Aprovechando que acaba de arrancar el mundial, me permito tocar el tema sobre este excelente ejemplo de un sistema donde las interacciones entre sus elementos arraigan más importancia que la dinámica individual de los mismos.
Tenemos el partido entre Alemania y Portugal de ayer, lunes 16/06(14). Aunque a Portugal le jugase en contra perder a un jugador —un merecidamente expulsado Pepe, sobre los 37’ y ya con 2 goles en contra— y que otro titular se lesionara de forma permanente —Coentrao sobre los 63’, con 3 goles en contra—, ambos elementos jugaron muy aparte de un inevitable resultado a favor del equipo germano. Y es que este fue, en toda su definición, un equipo. Si por algo he sido hincha de Alemania las —pocas y oscilatorias— veces en que he seguido un campeonato de fútbol, es porque siempre han jugado como una máquina: todo el equipo es una entidad que juega de forma coordinada, simultánea y armónica. Alemania tiene jugadores muy buenos, pero ninguno alcanza el tipo de celebridad que tiene, por ejemplo Cristiano Ronaldo. Honestamente no sé qué tan buen jugador sea, pero en principio se le cotiza en varios millones de euros (alrededor de 100, de hecho), un valor muy por encima de lo que cualquier otro jugador de la escuadra alemana. Pero ningún Ronaldo vale lo que un equipo y Portugal estuvo muy cerca de dar lástima los más de 90 minutos que duró el partido. Y sí, es verdad que el equipo alemán es el que vale más en todo el mundial y tiene jugadores de entre los más caros del mundo, pero ninguno alcanza esos niveles enfermizos de atención/popularidad.
Pero ese es solo un ejemplo. Y como este mundial recién empieza, me permito rescatar algunos otros del mundial anterior: Rooney y su inexistente rol en el equipo inglés. Messi, bajo exactamente la misma figura en el equipo argentino. Y Brasil, el equipo de inmejorables bailadores de samba, que cuando deciden lucir sus individualidades antes de lograr algún pase, terminan siendo destruidos por algún otro equipo de menor perfil, pero mejor coordinación. Como lo hizo Holanda cuando los eliminó en los cuartos de final pasados. De la misma manera que Alemania con Argentina, bajo la misma fórmula que ayer replicó con Portugal.
¿Y a qué viene todo esto? El NECSI sacó hace un par de años este artículo alrededor de lo que determina que un equipo gane o pierda un partido de fútbol. Y los resultados —no se sorprendan— se asientan justamente en el factor equipo vs. individualismo. Se monitoreó un partido de la Premier League y se hizo un seguimiento individual a los jugadores de ambos equipos. El área de juego fue dividida en siete secciones, alrededor de la posición del balón, de acuerdo a lo descrito en el siguiente gráfico:
El análisis consistió en verificar cuán estables eran las distribuciones de jugadores alrededor de las siete secciones definidas: tres posteriores (izquierda, centro y derecha), tres anteriores (ídem) y una central. El equipo atacante ejercía mayor dominancia cuanto más estable lograba mantener su defensa, i.e. la distribución de jugadores en sus secciones anteriores se mantenía constante, y más lograba desestabilizar la defensa del oponente, i.e. menos constante se mantenía la distribución de jugadores contrarios en sus secciones posteriores. Esta dominancia se verificó además calculando la predictibilidad con que se mantenía constante el número de jugadores sobre cada área. Cuanto más predecible era este número en una sección, menos variables tendía a ser y mayor dominancia podía ejercer el equipo sobre su rival.
Los resultados son bastante contundentes: el equipo que gana el partido es el que logra un resultado muy concreto en aquello que se midió: la mayor estabilidad comparativa en sus secciones anteriores y una menor variabilidad en la cantidad de jugadores que mantenía en todas sus secciones. En otras palabras, el equipo que ganó fue el que mantenía un mejor juego coordinado y se regía menos por las individualidades y actitudes personalistas.
Eso es lo que finalmente creo que hace el buen fútbol: la habilidad de jugar en equipo. Y lo que hace que seamos tan malos en ello, desde hace tantas décadas. Porque, después de todo, no suena exagerado decir que resulta ser un reflejo de cómo funcionamos como sociedad.
… el «mejor» ejemplo creo que fue el Cienciano de hace 10 años. Todos los jugadores no sumarían ni el 1% de lo que cuesta un Ronaldo. No habían estrellas ni nada. Pero ganaron todo. Es que, como dices, funcionaron como equipo.
Interesante, Lu. Nada más tengo una duda: el modelo siempre funciona, o no necesariamente? Pienso en la Argentina del 86 y las genialidades de Maradona, por ejemplo. Pero claro, aunque suene a verdad de Perogrullo, «las excepciones siempre confirman la regla».
PD: Has leído sobre el béisbol y los «sabermetrics»? Estoy seguro te interesará. O puedes empezar por ver la película «Moneyball» 🙂
Interesante. Sin embargo la historia nos muestra que del total de 19 mundiales realizados desde 1930, 9 (47%) han sido ganados por países latinoamericanos, y si nos referimos solo a los últimos 20 años, en 2 de 5 mundiales han resultado vencedores los sudamericanos. Nada mal, después de todo…
Es verdad que Maradona es un caso excepcional y hasta más que Pelé, como me lo hizo notar alguien ayer, porque su genialidad no tenía mayor asidero sobre el resto de su equipo: casi sin exagerar hasta podría decirse que ganaba solo. Pero un ídolo no siempre genera una tradición. Es como en la política, donde un caudillo puede ser un líder sobresaliente, pero sin un partido y/o legado, su «tradición» desaparece a su muerte. Mientras la virtud de un equipo sean los individuos, esta durará mientras duren ellos. No más.
Excelente, al final tuviste razón: Alemania le ganó a los Ronaldos (portugueses, brasileños, da igual) y a los Messis. Como equipo fue de lejos el mejor… pero ojo que Ghana casi le gana 🙂