La penúltima vez quedó pendiente la idea de cómo la avispa reina de la especie R. marginata había reemplazado la dominancia directa, a partir de actitudes agresivas, por una estrategia más sutil, a partir del uso de feromonas. Las feromonas son compuestos químicos que algunos organismos emiten con el fin —si cabe este término— de transmitir alguna información o comunicarse con su entorno. Estos compuestos se usan en multitud de especies y en variedad de situaciones, como ocurre, en el caso más cercano a nosotros, entre hombres y mujeres en los que hay algún tipo de atracción sexual.
En las avispas, como en otras especies de insectos, las feromonas actúan muchas veces como mecanismo comunicativo. Las termitas, por ejemplo, utilizan feromonas para “coordinar” su trabajo alrededor de la construcción, mantenimiento y defensa del termitero. Y digo “coordinar” porque, en estricto, no se trata de una concertación, ni mucho menos, sino del surgimiento de un proceso descentralizado. Pero volvamos al caso de las R. marginata. ¿Cómo así el efecto de las feromonas puede servir para evitar que alguna obrera desarrolle la madurez sexual y sea incapaz de depositar huevos? En el caso de R. cyathiformis, la represión se ejecuta directamente: la avispa reina, o la segunda al mando, se encargan de someter al resto de la colonia a punta de acciones agresivas y dominantes. Y sin embargo, esta represión no llega a ser del todo efectiva.
¿En qué radica entonces la efectividad de la estrategia de las R. marginata? El uso de feromonas es, al fin y al cabo, un mecanismo descentralizado de control. Parece contradictorio, porque de hecho nada más centralizado que la idea de una avispa reina que suprime la madurez sexual de sus congéneres por la emisión de un compuesto químico. Sin embargo, lo descentralizado del mecanismo es que la reina no necesita dirigir dicha emisión, sino simplemente soltarla y esperar que sean las (re)acciones individuales de las demás avispas con el químico las que actúen.
Es casi como haberse ganado la fama de ruda y tener intimidado al resto, sin necesidad de serlo y solo pareciéndolo. La estimulación química, así, no solo resulta más efectiva que la agresión física, sino que le requiere mucho menos consumo energético a la avispa reina, ahorro que le permite una mayor y más fructífera dedicación a la tarea de fertilizarse y poner huevos. En otras especies, por ejemplo, como las hormigas y termitas, dicha capacidad ha sido llevada a tal punto que la reina está por completo inutilizada físicamente, al punto que ni siquiera puede alimentarse por sí misma. Pero eso no importa, porque su transformación fisiológica le permite cumplir el objetivo de incrementar su capacidad reproductiva y suprimir esa misma capacidad en las demás hembras.
Lo más interesante es que los mecanismos descentralizados a veces actúan sin siquiera necesitar de un agente específico, como es el caso de la avispa reina, sino simplemente a raíz de las interacciones locales e individuales de los elementos del sistema. La aparición de patrones emergentes a partir de interacciones sencillas, locales e individuales entre los elementos de un sistema es lo que se conoce como auto-organización. Y es uno de los conceptos clave de los sistemas complejos.
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