos genera beneficios propios, se generan beneficios comunes a toda la sociedad, que se reproducen en la interacción social a gran escala y que pueden verse como producto de los impuestos, de las sinergias entre organizaciones, instituciones, entre otros factores. Estos beneficios no son directos, pues generalmente se producen a partir de cuán eficientes sean los servicios provistos por el estado y la industria privada. Estos beneficios sociales aportan también al beneficio propio que saca cada ciudadano, y aunque le suman individualmente, en líneas generales funciona como una retroalimentación negativa: cuanto más recursos saque cada ciudadano de manera individual, menos recursos quedan disponibles para el resto. Todo esto da cuenta de lo que sucede con los ciudadanos que trabajan de manera honesta.
En el otro extremo del diagrama tenemos a los free-riders, aquellos ciudadanos que sacan provecho de los recursos sociales pero sin aportar ningún beneficio, y que además merman la generación de los mismos, al interferir en la interacción social a gran escala. Podemos resumir esa interferencia de dos formas: los actos delictivos disminuyen directamente la generación de recursos, tanto los comunes como los de los ciudadanos individuales; los actos de corrupción disminuyen los recursos comunes redireccionándolos al beneficio personal de los que los ejecutan. Ambos ciclos de retroalimentación son equivalentes al de los ciudadanos honestos, es decir, uno es positivo y el otro negativo.
¿Cuál es la idea de modelar el problema de la delincuencia de esta forma? Que permite entender lo erradas que son algunas aproximaciones al problema. Por ejemplo, la vehemencia alrededor de la pena de muerte solo denota un enorme desconocimiento de la dinámica subyacente a este proceso. Castigar de la forma más extrema a los que cometen actos delictivos —o de corrupción— puede funcionar para aliviar los ánimos exacerbados de algunos políticos, pero a un nivel efectivo, no genera ningún tipo de impacto. Si vemos el diagrama, el encrudecimiento extremo de las penas solo reduce, en cierto porcentaje, la incidencia de realizar actos delictivos. Sin embargo, no disminuye el beneficio personal obtenido de estos. Si es que los ejecutores no son detectados, capturados y sentenciados, no hay impacto alguno. Y, valgan verdades, nuestro sistema judicial hace aguas por tantos lugares que no es difícil que ocurra eso.
Es en ese sentido que resulta mucho más evidente que una medida relevante para combatir la delincuencia debería empezar por reducir el beneficio personal de cometer actos delictivos, promoviendo una mejora sustancial en el poder Judicial, en la Policía y en el sistema de establecimiento y recolección de las reparaciones civiles. Estos actos atacan directamente el ciclo de retroalimentación positiva bajo el cual funcionan los delincuentes. Detienen, por un lado, la realización de los actos delictivos y de corrupción; y recortan, por otro, los beneficios personales de cometerlos, retornando los recursos apropiados ilícitamente a su legítima dueña: la sociedad.
Una nota final: es interesante ver cómo el límite en la generación de recursos que establecen la eficiencia del estado y la industria privada puede terminar camuflando el efecto pernicioso de una delincuencia rampante. A medida que los recursos crecen, los beneficios extraídos del pozo común se disimulan dentro de ese crecimiento, y la población percibe un efecto menor al real. Esto se aplica también si uno piensa en los elefantes blancos de algunas gestiones, en la medida en que aparezcan siempre de la mano con un chorreo de recursos a la población. Definitivamente se trata de un tema que da para más, pero creo que esta representación ilustra claramente por qué resulta simplista reducir toda la discusión alrededor de la delincuencia solo al tema de la dureza de las condenas.
En los cursos desempleados 2016 te enseñan cómo funciona el sistema macroeconómico y cómo este influye en las leyes de unos países y otros. Así se explican muchas cosas como por ejemplo el hecho de que unos paises tengan pena de muerte y otros no