Luciano Stucchi

La complejidad de la vida diaria

A fines de los 90’s y en un mismo año, se estrenaron dos películas que partían de una misma premisa: hasta el más mínimo cambio en algún episodio de nuestras vidas puede desencadenar una historia por completo distinta. La alemana Lola rennt (1998, que llegó aquí como Corre Lola, corre) y la británica Sliding doors (1998, traducida inapropiadamente como Si yo hubiera…) exploraron, cada una bajo su propio y marcado estilo, lo que muchos conocen como efecto mariposa. Este concepto fue popularizado —aunque de un modo casi tangencial— en palabras del excéntrico matemático de Jurassic Park (1993) interpretado por Jeff Goldblum y, una década después, Hollywood volvería con fuerza a reclamar el tema, recuperándolo como suyo mediante su taquillera The Butterfly Effect (2004), cerrando así un pequeño y corto ciclo alrededor de este tan popular como manoseado concepto matemático.

ianmalcolm

En el post anterior habíamos visto que una característica común que comparten los sistemas complejos y los caóticos es esta sensibilidad a las condiciones iniciales. Una pequeña perturbación en alguna de sus variables afectará al sistema de una forma que podríamos denominar desmedida. La aleatoriedad con la que suele identificarse informalmente al caos se confunde aquí con esta divergencia existente en los sistemas complejos y los formalmente caóticos. Siguiendo un poco una definición publicada por el NECSI, identificaremos a los sistemas complejos como aquellos que manifestarán una transición de fase ante pequeños cambios en alguna de sus variables. Estas variables podrán mantener comportamientos cómodamente lineales dentro de ciertos rangos, pero llevarán bruscamente al sistema desde una configuración a otra, cuando salgan de ahí. Un sistema caótico, por otro lado, será aquel donde la divergencia se pueda dar desde cualquier valor, algo que se llama formalmente transitividad topológica. El caos es determinista, a diferencia de la aleatoriedad instrínseca, por más que el imaginario común no haya sabido hacer esa distinción.

Un life-size Jenga, o modelo a escala de la transición de fase en un sistema mecánico afectado por un campo gravitacional uniforme.
Un life-size Jenga, o modelo a escala de la transición de fase en un sistema mecánico afectado por un campo gravitacional uniforme.

¿A qué viene todo este rollo? Decíamos, nuevamente a partir del post anterior, que la decisión de a veces un solo conductor era capaz de desencadenar una hecatombe en el sistema vial de una ciudad. En puntos particularmente sensibles, como el cruce de la Av. Arequipa con la Calle Chinchón, que un conductor decida zamparse sobre el carril izquierdo, bloqueándolo, podrá provocar un descalabro de magnitudes dantescas, que quizás no sería así de trágico si se diera dos calles más adelante. Y ahí es donde la inescalabilidad de la percepción individual nos juega en contra, porque uno, cuando es ese conductor, se dice a sí mismo: “pero diablos, ¿por qué la gente se hace tanto problema” y a zurrarse sobre la regla. Y no es capaz de cuantificar ni calificar el nivel de desmadre que esa decisión podrá provocar. Porque, claro, por un lado, esa misma maniobra no tendrá el mismo efecto si se llevara a cabo en otro lado. Y uno está algo acostumbrado a ello. Pero por otro lado, y esto quizás es más importante, los efectos no son linealmente extrapolables. De ahí que sea tan difícil entender por qué es tan crítico el cumplimiento de ciertas normas en ciertos momentos y ciertos lugares.

Pero, como a todos nos resulta más fácil ver los defectos en un tercero, pongamos un ejemplo que nos es familiar: la policía de tránsito. Todos conocemos ejemplos de cruces viales donde uno, dos o hasta cuatro oficiales asumen la tarea de reemplazar a los semáforos, generalmente provocando la sensación de que el tráfico, lejos de aligerarse, empeora considerablemente. El problema detrás de esto no es otro que el mencionado líneas arriba: un elemento individual de un sistema jamás podrá prever, con el conocimiento limitado de su entorno local, las consecuencias que podrán tener sus acciones. En una ciudad civilizada, los semáforos no se regulan uno por uno, sino que toda la red se programa centralizadamente de manera que optimice la circulación global, así esto aparente ciertas preferencias (como lo vimos en este post). Una labor así es imposible de hacerla desarticuladamente, menos aún, por partes.

traffic jam

¿Qué hace entonces que un sistema sea complejo? Básicamente dos cosas: pocas reglas y muchos elementos. Ni las reglas de interacción ni los elementos del sistema necesitan ser muy sofisticados. La complejidad se origina en su sencillez individual, superpuesta en sus interacciones de manera no lineal. Ejemplos de esto abundan a nuestro alrededor y los iremos viendo más adelante. Por ahora cabría cerrar el tema recurriendo a los ejemplos iniciales: hay decisiones en la vida que nos llevan por rutas totalmente inesperadas. Pero la incertidumbre no subyace en nuestra capacidad de prevenirnos, sino en toda esa miríada de decisiones a nuestro alrededor que no podremos controlar jamás.

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