Un poco en relación al post anterior, quisiera aprovechar para tocar ahora un tema que siempre es motivo de debate en muchas discusiones, desde académicas hasta casuales: hasta qué punto una sociedad se construye mejor, si a través de sus líderes o de sus instituciones.
Y aunque la respuesta es un poco evidente —y perdónenme lo poco conciliador que seré a este respecto—, pues se repite casi a diario desde todas las tribunas mediáticas, como sistema terminamos funcionando de manera obstinada, empecinada, bruta y tercamente alrededor de los personalismos. Así, las temporadas electorales se convierten en un lamentable desfile de individualidades, sin importar si estas son regionales o de carácter nacional. Las elecciones municipales de este año, por ejemplo, han nacido ya centradas totalmente en torno a los potenciales alcaldes y han dejado completamente ignorados los planes, los partidos o los regidores. De la misma forma, las carteras ministeriales se mueven a merced del voluntarismo de su cabeza de turno, a pesar de los esfuerzos que puedan querer darse en sus respectivas burocracias —en el buen sentido del término— por emprender alguna reforma.
Al respecto, resulta interesante el ártículo:
publicado hace poco más de un año en el Journal of Theoretical Biology, alrededor de las diferentes estrategias de dominancia que tienen dos especies de avispas: la Ropalidia cyathiformis y la Ropalidia marginata. En este trabajo, se exploran los comportamientos de las dos especies alrededor de la avispa reina y los roles de dominancia entre esta y los demás individuos. Para ello se establece un sencillo procedimiento: se graban nueve diferentes colonias de cada especie, a lo largo de una semana y se identifican, una a una, las acciones que cada avispa tiene con sus congéneres. Estas acciones son clasificadas en 10 categorías: ataque, persecución, mordisco, picoteo, golpe, sentada (una avispa se trepa sobre la otra), ofrecimiento de comida, mordisco agresivo, sujeción por mordisco y no-interacción. La correlación entre dominancia y sumisión se establece a partir de calcular, para cada individuo, un índice de dominancia. Este índice establece un contrapeso entre las acciones de dominancia y sumisión de cada individuo, pero también de aquellos sobre los que domina o que lo someten. En ese sentido, una avispa tendrá un índice de dominancia mayor, no solo de acuerdo a cuántos individuos domina, sino también a partir de cuán dominantes son a su vez ellos respecto al resto.
Los resultados son particularmente sorprendentes: en aquella especie (R. cyathiformis) que muestra un comportamiento menos complejo, las acciones agresivas de la reina, que es además el individuo más fuerte, son mucho más frecuentes. Pero la agresión se concentra sobre un segundo individuo, que es quien ejerce la mayor dominancia sobre la colonia. Esta avispa es, a su vez, quien ostenta la mayor probabilidad de suceder a la reina cuando esta es removida. Sin embargo, en esta especie se presentan eventualmente obreras que también depositan huevos, de modo que la reproducción no está totalmente centralizada. En la otra especie (R. marginata), por otro lado, las actitudes de agresividad de la reina son bastante menores, y aunque siga siendo la avispa más fuerte, no lidera la dominancia en la colonia. Sin embargo, la sumisión de las obreras es absoluta: no se reporta un solo caso de reproducción aislada. Esta especie muestra, además, una estructuración más compleja y estratificada, y está constituida por más individuos: hasta un orden de magnitud mayor que la otra especie.
Los investigadores son capaces de reproducir el comportamiento de estas dos especies de avispas por medio de un sencillo modelo matemático, por lo que cabría especular hasta qué punto podría este ser extendido a nuestros propios sistemas de gobierno. Pero eso será aún el motivo de nuestro siguiente post, donde exploraremos de paso los paralelos que existen entre las estrategias de dominancia de estas avispas y las nuestras.
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