«La tristeza» de Antón Chejov, por Vannia Escalante

Al leer el cuento “La tristeza” me pareció que era escrito por Dostoievski, autor de Crimen y castigo, una de mis novelas favoritas. Ya que, todos los personajes de sus novelas eran personas desgraciadas, infelices o que simplemente vivían en condiciones extremas y que solo querían salir adelante. Muestra una realidad cruda de la sociedad. Y eso es lo que exactamente transmite Chejov, pues a través del cuento nos da a conocer su preocupación por el alma humana y por la sociedad en sí, exponiéndola sin arreglos ni nada. Simplemente, tal y como es. Nos muestra una sociedad egoísta, fría e incluso desesperanzada, lo cual se puede notar cuando el primer cliente del cochero se queda dormido sin intención alguna de escucharlo, o con la respuesta cruda que le da uno de los jóvenes cuando este se anima a contarle de la muerte de su hijo:

—Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió la semana pasada…

—¡Todos nos hemos de morir! —contesta el jorobado—.

Y con la actitud que tiene el cochero joven ante él, cuando se tapa la cabeza y empieza a dormir. Esto nos hace pensar qué tan inhumanos podemos ser, o qué tan “fríos” y “desalmados” nos ha convertido la sociedad.

El final, más crudo aún, nos demuestra como el personaje principal, resignado, después de muchos intentos de comunicar su tristeza, se desahoga con su caballo. Y es ahí cuando te preguntas, ¿Cómo es posible que un animal “supere” en “compañía” a un ser humano? Y esto me hace recordar un poema de Vallejo, «Poema XLI» de Trilce, en el cual el personaje también busca desahogarse en su caballo. «La tristeza», es un cuento que nos llama a reflexión, es un grito del autor hacia la sociedad para que nos demos cuenta de nuestra realidad, de aquello en lo que nos estamos convirtiendo. Tal vez empiezo a creer que hay más gente y menos personas en ella. Y es lastimoso y lamentable.