Recientemente una gran pérdida ha impactado a la comunidad científica y a los aficionados y curiosos de las teorías que intentan explicar el origen del universo. El científico británico Stephen Hawking falleció el pasado 14 de marzo, a los 76 años de edad. Pero su legado es imperecedero: marcó los cimientos que nos permitirán seguir incursionando en un universo sin límites.
Hawking fue diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) cuando tenía sólo 21 años. A pesar de la corta esperanza de vida pronosticada, el científico dedicó gran parte de su existencia a intentar unificar en una sola teoría –llamada ‘la teoría del todo’– los fenómenos que ocurren a escala astronómica –la teoría de la relatividad– y aquellos que se rigen bajo las leyes de la mecánica cuántica (la rama de la física que estudia el movimiento de las partículas atómicas y subatómicas). La ‘teoría del todo’ permitiría unificar el conocimiento respecto a las cuatro fuerzas físicas fundamentales del universo: la gravedad, la fuerza electromagnética, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil.
Hawking destinó gran parte de sus esfuerzos para lograr combinar la teoría general de la relatividad de Einstein con la teoría cuántica, impulsando de esta manera la teoría del Big Bang, modelo que intenta explicar el origen del universo. Hawking, basado en los estudios del físico-matemático británico Roger Penrose, sostuvo que si en un agujero negro había una singularidad, punto donde la curvatura del espacio-tiempo se hace infinita, en el pasado debió haber un estado de densidad infinita, con toda la materia y energía concentradas en un espacio mínimo. Justamente esa singularidad implica la existencia del momento cero, un principio conocido como Big Bang o gran explosión, a partir del cual el universo comienza a expandirse y marca el inicio del tiempo.
A pesar de sus impedimentos motrices, Hawking jamás se dio por vencido. Su búsqueda por la verdad continuó hasta el final de sus días. Ni su historia ni su tiempo han sido breves.
Para poder compatibilizar la segunda ley de la termodinámica (que establece el aumento de la entropía) con el modelo planteado, Hawking profundizó sus investigaciones y demostró que al llegar la materia al horizonte de sucesos (al borde de un agujero negro) las partículas y las antipartículas se separan antes de poder aniquilarse mutuamente. Una de ellas es absorbida por el agujero negro y la otra escaparía, irradiando hacia el exterior, fenómeno que se conoce como radiación de Hawking. Esto último es lo que explica la capacidad de un agujero negro de brillar. Dicha emisión conlleva también la pérdida de masa del agujero negro que con el paso del tiempo se evaporará.
Este descubrimiento trajo consigo un nuevo conflicto: la paradoja de la pérdida de información. Es decir, si el agujero negro almacena información como por ejemplo acerca de su origen, al evaporarse se destruiría dicho registro, violando los principios de la física cuántica. Las últimas declaraciones de Hawking acerca de esta contradicción sostienen que la información se almacena en el horizonte de sucesos y no en el interior del agujero negro. Y eso marca el inicio de otro gran desafío: la factibilidad de recuperar esta información.
Hawking se ganó la admiración y el respeto de gran parte de la comunidad científica. Con solo 32 años fue aceptado como miembro de la Royal Society, siendo reconocido con merecidos premios y distinciones. La gran cantidad de sus libros de divulgación, incluido su best seller “Breve historia del tiempo”, y sus documentales muestran el talento que tenía el científico para transmitir sus conocimientos y su pasión por intentar comprender el origen del universo. Sus limitaciones físicas nunca se extendieron a su mente, ni a su curiosidad, y en varias ocasiones mostró la grandeza de su esencia, asumiendo sus interpretaciones erróneas en sus propias teorías.
Tal es su trascendencia que ha participado y se ha dado a conocer en diversas series de televisión, como en The Big Bang Theory, Star Treck, Los Simpson y Futurama. Y también su vida ha sido llevada al cine a través de la increíble interpretación que el actor Eddie Redmayne realizó sobre él en la película “La teoría del todo”, por la cual ganó un Oscar en 2015.
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